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Para las rutas de paseo que se adentran entre campos se ha generalizado la denominación de 'senda del colesterol'. No hay una sola, cada pueblo o barriada tiene la suya, bien se haya diseñado de forma oficial o simplemente sea la que queda más a ... mano. Quienes las utilizan con frecuencia (por el simple gusto de pasear o porque el médico les ha dicho que deben caminar a diario varios kilómetros) coinciden en resaltar tal apelativo, ya que refiere claramente a ese uso prioritario u obligado: andar por prescripción facultativa para 'quemar' kilos y «bajar la tasa de colesterol».
Ese denso ir y venir por parajes agrícolas contribuye sin duda a que los viandantes urbanos conozcan en directo la evolución de los cultivos y aprendan sobre los diferentes trabajos que se van sucediendo, así como la evolución de las plantas y frutales. Pero con tal trasiego también se da pie a que se cuestione en ocasiones por qué se hace o se deja de hacer esto o aquello, se aventuren conclusiones equivocadas y hasta se caiga en apreciaciones distanciadas de la realidad.
Por ejemplo, estamos en época de desinfección de la tierra en l'Horta. Muchos campos se encuentran cubiertos de film plástico y así deben continuar durante varias semanas para conseguir el fin buscado: eliminar patógenos y semillas de hierbas que puedan competir con las plantas que se cultivarán después, evitando que les resten potencia y productividad. Pues bien, entre algunos transeúntes hemos escuchado comentarios de desaprobación. Consideran que el plástico afea el paisaje, cuando es algo momentáneo que pasado un tiempo se retira y se guarda o se destina a su reciclaje. Y hablamos de una tarea que forma parte del cultivo, para que luego estén bien verdes, lozanos y productivos esos campos que tanto se admiran. Si el agricultor no gana, lo dejará estar, y para ganar ha de ser competitivo. Pero al mismo tiempo se critica una supuesta utilización de «gases venenosos» para tal cometido de desinfección. Algo han oído, pero no es de ahora; décadas atrás se empleaba bromuro de metilo, pero se prohibió y dejó de utilizarse, Como explicamos hace poco, hoy se esparce estiércol de gallinaza, que se descompone con el calor forzado por el plástico y desprende gases propios que son los que desinfectan. Todo natural.
A otros interpelantes les inquieta a veces el uso del agua de riego. Sobre todo cuando ven parcelas inundadas, sin percatarse de que no se trata de un despilfarro, sino de una necesidad; aquello que les alarma apenas es una leve lámina de pocos centímetros, algo obligado en ciertos cultivos, como la carlota, y además con ese milagro de nivelación que aprovecha un mínimo caudal imprescindible.
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