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La llegada de Donald Trump por segunda vez a la presidencia de EE UU está sembrando grandes temores e incertidumbres políticas y comerciales. Desde el plano tecnológico hasta el humanitario, con sus alianzas con los más potentes multimillonarios y sus anunciadas medidas contra la inmigración ... ilegal, que empezaron a materializarse el primer día de su mandato. Y desde luego en las cuestiones energéticas y comerciales, cuando tiene decidido estimular mayores extracciones de petróleo y gas, al tiempo que pone en espera las ansias de electrificación y lanza reiteradas advertencias sobre subidas arancelarias.
¿Estamos ante el inicio del fin de la era de la globalización?
América primero, suele repetir el presidente norteamericano. Y lo que nos inquieta es que de llevarse a cabo a rajatabla esos principios y las consiguientes subidas disparatadas de aranceles a las importaciones, los demás vamos a sufrir, porque nuestras exportaciones se verán recortadas.
¿Aguantarán los consumidores estadounidenses subidas de precios de productos importados? ¿Se resignarán a prescindir de ellos por salirles caros? Eso dependerá de la eficacia de la maquinaria del nuevo gobierno de Trump, pero lo inmediato por estos pagos será que buena parte de nuestra economía se resentirá al recortarse las exportaciones a EE UU.
La consecuencia inducida que cabe esperar es que se extiendan en cascada decisiones similares de renacionalización comercial, lo que pondrá en entredicho las tendencias de globalización y apertura comercial que han imperado en los últimos lustros. Si los mayores impulsores de la liberalización comercial echan el freno y marcha atrás, ¿qué harán los demás? ¿Qué decidirá la ingenua Europa, adalid de aperturas globales y tantos acuerdos internacionales que dan más ventajas a los de fuera que a los de dentro?
Cuando tantas cosas se resienten en los sectores agroalimentarios europeos por la competencia desleal foránea, consentida por Bruselas y los estados miembros, los noticias de Washington se miran con lupa y son espejo para reflejar deseos similares que se multiplicarán en los próximos meses. Ya se anuncian nuevas movilizaciones de protesta agraria por toda la UE, con el común denominador del rechazo a los acuerdos internacionales que dejan a los de casa sin capacidad de competir y contra tantas medidas medioambientalistas que ya se ven exageradas incluso desde posiciones cercanas a quienes las propugnaron. No en balde el auge de posiciones de ultraderacha se relaciona con todo ello y capitaliza descontentos, lo que debería llevar a muchos a reflexionar con rapidez y cambiar de estrategias para quitar hierro y mirar más hacia el vecindario.
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