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Joaquín Andreu Esteban
Miércoles, 6 de enero 2016, 00:37
Los oriolanos pudieron ayer por la tarde volver a entonar una de las canciones navideñas con la que han crecido diversas generaciones de vecinos porque la tradicional Cabalgata de Reyes volvió a partir de su emplazamiento habitual, Las Espeñetas, una vez que el cambio de gobierno ha propiciado que no saliera de las calles de La Ocarasa como en años precedentes, opción que siempre fue muy criticada por el PP por romper una tradición en la ciudad.
Así miles de vecinos y espectadores llegados de otras zonas del municipio disfrutaron de la noche más ilusionante para los niños, aunque la magia de los Magos de Oriente les hizo multiplicarse en un total de catorce cortejos desarrollados entre el casco urbano, pedanías y el litoral. Melchor, Gaspar y Baltasar tuvieron ayer una jornada intensa que comenzó temprano. Si el día antes rindieron visita a los niños ingresados en el Hospital Comarcal la mañana la emplearon en otros menesteres propios de su cargo como recibir de manos del alcalde, Emilio Bascuñana, las llaves de la ciudad para poder entrar a ella y repartir con sigilo sus ofrendas entre los pequeños en forma de juguetes.
Llegaron al edificio consistorial a lomos de dromedarios y fueron recibidos por una representación de la Corporación municipal para partir después hacia el Teatro Circo, una de las novedades de este año, y allí escuchar los últimos deseos de los niños, quienes los depositaron en forma de cartas en el buzón real. En otras ocasiones los Reyes Magos atendían a estos tras la Cabalgata en La Glorieta pero este año la fórmula ha dado buen resultado a tenor de la afluencia de familias enteras a esa audiencia previa «porque también es un modo de tener entretenidos a los críos hasta que salgan a la calle y se ponen menos nerviosos», reconoció una madre que esperó con sus hijas debajo del balcón consistorial a que Sus Majestades de Oriente lanzasen el primer saludo a los niños. Estos se dejaron fotografiar a placer antes de encaramarse en las monturas y cruzar la ciudad para atender el cúmulo de peticiones que tenían pendientes.
Tras pasar toda la tarde preparando las sacas de juguetes para lo cual contaron con la consabida colaboración de los laboriosos pajes que les acompañan en su periplo de casa en casa llegó el turno de dejarse ver en un recorrido que desde antaño ha sido el que han tenido en la retina los vecinos, que se dieron cita en multitud durante todo el trayecto hasta que la comitiva real se deshizo al final de la calle San Gregorio.
Todo el itinerario estuvo vallado con telas para que el público no se lanzase hacia el cortejo lo que supuso dar orden a la Cabalgata y evitar incidentes, a lo que se sumó la presencia de efectivos de la Policía Local y de Protección Civil. El frío fue una de las notas de la noche tras pasar unos días en los que la temperatura recordó más a las jornadas primaverales que a las de principios de enero pero no fue obstáculo para que las caras ensimismadas fueran la imagen dominante. Incluso el molesto y fuerte viento que se originó a mediodía se calmó en parte para rendir agasajos a la comitiva real.
Melchor, Gaspar y Baltasar no llegaron solos porque algunos de los personajes de películas de animación más conocidos se sumaron a una comitiva en la que cerca de trescientos figurantes pusieron las notas de música, color y fantasía. Así fueron algunos pitufos o Bob Esponja los que abrieron la comitiva junto a uno de los villanos animados más conocidos como Gru los que encabezaron el cortejo. Tampoco faltaron otros personajes no menos simpáticos y traviesos como los Minions que se dedicaron a bailar con el público o a hacerse diabluras entre ellos. A ellos les siguió una treintena de bailarinas de la academia de Ana Belén Navarro también caracterizadas como los simpáticos muñecos al ir ataviadas como estos personajes.
Tras la apertura de la Cabalgata por Gru y sus compañeros cinematrográficos la segunda parte del desfile de los Magos de Oriente fue más tradicional. Portadores vestidos de hebreos deslizaban un bosque de palmeras y un grupo de pastores con su rebaño de cabras daban ese aspecto de siempre a lo que es una Cabalgata de Reyes.
Una representación de oficios con un panadero a pie de horno fue otro de los atractivos de la parte central del cortejo previo a la aparición de los reyes mágicos, al igual que una fragua con un herrero. Dentro de la representación no faltó la escenificación del portal de Belén en una carroza tirada por una pareja de enormes bueyes que a paso lento portaron a María, José y el Niño Jesús. Otros ejemplares también despertaron el entusiasmo de niños y padres al ver su inmensidad y paso lento.
El público estaba contento con lo que estaba viendo pero la impaciencia anhelante de los más pequeños comenzó a asomar en unos rostros bien pertrechados de ropa de abrigo, porque los niños deseaban que llegaran los protagonistas de la noche, esos tres personajes ancestrales a los que han mandado por escrito sus peticiones y que de madrugada entran por balcones para entregar los objetos más preciados.
Para eso todavía quedaba un rato ya que otro grupo de baile ataviado como estrellas doradas y blancas serviría de engarce con el Boato que precedió a los Reyes Magos.
Primero llegaron algunos de sus pajes vestidos con indumentaria árabe y una coreografía de banderas, hebreos con velas, además de músicos con clarines y tambores. Estaban cerca Melchor, Gaspar y Baltasar y la impaciencia cogió el relevo del fresco nocturno. Los porteadores de pebeteros con fuego anunciaban que ya quedaba poco para ver a los Magos de Oriente tras los pajes con los cofres de las ofrendas que todos los años llevan hasta los pies del pesebre de Belén: oro, incienso y mirra.
Melchor abrió el séquito ataviado con sus mejores galas y como el resto de sus egregios compañeros optó este año por hacerlo no en carroza y si a lomos de los dromedarios, mucho más adecuados para viajes por las remotas tierras desde la que salen todos los años para repartir ilusión desde sus alforjas. Tanto él como Gaspar y Baltasar estuvieron rodeados de pajes a sus flancos y los tres lanzaron saludos, besos y miradas cómplices a los niños, con la mirada absorta porque tenían enfrente a quienes horas después iban a satisfacer sus deseos en forma de regalos.
Entre aplausos se encaminaron por calles repletas de niños deseosos con el calor de las voces blancas del coro de la Asociación Cultural Amigos de la Música y la Danza de Orihuela (Acamdo) que entonó villancicos. Al final llegó el tren turístico con el reparto de juguetes que otros veinte pajes se encargaron de distribuir para evitar aglomeraciones en el que fue un desfile de Noche de Reyes que devolvió a los orígenes la Cabalgata principal del municipio porque en Orihuela los Reyes Magos siempre vienen por Las Espeñetas.
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