Con el recrudecimiento de los monumentales atascos alrededor de Valencia, vuelven las quejas habituales, se extiende el cabreo cotidiano y regresa el viejo debate sobre los transportes públicos y por qué hay tanta gente que no los utiliza. Falso debate.
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El mundo que nos afecta ... en el día a día no se divide necesariamente entre quienes están a favor del transporte público o prefieren utilizar su coche a toda costa, sino entre quienes tienen a mano trenes, metros, tranvías o autobuses para ir con rapidez de sus domicilios a sus trabajos u otros destinos y quienes no cuentan con tal facilidad de medios públicos para los viajes necesarios, por lo que no tienen más remedio que recurrir a sus propios vehículos.
Podríamos trazar muchas más variables, porque las cosas no son blancas o negras por entero, ni las personas obedecemos a tal o cual pauta en exclusiva. También habrá comodones o caprichosos que se empeñen en algo, cuando tienen enfrente alternativas mejores, más rápidas y baratas. Como, a su vez, muchos de los que pueden creer que contribuyen a la sostenibilidad global, porque utilizan en exclusiva el transporte público y dejan el coche en el garaje, no caen en la cuenta de que antes de salir han encargado compras que diversos repartidores tendrán que llevar en las próximas horas a sus casas, lo que contribuye a que aumente el tráfico de camiones y furgonetas de reparto de todas esas mercancías y, por tanto, crezcan los colapsos alrededor de la ciudad que algunos pretenden presentar como mera responsabilidad de otros, porque ellos van a pie o en bici. Los monumentales atascos son consecuencia de todos, y desde luego no se resuelven con recetas facilonas. Juegan muchas cuestiones, imponderables y deficiencias: lo que tarda el autobús en llegar, frecuencias de paso, averías en trenes de cercanías, la limitación de las redes... y desde luego los grandes pecados de ordenación territorial y de servicios, la lacra que pende sobre todo.
Junto al by-pass se ven parciales y lentas obras de ampliación que empezaron tarde y al ritmo actual puede que tarden décadas en terminarse. Cuando se inauguren hará falta el doble y cabrá menos aún la excusa del transporte público. Si alguien que viva en Calicanto, por ejemplo, trabaja en el polígono de Lliria, no puede ir y volver sin su coche. Si estuviera terminada la CV-50 cabría alivio alternativo para descongestionar otros carriles, pero lleva décadas parada, como tantas cosas, mientras crecen urbanizaciones y polígonos por todas partes y prosigue lo de siempre: que si transporte público o coger el coche para ir al atasco. O sea, seguimos con que si la abuela fuma cuando faltan obras.
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