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Francisco Giménez Ávila, en una de las clases del Colegio Diocesano Santo Domingo donde ha trabajado desde 1976.
«La Enseña es un símbolo que une a todos los oriolanos»

«La Enseña es un símbolo que une a todos los oriolanos»

síndico del Oriol 2015

Pilar M. Maciá

Viernes, 3 de julio 2015, 00:56

Francisco Giménez Ávila (Orihuela, 1950), es un enamorado del patrimonio de su ciudad. Jubilado desde hace apenas unos días, repasa su trayectoria vital y profesional entre los muros de Santo Domingo antes de que en el mágico pase entre los días 16 al 17 de julio empuñe, como Síndico Portador de la Gloriosa Enseña del Oriol, el mástil de la bandera.

- Aunque muchos oriolanos han pasado por sus clases, para los que no lo conocen, ¿quién es Francisco Giménez?

- Soy un profesor que está en Santo Domingo desde 1976. Terminé Biología en Granada en 1974 y en septiembre de ese año empecé a dar clase en el Instituto de Torrevieja. Como no había hecho la mili tuve que irme en enero de 1975. En verano de 1976 murió don Joaquín Cánovas, que había sido mi profesor de Ciencias Naturales y entonces me llamaron, yo vivía en la calle del Colegio, y cubrí la plaza de Ciencias Naturales.

- ¿Qué cualidades cree que han llevado al Ayuntamiento a proponerle como Síndico?

- Aquí tengo que mencionar a mi padre, Francisco Giménez Mateo. Él era maestro nacional y su obsesión era recoger todo lo que encontraba de Orihuela. Me acuerdo de recibir catálogos de librerías de los que él compraba cualquier cosa que llevara el nombre de Orihuela. Un viaje de un francés que había pasado por aquí en el siglo XVIII, lo compraba. Lo recogía todo e hizo un gran archivo Tuvo la suerte de que conoció a Miguel Hernández e incluso le ayudó a entrar a una notaría cuando él dejó el cargo de oficial y ganó las oposiciones de maestro. Al ser hijo único yo viví todo aquello, mi casa estaba llena de libros, de papeles, de cosas relativas a Orihuela. Me lo transmitió y así he seguido yo.

- ¿Ese archivo dónde está?

- En mi casa. Recuerdo haber visto aquí a Claude Couffon, catedrático de La Sorbona que vino haciendo un trabajo sobre Miguel Hernández y le acompañé con mi padre, yo era pequeño. Aquel hombre decía que cómo teniendo a ese personaje no se le ensalzaba mejor. Es el gran olvidado, se han hecho cosas pero ahí tenemos la casa natal, cerrada. Hemos perdido la ocasión de acoger el legado en vez de que se fuera a Quesada. Miguel Hernández es un gran personaje oriolano, como lo fue Fernando de Loazes, porque hay que pensar que este último consiguió el Obispado para Orihuela. Pasamos de villa a ciudad sin tener obispo, cosa que por ejemplo en Italia no pasaba. Él actuó como Síndico en Las Cortes del Reino de Aragón y consiguió que se concediera el Obispado. Todo eso me hizo aficionarme a las cosas de Orihuela y seguramente eso habrá sido lo que se ha tenido en cuenta para nombrarme.

- ¿Ha pensado dar a conocer ese archivo de alguna forma?

- Tanto mi padre como yo, a cualquiera que ha venido preguntando, le hemos abierto las puertas. El director de la Fundación Cultural Miguel Hernández, Aitor Larrabide, el cronista oficial de la ciudad, Antonio Luis Galiano, Javier Sánchez Portas. Todo el que ha querido entrar ha tenido acceso.

- ¿Esperaba este cargo?

- No. De hecho cuando me lo propuso el alcalde le dije que no. Me gusta trabajar pero en silencio, no me gusta la pompa y la circunstancia. Le dije que no, que me lo pensaría, y le di la respuesta dos días después de que me lo propusiera.

- ¿Por qué cambió de opinión?

- Mi familia me hizo ver que era un honor, lo reconsideré y de hecho es un orgullo el ser Síndico.

- ¿Cómo ha visto evolucionar a las generaciones de oriolanos que han pasado por sus clases?

- Indudablemente en los primeros años, cuando yo llegué el colegio no era tan grande, la gente estudiaba más. Los planes de estudio han cambiado, pero la gente es muy noble. Estoy contento de haber estado siempre en contacto con la juventud porque tienen esa ilusión, ese punto de inocencia que ya no tienen los adultos. Sobre todo mantengo contacto con las primeras generaciones, me acuerdo gratamente de aquellas promociones. Se ve que cuando uno llega a mayor recuerda más las cosas antiguas que las modernas, pero he estado muy contento aquí.

- Es miembro de Manos Unidas, ¿es Orihuela una ciudad solidaria?

- Si. De hecho se me lo propuso el ser secretario y a mi mujer presidenta el equipo anterior y dijimos que sí. Acabamos de terminar la tercera campaña y este año vamos a llevar la ayuda a La India, a una organización de Los Salesianos que nos pidieron ayuda para un internado parecido a San José Obrero. Hemos recogido 50.000 euros de los 58.000 que sumaba el proyecto en Orihuela, pedanías, Bigastro, Benferri y Jacarilla, porque se organiza por arciprestazgos, tenemos el 1 y el 2. Manos Unidas es una organización de la Iglesia Católica, el equivalente a Cáritas pero en el extranjero. El año pasado ya ayudamos a unas monjas de Camerún que necesitaba una ambulancia medicalizada.

- Ha formado parte de Amigos de Orihuela, se le considera un enamorado del patrimonio de su ciudad y como Síndico, ¿qué propone para ese patrimonio?

- Hay casos sangrantes, como es el del Palacio Rubalcava, no se cómo se ha llegado a ese extremo. La rehabilitación de la Torre de Embergoñes, que está muerta de risa con ese depósito encima, hay muchas más cosas. Ha surgido una asociación de amigos del Castillo pero yo creo que antes habría que actuar en otros sitios. Tenemos un Plan Especial del Casco Histórico que realmente no se ha puesto en marcha. Hay actuaciones dignas como el Museo de la Muralla, rehabilitar la zona y hacer la Universidad, pero Orihuela tiene un potencial impresionante. En Europa hay ciudades más pequeñas que tienen su patrimonio hecho una tacita de plata, y aquí hay que poner de acuerdo al Ayuntamiento, la Iglesia, el comercio, y hacer un turismo cultural de verdad. La Corporación saliente implantó paseos culturales y una puesta en valor del patrimonio, pero queda mucho más. Aquí no se ha puesto dinero desde La Luz de las Imágenes, el gobierno valenciano se volcó, pero después ya nada.

- ¿Qué significa para usted la Enseña del Oriol?

- Es un referente y tiene una categoría como la de la Señera valenciana. Orihuela era, dentro de la Comunidad Valenciana, la capital de una de las dos gobernaciones que había. Es un emblema que une a todos los oriolanos y junto con el ave heráldica, el Oriol, es un símbolo que cualquier ciudad se daría con un canto en los dientes por tener.

- ¿Cómo recuerda los desfiles del Oriol cuando era pequeño?

- Eran muy sencillos, yo iba con mi padre y mi madre y se daba la clásica vuelta a los puentes junto con el Cabildo de la Catedral, los concejales, me acuerdo vagamente de don Antonio Roda. Se acababa con un limón helado. Me impresionaba sobre todo cuando llegábamos a Santa Justa y el Pájaro se inclinaba. Para mí tenía un halo de misterio junto con las dos luces del Castillo que se veían por la noche. Los Moros y Cristianos le han dado una vuelta de 180 grados, le han puesto el boato y la pompa, pero el símbolo sigue estando y el núcleo de la celebración es igual. Yo lo que haría, y se lo dije al alcalde, era adelantar esto. Coincido con el Embajador Moro en que se debería hacer una alborada sobre todo por el calor que hace. Sería bueno que al alba se hiciera todo el proceso para que a las diez o las once hubiera terminado el evento. Pienso que no rompería ningún esquema de la celebración.

- También ha sido festero en los Moros Viejos, y hoy el Día del Pájaro no se entiende sin los Moros y Cristianos, ¿cómo ha visto evolucionar también esta fiesta?

- Bastante bien, de hecho se formaron las comparsas y aunque algunas desaparecieron en el proceso otras se han hecho muy grandes. Es muy positivo todo lo que se ha hecho desde que la instauraron siete oriolanos, uno de ellos mi primo Antonio Giménez Lozano, a partir de ahí se han consolidado de manera positiva.

- ¿Qué le va a pasar por la cabeza cuando empuñe la bandera?

- Recuerdos. Recuerdos de mi familia, de mi padre, y supongo que una emoción incontenible. Recuerdos, fundamentalmente de mi niñez.

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