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Lluvia de aleluyas sobre los tronos de Salvador Resucitado y La Dolorosa, tras el encuentro. :: alberto aragón
Estruendo por la Resurrección

Estruendo por la Resurrección

Una cada vez más numerosa tamborada cierra los actos de la semana mayor oriolana

Pilar M. Maciá

Lunes, 28 de marzo 2016, 00:32

La más alegre de las hermandades de la Semana Santa oriolana vivió su madrugada más larga en el tránsito del Sábado Santo al Domingo de Resurrección. Un año más su procesión estuvo marcada por el estruendo de los tambores a los que ayer a mediodía se sumaron centenares de niños que a la Hermandad de la Resurrección en el traslado de sus imágenes y la posterior tamborada que este año culminó en la Glorieta Gabriel Miró, junto al 'árbol de la paz' plantado el año pasado con motivo de las Jornadas sobre Jesús de Nazaret que organiza esta agrupación pasional.

Sobre las dos de la madrugada se produjo el encuentro entre Salvador Resucitado, la talla más antigua de las que salen en procesión en la Semana Santa oriolana, y la pequeña virgen Dolorosa de Francisco Salzillo que durante todo el año guardan en clausura las monjas clarisas del Monasterio de San Juan. Un niño se encargó de retirar el puñal y sobre el cortejo que había salido del templo de las Santas Justa y Rufina llovieron miles de aleluyas impresas con los dibujos de los niños y niñas que cada año participan en el concurso que la hermandad organiza para la confección de estos papeles.

Miembros de la Sociedad Compañía de Armados, la Santa Cena, El Prendimiento, el Cristo de Zalamea, la Mayordomía de los Dolores y Nuestro Padre Jesús participaron en el cortejo en representación de todas las cofradías, hermandades y mayordomías, a los que siguieron los representantes de las asociaciones católicas de la ciudad. El padre Satorre, quien es además Hermano Mayor de la Resurrección, llevó en sus manos durante la procesión el Cirio Pascual y estuvo acompañado por Mari Juli Estañ, que fue la encargada de proclamar el Pregón Pascual en la Plaza Nueva.

Igual que llegaron, a excepción de La Convocatoria, que se retiró en dirección al Museo de La Merced tras participar en el último desfile del año, las imágenes y los hermanos volvieron hacia Santa Justa, a cuyas puertas, de nuevo, estaban convocados a mediodía de ayer. No estuvieron solos en la tamborada que cada año gana más adeptos tanto infantiles como adultos. Fueron cientos los que siguieron el toque característico de los tambores de la hermandad por un recorrido que cambió con respecto a otros años.

En lugar de hacer primero el desfile de los tambores, fueron sus participantes los que acompañaron a las imágenes del Resucitado y La Dolorosa a la Catedral el primero y al Convento de San Juan la segunda, de donde no volverán a salir hasta la Semana Santa del año que viene. En la llegada de la imagen de Francisco Salzillo al convento de clausura se vivió uno de los momentos más singulares de esta procesión, puesto que la virgen se enclaustra con las monjas que se encargan de su cuidado. Así, y puesto que las mujeres no entran a los espacios donde las hermanas desarrollan su vida, varios hombres de la hermandad relevaron a sus compañeras que habían llevado las andas de la imagen durante todo el recorrido para introducirla en el interior del convento.

A partir de ahí y por la calle Alfonso XIII desembocaron en Loazes, y aunque la meta fue en esta ocasión la Glorieta, la Resurrección no se olvidó de pasar por la que fue, en sus inicios, su sede canónica, la iglesia de San Agustín, para la que cada año han pedido su rehabilitación.

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