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Pilar M. Maciá
Viernes, 3 de abril 2015, 02:13
La de Jueves Santo es, en Orihuela, una jornada de extremos. Del bullicio de la calle en un día prácticamente festivo, aunque el calendario no lo indicara así, al recogimiento del interior de las iglesias con el rezo de las estaciones. De las visitas de los turistas a templos y monumentos a las celebraciones de los Santos Oficios. Y de la brillante luz del sol a la noche en la que la ciudad se apaga para recibir en sus calles al Cristo del Consuelo, alumbrado solamente por los faroles de los hermanos del Silencio y por la primera luna llena de la primavera.
El Jueves Santo es día de ver pasos en el Santuario de Nuestra Señora de Monserrate, donde permanecen todos los que tomarán parte hoy en la Procesión General de esta tarde, es momento de reencuentros con los amigos y ya cayendo la tarde, de cierto recogimiento a la espera de la hora de salir a la calle a ver, a participar en las procesiones penitenciales, o simplemente, a pasear. El de ayer no fue distinto de otros años y Orihuela cumplió, una a una, con todas sus tradiciones.
Para hacer más llevadera la espera del momento en que los integrantes de la Hermandad del Silencio salen por las puertas de Santiago el Ayuntamiento, como ya hizo con éxito el año pasado, organizó una serie de conciertos a cargo de cuartetos formados por profesores del Conservatorio Profesional de Música de Orihuela en distintos templos. El primero de ellos fue en el Santuario de Monserrate, donde al finalizar el recital el grupo de Cantores de la Primitiva Pasión Federico Rogel interpretó las piezas típicas de este día. Esta pequeña actuación cumplió ayer tres décadas puesto que se instauró con la idea de que los oriolanos ausentes y quienes visitan el museo en que se convierte el santuario estos dos días pudieran disfrutar de él. Lo hicieron muchos que por tradición no dudan en subir a presenciar ese momento.
El templo de Santiago y el de las Santas Justa y Rufina también acogieron conciertos antes de la salida del Silencio, minetras que los cuartetos llevaron al público al inicio del recorrido de la Buena Muerte a partir de la media noche. Primero en el claustro de la Catedral y después en el Colegio Diocesano Santo Domingo la música volvió a llenar la espera hasta que se abrieron las puertas de la antigua Universidad.
Con la luna en lo más alto y las agujas de los relojes de las distintas torres marcando las once de la noche el gemido sobrecogedor de los goznes de la puerta lateral de Santiago anunció que la procesión del Silencio estaba en la calle. La hermandad que la organiza celebra este año su setenta y cinco aniversario y por eso sus miembros quisieron rendir un callado homenaje a sus fundadores y a las personas que han pasado por ella. Como siempre el obispo diocesano, Jesús Murgui, fue el encargado de presidir el cortejo por detrás del Cristo del Consuelo, obra de José Puchol (1795) sobre trono de Juan Balaguer. También participaron como es habitual los alumnos del Seminario y los cientos de alumbrantes,todos hombres, que marcaron su paso a base de luz de farol.
El Canto de La Pasión irrumpió en varios puntos del recorrido que anunciaron anoche solamente la bocina y el toque seco del tambor. Y tal y como salió y una vez completado el recorrido, el Silencio volvió a Santiago cumpliendo con un rito convertido en otra de las señas de identidad popias de la Semana Santa de Orihuela.
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