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Quemar o no quemar, esa es la cuestión, y las autoridades actuales se avienen a permitir que el fuego purificador sea la herramienta idónea autorizada para eliminar los restos que quedan sobre los campos de arroz una vez recogido el grano. Lo cual es mucho ... de agradecer por parte de los agricultores directamente implicados, que en años anteriores se han visto sometidos a normativas contradictorias y cascadas de burocracia para desembocar en incomprensiones, polémicas, problemas... Y luego la evidencia de que no hay medios alternativos para quitar de enmedio unos residuos que, si bien podrían emplearse para otras cosas, la realidad nos dice que casi nadie los quiere, y lo que no puede ser es que se queden pudriéndose sobre el terreno, porque así son fuente de contaminación de las aguas circundantes y además estorban para el siguiente ciclo de cultivo.
La solución salomónica -facilitar las quemas de lo que no sirve para otro destino mejor- tiene algunos aspectos curiosos: se hace así acogiéndose a la conveniencia de evitar problemas fitosanitarios y se tratará de organizarlo todo de forma que sólo se prenda fuego a la paja cuando sople viento de poniente.
El aspecto fitosanitario se encuadra directamente en la normativa europea que prohíbe las quemas en general pero prevé excepciones precisamente en dicho sentido, para eliminar agentes patógenos que pueden perjudicar los siguientes ciclos de cultivo. En este caso se cita al hongo de la pyricularia, y es totalmente cierto, sólo el fuego purificador puede reducir los altos niveles de esta plaga, máxime cuando se han prohibido fungicidas que eran efectivos. Sin embargo, aparte de razones fitosanitarias está la causa principal: la imposibilidad de reutilizar la paja, salvo en una pequeña parte de todo el marjal, la más alta, seca y cercana a carreteras. Porque sucesivos proyectos que florecieron no cuajaron, chocaron por el lado más costoso: quién paga la recogida y transportes. En cuanto al poniente, el pecado está en el escándalo: si el viento se lleva el humo hacia el mar, no hay molestias, nadie se entera en Valencia ni en las demás poblaciones; luego no habrá problema. Así, hasta los ecologistas reconocen que «todos prefieren quemar». Porque de momento no hay a mano otra opción factible.
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