El rito de los indios cherokee

Los indios cherokee tienen un rito ancestral que van realizando cada año. Cuando un niño llega a la adolescencia, su padre lo lleva al bosque, le venda los ojos y se va dejándole solo. El chaval se sienta en un tronco toda la noche y no puede quitarse la venda hasta que los rayos del sol brillan de nuevo en la mañana. No puede pedir auxilio a nadie. Una vez que sobrevive a esa noche, él ya es un hombre. El niño está aterrorizado. Puede oír toda clase de ruidos, bestias salvajes, lobos que aúllan. Escucha el viento soplar y la hierba crujir, etcétera. Por último, después de esa horrible noche, aparece el sol y el niño se quita la venda&hellip.y es entonces cuando descubre a su padre sentado junto a él. Su padre no se ha ido, ha velado toda la noche en silencio, sentado en un tronco para proteger a su hijo del peligro sin que él se dé cuenta.

Este hecho de los indios nos viene bien para entender la idea clave del Evangelio de este fin de semana. Jesús no nos deja solos. El Espíritu de Jesús sigue con nosotros, con toda la humanidad. Está presente donde las personas contagian y regalan amor, amabilidad, cariño, bondad, coherencia, luz, solidaridad, servicio, fe, confianza, alegría, esperanza, paz&hellip.Por eso tenemos que preguntarnos, ¿vivo amando o cumpliendo?.

En la vida nos encontramos con caminos difíciles, encrucijadas angustiosas. Pasamos muchas noches sentados en el tronco con toda clase de peligros y además con una venda en los ojos. No vemos al Padre-Dios. Es verdad que no es fácil caminar en un mundo traspasado por la ira y la violencia. Pero Dios está sentado junto a nosotros para cuidarnos y defendernos de los peligros. Sin embargo el niño indio se quita la venda y ve a su padre junto a él, y toda la noche ha estado pensando que su padre se había marchado y sin embargo permaneció toda la noche con él, aunque él ni lo percibiera. Será que llevamos las vendas puestas a pesar de haber amanecido y no percibimos que Dios está junto a nosotros? Un abrazo.