Las compañías aéreas están desviando vuelos de pasajeros en el norte de Europa para evitar riesgos derivados de las interferencias y bloqueos del GPS que ocasionan los rusos.

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Ante esta noticia, con dramáticas consecuencias para tanta gente, cabe plantearse una vez más lo vulnerables que ... nos hemos vuelto. ¿Cómo funcionaban las cosas cuando no existía el GPS? ¿Cómo nos orientábamos y llegábamos a los sitios cuando no disponíamos de tamaño tutelaje? ¿Qué hacían familiares y amigos cuando transcurrían horas sin posibilidad de comunicarnos, de saber cómo estábamos, adónde íbamos, cuánto tardaríamos, qué había ocurrido...?, porque no había móvil y a lo peor las dos cabinas que habíamos pillado de camino se tragaban las monedas sin acabar de conectar. Ya llamaríamos luego. O no. Ya nos veríamos al llegar. Así que pasaban horas y nadie se preocupaba en especial. No como ahora, que llamas a alguien cercano, no contesta y te inquietas enseguida, porque se supone que es tan fácil todo, tan a mano la conectividad total, que si falla somos proclive a temer algo malo, antes de pensar en que quizá se ha caído la red, o se han fundido los plomos de una torre de conexión, o simplemente que los rusos han interferido el GPS. Así que, mejor no volar, no sea que... Hasta que te dicen lo de los rusos y caes en la cuenta. También en que somos vulnerables a tope. Ansiamos la digitalización total, la conectividad a tope. El full equip de un coche nuevo se configura sobre todo con eso de la máxima conectividad. Que el hombre al volante no tenga que hacer gran cosa. Hasta que falla cualquier luminaria y entonces el hombre al volante no sabe por dónde tirar. No se preocupe, llame a la asistencia, que vendrá una grúa, le llevará al taller, se truncarán sus planes, saldrá alguien con una maletita electrónica, chequeará la máquina ignota, restablecerá unas cuantas claves y le dirá: son tropecientos euros. ¿No era más humano cuando todo consistía en cambiar bujías o mirar si se había mojado la tapa del delco? Al menos teníamos conocimiento directo de las causas y hasta cierta capacidad personal en resolverlas.

El GPS es un gran invento, adónde vas a parar. Y resuelve grandísimas cosas, nadie lo duda, pero tal vez hay excesiva confianza en el sistema incluso a nivel de calle, que hay quien sube al coche y antes de arrancar le pone la dirección de destino, aunque sea ahí al lado. La costumbre, dicen. Y luego pasa lo que pasa. Como, por ejemplo, que te adelanten para frenar de golpe delante de ti y girar enseguida a la derecha. ¡Pero hombre¡ Es que el GPS le acaba decir de repente que saliera por la primera. Igual lo han interferido los rusos para que choquemos unos contra otros.

¿Cómo llegábamos a los sitios cuando no disponíamos de tamaño tutelaje tecnológico?

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