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Joaquín Andreu Esteban
Domingo, 28 de febrero 2016, 01:29
El cortijo se encuentra en lo más recóndito de este barrio rodeado de huertos y casas solariegas que antaño lucieron porte y ahora se utilizan más como almacenaje de aperos agrícolas. Una incursión en él invita a olvidarse de las nuevas tecnologías para disfrutar de los placeres del campo.
La idea. El objetivo con el que nació
es la realización de actividades ligadas al medio ambiente e inculcar sobre todo a los niños el gusto por los animales y la agricultura. Ofrece como atractivo el poder apadrinar gallinas y que luego quienes lo hagan puedan llevarse las puestas de huevos para su consumo doméstico. No solo existe la posiblidad de adoptar aves puesto que también dispone de parcelas para que los interesados cultiven sus huertos en régimen ecológico y se puedan autoabastecer de lo que siembren solo con la premisa de no usar pesticidas.
Los socios.
En la actualidad son en torno a setenta los integrantes que disponen de una finca en el Barrio de Los Pérez de Los Montesinos. La procedencia es dispar puesto que hay asociados de muchas localidades de la Vega Baja y entre ellos hay extranjeros que residen en la comarca a los que les gusta este tipo de actividades al aire libre.
El lugar.
El colectivo ocupa en torno a cuatro mil metros cuadrados de los 11.000 de la hacienda familiar del oriolano Tomás Cánovas, promotor de la idea con otros seis socios fundadores, y que ha cedido durante tres años.
El presidente de la asociación es el oriolano Tomás Cánovas Séiquer, un arquitecto técnico que ha desarrollado toda su actividad profesional en el mundo de la construcción y un experto en técnicas de ermografía, especialidad de la ingeniería que, por medio del calor, permite detectar fugas eléctricas en las edificaciones. Cánovas empezó a fraguar la idea de dar un cambio a su vida el pasado agosto y convenció a amigos para embarcarse en el proyecto. Son siete los socios fundadores de la asociación entre los que están dos profesores de música que imparten clases en el vecino Conservatorio de Torrevieja y dos comerciantes como Pilar Caselles y Pedro Pastor, que se dedican a la vente de productos de la huerta a través de la empresa Alacena de la Vega. También forma parte de la idea original una hostelera salinera como Mercedes Escamilla y la pintora y arquitecta Mercedes Haro.
Cánovas explica que la idea surgió durante un viaje a Cuenca donde había una asociación similar y se decidieron a implantar la idea en la Vega Baja, «porque es el lugar ideal para vivir experiencias de este tipo y fomentar actividades que tiene ver con el medio ambiente y el gusto por los animales». El presidente se lanzó a la idea y aportó de su patrimonio familiar parte de la finca que ha cedido a la asociación durante tres años sin gasto alguno, en concreto cuatro mil de los once mil metros con los que cuenta la hacienda. Tras el verano y después de cumplimentar todos los requisitos burocráticos la asociación comenzó a andar y a arreglar las instalaciones para acoger a las gallinas que luego son apadrinadas, pero a finales del año pasado llegó lo que denomina «el día de la gallina» puesto que el 1 de diciembre trece de las aves que tenían murieron por el ataque de lo que creen fue una comadreja. De ahí a que tras las vacaciones navideñas emprendieran la tarea de comprar más animales para un colectivo que suma ya a unos setenta socios además de los niños, que no pagan cuota alguna hasta los catorce años.
«El propósito que tenemos es difundir el respeto por el entorno y el contacto con la naturaleza», describe Tomás Cánovas, quien relata que la procedencia de los integrantes es dispar, puesto que hay gente de Orihuela, San Miguel, Torrevieja, Dolores y también un buen número de extranjeros residentes en la costa oriolana como ingleses, escoceses o o suecos y alemanes de otras poblaciones de la Vega Baja. De las trece gallinas originarias diez fueron aniquiladas por el depredador, lo que ha motivado que hayan reforzado el corral donde estas se guarecen. «Ahora es un 'gallibunker'», dice jocoso el responsable del colectivo, quien añade que uno de los socios donó ocho aves para reponer las bajas. Se salvaron las que considera emblemas del Cortijo de Los Pérez, 'Petra' y 'Cloe' y ahora cuentan con once además de un gallo. De ellas varias ya tienen padrinos, y el objetivo de hacerlo es «alimentarlas y cuidarlas y que los socios, sobre todo los niños más pequeños se responsabilicen de cada animal y que aprendan que cuidarlos es una satisfacción», apunta el presidente, quien indica que en la actualidad las nuevas generaciones no han tenido contacto con animales de corral y añade que muchos de ellos «piensan que los huevos que se comen en sus casas salen de las estanterías del supermercado, de ahí que nuestro objetivo sea inculcarles ideas que por el hecho de vivir en ciudades se han ido perdiendo con el paso del tiempo». Para hacerlo cada uno de los socios paga una cuota de inscripción de un euro y 7,30 después, que permiten a esta entidad sin ánimo de lucro mantener los animales que «salen a pasear como ocurría antes, por huertos y zonas verdes y no como ahora que están metidas en cajones en granjas industriales».
«De este modo los fines de semana vienen muchas familias y los niños disfrutan del aire libre, se responsabilizan de su alimentación y se recogen los frutos», apunta Cánovas. Esos 'frutos' como lo denomina el promotor de la iniciativa no es otro que recoger la puesta de las gallinas, lo que permite que los socios dispongan de los huevos «que ofrecen un sabor diferente a lo que se está acostumbrado a comer hoy día», aunque precisa que por la juventud de los ejemplares el ritmo es lento «pero aún así se pueden llevar alguno que otro o comérselo aquí», ya que el cortijo además cuenta con una casa que permite hacer comidas de convivencia entre los asociados.
No es el único de los objetivos, porque otra de las metas que se ha marcado la asociación es la recuperación de diferentes especies de estas aves de corral y recuperar razas en desuso. Así junto a las ponedoras se pueden encontrar con gallos americanos y ejemplares andaluces, blancas y grandes; y otras más extrañas como las rumanas de cuello largo y pelado que aportó un socio granadino que importó los huevos desde este país. Murcianas y alicantinas completan la colección de gallináceas «porque nos interesa que conozcan la variedad que hay».
L os amantes de los animales se decantan más por tener como mascotas a perros, gatos o pájaros, porque son los más habituales para vivir en las casas pero un colectivo de la comarca ofrece otras posibilidades tanto a niños como a adultos. La Asociación Cultural Cortijo de Los Pérez surgió para fomentar entre los adultos, pero sobre todo entre los niños, el gusto por la naturaleza y el medio ambiente, y lo hace con una curiosa iniciativa ya que promueve la adopción de gallinas. Coge el nombre del barrio de Los Montesinos donde desarrolla todo tipo de actividades ligadas a la ecología y donde este animal de corral campa a sus anchas.
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