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Admiren este titular, publicado en el diario 'El Pais' hace unos días, nada menos que en su sección 'Escuela de periodismo': «El 2% de españoles ... gasta el 80% del agua». Impactante, ¿verdad? El primer párrafo del texto orientaba plenamente la intención informativa: «El agua escasea en España, pero los que la gastan son muy pocos. En un país donde 934.100 personas se dedican al sector primario, según datos oficiales, el 80,4% del agua se usa en la agricultura. Menos del 2% de la población consume 8 de cada 10 litros disponibles, mientras que el uso doméstico representa el 15,6%».
La diana es bien clara: los agricultores despilfarran caprichosamente la mayor parte del agua y por eso escasea para los demás ciudadanos, y encima se lo consienten. El mensaje se repite desde hace años y se agranda con cada sequía, hasta alcanzar tintes preocupantes por la desinformación general que encierra. Además, se agrava por el silencio desde la parte rural, que parece vivir al margen de lo que se cierne sobre sus espaldas, en medio de un desconocimiento atroz respecto a las consecuencias de ese discurso que se va armando interesadamente, sin que nadie tercie con autoridad y conocimiento de causa para deshacer tal desaguisado y reconducir la cuestión con sensatez y formación. Ni una sola voz académica ha salido a la palestra para poner las cosas en su sitio; ninguna universidad, ninguna instancia oficial... ni siquiera hay respuestas rotundas desde el propio sector agrario, sumido en el estupor y la ausencia.
No hay ningún agricultor que gaste el agua porque sí. Nadie se la lleva a casa, ni la evapora, ni se levanta por la mañana y dice caprichosamente: ahora me da por abrir el agua, riego sin necesidad y la dejo perder porque me da la gana... En el campo no se consume el agua gratuitamente, simplemente se utiliza para regar, porque las plantas y los árboles necesitan agua para crecer y producir frutos, los que luego nos alimentan a todos. En realidad comemos agua, porque sin agua no tendríamos plantas que produjeran y no habría nada que comer. Y si no llueve, hay que regar para producir alimentos. Si confiáramos sólo en el agua de lluvia, es obvio que no habría bastante para comer, y mucho menos con la calidad y diversidad que tenemos. Además, donde llueve mucho o hace frío no producen todo lo que necesitan, porque no tienen el clima propicio. Esto, que es tan básico, parece que ya no se enseña en las escuelas, porque se multiplican las críticas, dudas, sospechas y preguntas al respecto del gasto de agua en agricultura.
La información referida, con esa escandalosa conclusión con tinte de abuso ('El 2% de los españoles gasta el 80% del agua') no es más que reflejo de lo que piensan muchos españoles, y otros muchos ni siquiera saben de qué va esta historia, aunque les afecte directamente. Esa imagen tan repetida de que los niños de hoy creen que los tomates y los pollos salen de los estantes de los supermercados, se repite sin cesar y se agranda, hasta el punto de provocar este esperpento con el agua que ni siquiera escandaliza ya a los propios agricultores, tan paralizados ante este tipo de cuestiones. Luego aún se preguntan por qué van perdiendo la batalla.
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