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El Caballero Cubierto, dispuesto a salir de la Catedral tras su recorrido por el interior. :: alberto aragón

Orihuela entierra a Cristo

La ciudad cumple con una tradición con cinco siglos de historia en la procesión de Sábado Santo

Pilar M. Maciá

Domingo, 27 de marzo 2016, 00:34

Sábado Santo, «entierro, sobriedad, silencio». El Caballero Cubierto, Tomás Sáez, se para un instante bajo el dintel de la Puerta del Loreto de la Catedral pasadas las ocho de la tarde. Toma aliento y entra, enarbolando la bandera enlutada que abre el cortejo del Santo Entierro de Cristo. Sábado Santo, Orihuela no echa la vista atrás, simplemente el tiempo no pasa en una tarde en la que el sol siempre de deja caer con destellos naranjas sobre el claustro de la antigua Universidad de Santo Domingo mientras dentro se vive uno de los momentos más solemnes de una Semana Santa que ya casi termina. Fuera los músicos, los armaos y el público aguardan la salida del pasacalles que anuncia por toda la ciudad que de nuevo es Sábado Santo y que Orihuela se reviste de solemnidad para acompañar a Cristo muerto en su vuelta a los puentes.

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La última tarde del horario de invierno hizo que la procesión ya saliera del Ayuntamiento bajo la luz de las farolas y focos que han iluminado todos los recorridos de la Semana Santa desde el pasado domingo. Minutos antes los hombres del Raiguero de Bonanza se echaron a La Diablesa al hombro para llevarla desde su casa en San Juan de Dios hasta la esquina del pavo. Su silencioso avance acompañó a la talla, única, que Nicolás de Bussy entregó al gremio de labradores de la ciudad en 1695.

A esas alturas solo el Caballero Cubierto, Tomás Sáez, llevaba puesta una chistera que tanto los concejales como sus antecesores en el cargo dejaron en algún lugar del Palacio del Marqués de Arneva. Escoltado por dos niños enfiló la procesión hacia la calle Santa Justa donde ya aguardaban desde hacía rato las decenas de hombres pertrechados de velas que alumbraron el cortejo. Al paso de Tomás Sáez se incorporaron poco a poco, en silencio, a la procesión.

El mayor grupo de alumbrantes fue el que medió entre el Caballero Cubierto y San Juan, portado por integrantes de la Cofradía Ecce Homo y alumbrado apenas por las farolas. La dieciochesca talla del más joven de los apóstoles lució, como es habitual, la misma palma con la que el obispo, Jesús Murgui, participó en la procesión de Domingo de Ramos. El prelado, quien no se ha perdido un Sábado Santo de Orihuela desde su llegada a la cátedra, se incorporó a la procesión al paso de su abanderado por el interior del principal templo de la Diócesis.

Otro grupo de alumbrantes precedió al Triunfo de la Cruz (La Diablesa), que se abrió paso entre el público que cortaba la calle Mayor a la altura de la Puerta del Loreto. Apenas hizo falta decir nada y quienes aguardaban allí se apartaron para dejarle continuar con su particular y única procesión. La imagen aguardó al resto del cortejo junto al recientemente iluminado claustro para incorporarse de nuevo en su lugar. Toda la ciudad estuvo representada, en este punto se incorporaron los integrantes de la Junta Central de Moros y Cristianos y de la Junta Mayor de Cofradías, Hermandades y Mayordomías de Semana Santa. Entre ellos el otro protagonista de la tarde, Cristo Yacente de Séiquer Zanón en su imponente urna de Balaguer, de nuevo sobre los hombros fuertes del Raiguero. Los Armaos de nuevo fueron numerosos en su participación, entre ellos su abanderado, Fernando Sáez, quien ayer ejerció en su cargo y estuvo junto a su padre, el Caballero Cubierto, de otra manera. De hecho tanto él como el Emperador, Ángel Bejarano y el Capitán, Antonio Estañ, repetirán en sus respectivos cargos el año que viene, aunque ayer tanto ellos como el resto de integrantes de esta sociedad culminaron la Semana Santa de su 125 aniversario.

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El último lugar en la procesión, no por ello el menos importante fue para la madre, La Soledad a la que el Caballero Cubierto cambió ayer para tener el privilegio de llevar la batuta de la procesión puesto que Tomás Saéz es además, y entre otras cosas en la Semana Santa, presidente de la Hermandad de los Pilares de La Soledad, quienes le dieron escolta una vez más durante este doloroso trance. Cerró la comitiva el alcalde, Emilio Bascuñana, acompañado por la concejal de Festividades, Mariola Rocamora y los síndicos que han llevado en sus manos el Oriol durante los últimos años en el Día de la Reconquista.

El largo cortejo se retiró con apenas tiempo de descansar para presenciar la última de las procesiones de la Semana Santa, ya de madrugada, con la Hermandad de la Resurrección. Esta misma agrupación volverá a salir a la calle este mediodía para mostrar su júbilo con el sonido de sus tambores, que acompañarán junto con el nutrido grupo de niños que cada año se suman a ellos, a las imágenes de Salvador Resucitado y la Dolorosa a la Catedral el primero y al Monasterio de San Juan la segunda, para acabar por primera vez esta procesión en el árbol de la paz que estará en la Glorieta Gabriel Miró.

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