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La carroza del Embajador, Dámaso Aparicio, escoltado por una escuadra de guerreros. :: alberto aragón

Boato Rabalochero

La Comparsa Contrabandistas se luce en la Entrada Cristiana con un espectáculo en el que los caballos cobraron especial protagonismo

Joaquín Andreu Esteban

Domingo, 19 de julio 2015, 01:12

Como es habitual de nuevo la Armengola encarnada este año por Ángeles Vidal se encargó de encabezar un cortejo como el cristiano al que guió tras la bandera de la Asociación y las de las comparsas cristianas entre aplausos en su deambular por las calles. La máxima exponente de la figura femenina de las fiestas lució en esta ocasión un vestido azul y la capa con los escudos de las comparsas como distintivo de su poder junto a la vara de mando.

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Tras la Armengola llegó el momento esperado por los espectadores que pudieron disfrutar de una noche algo más apacible que la víspera y la bandera de los Contrabandistas no tardó en llegar para anunciar lo que sería un derroche de espectáculos ecuestres. Los caballos fueron pieza fundamental de la Embajada Cristiana que comandó Dámaso Aparicio, quien puso en la calle un desfile con claras reminiscencias al barrio donde se encuadra la comparsa y él mismo.

El eje temático que eligió la que es la comparsa más numerosa de las que conforman el Bando de la Cruz transportó al público a aquellos años en los que bandoleros, contrabandistas y cristianos lucharon con bravura contra los infieles y procuraron plantarles cara escondidos entre los caminos y matorrales, con el trabuco en ristre y furtivos entre las sombras para sembrar el miedo entre el adversario. Hombres fuertes y rudos que tienen por orgullo que su cuna es uno de los barrios más tradicionales de la ciudad, el Rabaloche, al que rindieron su singular homenaje en varios de los pasajes de su Boato.

De llevar el estandarte con los símbolos del trabuco y la gran navaja que les caracteriza se encargó Ramón Navarro, que estuvo seguido de un grupo ecuestre que derrochó arte y fantasía sobre el asfalto. Media docena de jinetes dieron buena cuenta de su maestría en diversas evoluciones que arrancaron la admiración de los espectadores, como también las de un caballo guiado a rienda larga en un ejercicio de alta escuela.

A partir de ese momento en el que los Contrabandistas se aliaron con uno de los animales más bellos del mundo empezaron a desplegar su poderío las filas de hombres y mujeres que nunca olvidan que su origen festero en el Arrabal Roig es inherente al de la ciudad. Todas ellas fueron guiadas perfectamente por sus cabos femeninos y masculinos. Sus nombres evocan todos los apelativos de estos cristianos que se encargaron de desfilar con su particular modo de interpretar el pasodoble 'Paquito el Chocolatero', omnipresente durante todo el Boato, con sus pasos del 'caballito' que inventó el malogrado Mario Vargas. Las Pikaras, Bandoleros del Alba, Guerrilleros, Bandoleras del Tempranillo, Las Navajeras, Jaime el Barbudo o Las Goyescas, entre otras, no cesaron de moverse al ritmo de ese compás que escuchan desde pequeños en la comparsa que instala su cuartel en el barrio, un pasodoble inherente a la Fiesta y que es una de sus señas de identidad.

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Con todas las filas por delante llegó el momento de ver las dos partes de la Embajada Contrabandista. Así se pudo ver el estandarte de su representante sobre un coche de caballos, una bandera creada para Aparicio con un diseño muy original en el que se podía apreciar la famosa 'Esquina del Pavo', el pico del Palacio del Marqués de Arneva que para los rabalocheros supone el inicio del barrio. Así el ave posada sobre la navaja contrabandista y con el manto también típico de estos bandoleros quedó rubricado con las dos luminarias que recordaron a las santas Justa y Rufina. Tras otro conjunto de caballos un grupo de niñas dieron paso a un escuadrón de la Comparsa Zíngaros de Elda, invitada para sumarse a la fiesta bandolera, y que estuvo comandada por un cabo batidor a caballo que les guió en el desfile. Caballos no faltaron como un poderoso ejemplar de pura raza con nombre Estimado, como el primer toro que se lidió en el coso oriolano y que precedió a una fila femenina de invitadas de la esposa del Embajador, Carmen Sánchez, y otra de amigos y familiares de Aparicio, que sirvieron de engarce con la segunda parte del Boato. En esta parte final no faltaron números de fuego ni de cetrería como preludio a la fila que rinde homenaje al contrabandista más famoso, Mario Vargas, y a la que Aparicio pertenece desde hace 22 años. Este cerró el cortejo desde una carroza con diversos elementos propios de la comparsa y en la que estuvo junto a su mujer y su hija, que es la abanderada infantil de este año, Carmen Aparicio y su hijo pequeño, quienes agradecieron desde su atalaya las muestras de cariño y aplausos que arroparon el Boato cristiano más rabalochero.

L a Comparsa Contrabandistas puso ayer el broche final a las Fiestas de la Reconquista de Orihuela con la puesta en la calle de su Boato dentro de la Entrada Cristiana y con el que esta agrupación se mantuvo fiel a lo que son sus desfiles. Espectáculo y ritmo marcaron la noche en las calles del centro de la ciudad.

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Miles de personas vieron a una de las comparsas más características de los desfiles del Bando de la Cruz desde que fue fundada hace cuatro décadas dentro de la Agrupación Armengoles y como suele ser habitual deleitaron a todos con sus particularidades y en el que este nutrido grupo de festeros no olvidó sus orígenes rabalocheros.

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