Ni relevo generacional ni mano de obra de relevo

Como en tantas cosas, los diagnósticos son certeros, perfectos, apabullantes, pero no hay especialista capaz de fijar tratamientos mínimamente eficaces. Tanto es así, que muchas veces ruboriza escuchar la cantinela, cuando debe considerarse que ya es archisabida. No hace falta insistir tanto en lo de pregonar la necesidad de revertir la falta de relevo generacional, si a renglón seguido no anuncia el responsable de turno lo va a hacer, o lo que haría, o lo que propone que se haga, para intentar la cura de la enfermedad que conocemos. ¿De qué sirve repetir tanto tiempo, y con aires de novedad, que sufrimos una epidemia que se debe remediar, si nadie tiene vacunas?

Padecemos además otra gravísima carencia agraria, y quizás más grave todavía que la falta de relevo generacional: la de la mano de obra, porque afecta a todos en general, jóvenes mayores, y es sin duda causa añadida para terminar de convencer a los primeros de que no tienen que quedarse en el campo y mejor será dedicarse a otras cosas.

¿Cómo animarse a emprender algo nuevo, o ampliar lo que se tiene, si no hay manera de encontrar a nadie que quiera emplearse en ello y la mayoría de los que quedan se van a otras ocupaciones? ¿Qué padres van a empujar a sus hijos a que sigan en lo de casa si ven el panorama de decadencia económica y la falta de manos para apoyarles? ¿Qué ganadero trasladará a sus descendientes la ilusión profesional de una dedicación casi esclavizada y mal remunerada? ¿Quién aspira a seguir un ejemplo de privaciones con el añadido descorazonador de la falta de ayuda? Unas cosas agrandan otras. Si es milagroso que quede algún joven con ganas.