Urgente Sánchez al PP en la crisis por la tributación del SMI: «Lo hemos subido un 61% con ustedes siempre en contra»

Siempre que se suscita algún comentario, debate o tertulia sobre algún asunto problemático o de actualidad relacionado con los agricultores, se acude a la recurrente necesidad de unión; sobre todo a su ausencia. Da igual qué grado de afección tengan quienes intervengan. Pueden ser profesionales ... implicados de lleno, familiares, amigos o simplemente personas sensibilizadas con estas cuitas agrarias. Aunque no las sufran directamente en sus bolsillos, si se presenta el caso se desenvuelven como si fueran suyas, sienten los padecimientos como propios o cercanos, recuerdan cuándo escuchaban hablar de todo ello a sus mayores y, ahora, aunque están en otros asuntos que tienen poco que ver, notan la pulsión del compromiso, la necesidad de arrimar el hombro aunque sea en lo emocional. Empatizan, como se prefiere decir hoy, y surge lo de la desunión como causa ancestral que todo lo explica. Además, se queda la mar de bien citando que falta unión para resolver lo que sea. Se siente como un impulso innato a recurrir a ello, y llegados a un punto del análisis y diagnóstico de la situación, del problema inveterado de la falta de rentabilidad, de los abusos comerciales y burocráticos, de la incomprensión oficial, uno no sabe qué decir para hacer notar que está en ello, que comparte preocupaciones y sentimientos, incluso que es partícipe de la exigencia de arreglo. Y a poco que se piense por dónde acudir, aparece el recurso de la falta de unión, que encima queda la mar de bien. El comodín de bolsillo. Y los demás, como mínimo, asentirán: «Desde luego, no hay unión».

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Pero falta unión ¿entre quiénes, dónde, para hacer qué...? No preguntes más. Falta unión y basta. Profundizar es arriesgarse por caminos complicados que desembocan en laberintos sin salida. Si acaso, puede que alguien cite la conveniencia de una cooperativa. Cooperar está muy bien. Nadie será capaz de decir que no, pero alguien aludirá también a experiencias cooperativas poco fructíferas. La conversación viene a llenar sobremesas navideñas, pero no es hora de adentrarse en vericuetos mayores. Los tiempos son otros, la globalización manda y exige profundas reformas de estructuras productivas que no se emprenden. Mejor quedarse en el conjunto vacío de la falta de unión, y a todos les va bien.

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