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Una carroza que emula una tetería árabe con integrantes de los Realistas y familiares del Embajador Moro.
Los Realistas exhiben su poderío moro

Los Realistas exhiben su poderío moro

La comparsa embajadora del Bando de la Media Luna puso en la calle un espectacular boato

Joaquín Andreu Esteban

Sábado, 18 de julio 2015, 00:32

El Bando Moro realizó ayer su desfile de entrada en las calles de la ciudad con un despliegue de vistosidad que estuvo encabezado por la comparsa que este año ha protagonizado la Embajada, los Moros Realistas, que arroparon como nunca a su máximo representante en la más alta distinción en cualquiera de ambos bandos que viven una incruenta batalla, su embajador, Ricardo Pérez Zambrana.

La comparsa con sede en la Avenida de España puso sobre el asfalto todo un derroche de tropas, aromas, danzas, música, colorido y también de diversos animales mecánicos para recrear escenas de los distintos reinos islámicos del siglo XIII en su camino hacia la toma de la mítica Uryula. Un desfile que no dejó indiferente a nadie y que fue el encargado de hacer de prólogo al resto de comparsas de la Media Luna que deleitaron a las miles de personas que no quisieron perderse el primero de los dos desfiles grandes de las Fiestas de la Reconquista oriolana.

Como es habitual el cortejo estuvo encabezado por la Armengola de este año, Ángeles Vidal, elegantemente vestida y con la vara de mando asida en su mano fue la protagonista del preludio de lo que se iba a vivir en una noche menos sofocante de lo esperado. Tras ella comenzó todo el cortejo de la comparsa azul y plata que se gustó en todo el desarrollo del Boato Moro. Con él quisieron trasladar a los espectadores hasta el otoño de un remoto 1243 cuando a todos los reinos musulmanes llegaron las noticias de que la mítica Uryula sucumbió el embite de las tropas del infante Alfonso, y los distintos reinos de taifas con el apoyo de otros islámicos procedentes de lugares tan remotos como Siria, Arabia, Palestina o Egipto sumaron tropas a las magrebíes para intentar mantener la ciudad del Segura en manos sarracenas.

Con esa premisa los Realistas se esforzaron en poner de relieve que pese a que los moros pierden todos los años frente a la hegemonía del Bando de la Cruz sus adeptos son más numerosos y así escenificaron en varios bloques temáticos su particular visión.

En el primero de ellos se pudo ver el estandarte de una de las comparsas más familiares que hay y sobre dromedarios guiados por el más antiguo de los Realistas dejaron claro que el sonido y el estruendo, la música y la danza, iban a ser una de las señas de su puesta en escena. Así se pudo ver al socio más antiguo de la comparsa, Ginés Crespo, y tras él un grupo de tambores llegados desde la castellonense Almassora comenzaron a contagiar al expectante público de los sones moros. Estandartes de los distintos reinos que acudieron en auxilio para acompañar a los realistas fueron los siguientes en aparecer para iluminar la ciudad poco después con el emblema de la comparsa y que sirvió de símbolo de la alianza entre los distintos reinos moros.

Tras ese primer contacto con la calle llegó uno de los cargos de la comparsa en esta edición del 2015, su abanderada, Ana Gil Fernández, que estuvo arropada por mujeres amigas con las que comparte la complicidad puertas adentro de la sede. A ellas siguió el despliegue de las diversas filas que suele poner en la calle año tras año la comparsa que esta edición ha tenido el honor de abrir el cortejo de la Media Luna, sus tropas Reales, con fieles guerreros y féminas que procedieron a querer reconquistar la que siempre fue su tierra. Así se sucedieron hasta ocho de ellas, intercalándose las de mujeres y hombres y poner fin al primer bloque de su Boato.

Poco tardó en llegar el segundo de estos, con reminiscencias africanas y tropas de este continente. Las voces de un coro tribal envolvió entonces con sus sones todo el recorrido que comenzó en La ocaras y acabó en la Plaza Alfonso XIII. Bailarinas ataviadas con trajes que evocaron los colores de la sábana, desde el amarillo de sus amaneceres hasta los intensos naranjas del ocaso o el rojo pusieron esa paleta cromática.

No tardaron en aparecer poco después de ese primer número musical lo que sería una de las sorpresas de la noche en la interpretación de los paisajes árabes con los que deleitaron los Moros Realistas, los animales articulados por figurantes que dieron el punto salvaje a la naturaleza del Boato. Rinocerontes, caballos, ñus y hasta un gorila deambularon entre el cortejo del desfile. Las bestias precedieron a una carroza y la escuadra especial capitaneada por el presidente de la comparsa, Pepe Vegara, para poner el broche a ese segundo bloque temático.

El tercero cambió las tornas africanas por las arábigas y los embriagadores perfumes de la península envolvieron con su sensual fragancia para hacer viajar a los espectadores con sus sentidos a una época rica y próspera, ofrecida por un grupo de niñas que fueron seguidas de una coreografía ataviadas como sirvientas de un harén. Sus acompasdos y armoniosos movimientos guiaron el camino a seguir por las damas y princesas que conformaron el harén del padre del embajador, Ramón Pérez Cases, que estuvo escoltado a su vez por personas de su confianza como Paco Lozano, Pedro Arenas, o Luismi Zambrana.

Tampoco faltó la música marroquí ni la recreación de una danza que emuló a una tetería por unas bailarinas y que dejó paso a la favorita del Embajador. En esta parte las plantas fluviales dejaron entrever a una coreografía de avestruces que protegieron a la esposa de Ricardo Pérez, María Jesús Aniorte, de miradas indiscretas.

Ella, junto a las hijas de ambos, Lucía y Daniela, esta última además Abanderada Infantil de los Realistas, fueron arropadas por nuevos números de ballet, y fueron las encargadas de servir de preludio a la parte final de la Embajada, porque llegaba el turno de ver al máximo exponente del Bando de la Media Luna en su imponente carroza adornada con guerreros dorados en todos sus lados. El escudo heráldico del jefe moro estuvo seguido de sus caballeros de la fila Aben Mamao, a lomos de dromedarios y con parte de la familia de Pérez Zambrana, su sobrino, hermano o cuñado también integrados en esa zona privilegiada del cortejo. Parte de la fila que capitanea en la comparsa Ricardo Pérez siguieron a unas bailarinas mercenarias guerreras para después ser el propio Embajador el que con su hijo hizo su aparición escoltado por catorce compañeros que parecían dispuestos a todo con tal de proteger la vida de la familia del Embajadora lomos de los animales del desierto.

La comitiva la cerró un grupo de feroces mercenarios que puso el colofón a un desfile de los Realistas con el que quisieron reivindicar que la media luna, los alfanjes y cimitarras tuvieron su momento de gloria como símbolo de una Uryula que dejó de ser mora para pasar hoy a manos del Bando Cristiano.

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