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Un ayuntamiento de Mallorca multó con 600 euros a un vecino de otro pueblo por depositar basuras en los contenedores de aquella localidad, donde no ... está empadronado, claro. El afectado recurrió a los tribunales y el juez ha ratificado la sanción, por no echar los desperdicios donde debía.
La cuestión plantea una problemática amplísima que no es exclusiva del territorio balear, aunque por aquí no se vea con frecuencia, ni siquiera de forma esporádica -por ahora-, que se multe a quienes depositen algún residuo en lugares apropiados pero fuera de su lugar de residencia, o les vayan pidiendo la documentación apenas abran un contenedor. Pero todo llegará, a bien seguro, y más conforme se extiendan las nuevas pautas de gestión selectiva con indentificación sistemática de cada cual y procedimientos de bonus/malus para bonificar o recargar tasas según cantidades y comportamientos.
Una dificultad que ya se ve desde hace tiempo entre nosotros tiene que ver con los ecoparques, donde no es fácil dejar cualquier cosa de las que motivaron la creación de ecoparques (muebles viejos, electrodomésticos rotos, escombros...) si el interesado no está empadronado en ese mismo municipio. Pero eso impide a muchas personas que puedan cumplir con lo que toca y que de forma colectiva se consiga que no se tiren desechos por ahí, contaminando y afeando el paisaje en las afueras de los cascos urbanos. El problema es que una persona sólo puede estar empadronada en un sitio, pero puede tener casas, trabajos, intereses, actividades y familiares en muchos otros, por lo que la casuística es amplísima y del mismo modo la necesidad de deshacerse de forma conveniente de residuos en cualquier momento, sin molestar a nadie, dándoles el cauce apropiado. Por ejemplo, en el ecoparque más próximo, aunque esté lejos de su pueblo, o junto a los contenedores más cercanos, aunque no sean de donde reside oficialmente.
Por culpa de esas políticas locales restrictivas, más preocupadas de controlar los tonelajes de basuras propias, con sus presupuestos y costes sin descuadres, que de procurar que se faciliten las cosas a todos para que el entorno esté lo más limpio posible, sufrimos lo que se ve por todas partes: vertederos incontrolados, residuos por doquier, montones de escombros acumulados en la parte trasera del ecoparque donde negaron la entrada a quien los llevaba, somieres retorcidos por las aceras... Quizá el secreto esté en una gestión más global que favorezca que uno se pueda deshacer de lo que le sobre, sin importar dónde se encuentre. Por qué si no, ¿qué hacemos cuando vamos de turistas? ¿Nos lo traemos a casa?
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