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Pilar M. Maciá
Lunes, 10 de agosto 2015, 00:31
Con el convencimiento de que terminar la carrera ya es un premio, los ocupantes de los nueve autos locos que ayer se dejaron caer desde las calles más altas de Bigastro hasta el centro del pueblo emprendieron una carrera que alcanzó en su localidad su séptima edición en el marco de las fiestas que se celebran cada agosto en honor de San Joaquín. Los vecinos se levantaron temprano para tratarse de un domingo de agosto y en medio de su calendario festivo, pero la ocasión merecía la pena, y buscaron un lugar en el que apostarse para ver bajar a los autos locos por distintas calles del pueblo.
Las sombras fueron los espacios más cotizados, aunque muchos no dudaron en salir de casa pertrechados con sombrillas para mitigar en lo posible el sol que pegó fuerte. En la carretera que conduce hacia La Pedrera se concentraron los participantes, cuyos vehículos fueron revisados por miembros de la Comisión de Fiestas San Joaquín antes de colocarles su número de salida. Un total de nueve se dejaron caer cuesta abajo y prácticamente sin frenos. Un fórmula uno rojo fue el primero en tomar la salida y tras coger la velocidad típica de un Ferrari se empotró en la primera curva contra las balas de paja instaladas, así que llegó abajo con el morro algo arrugado. Le siguieron un coche de bomberos, otro de mafiosos, el camión de los Minion, una zanahoria, el coche de Barbie o un chupa chups gigante entre otros. El público siguió divertido las maniobras que hicieron para llegar enteros hasta la línea de meta.
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