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Juan de Dios Rogel muestra la cimitarra que le regaló el Embajador Cristiano. :: a. aragón
El Embajador Moro convierte la terraza del Casino en su Alcazaba

El Embajador Moro convierte la terraza del Casino en su Alcazaba

Juan de Dios Rogel reúne a las huestes de los bandos de la Cruz y la Media Luna antes de encabezar a las tropas nómadas de Beduinos

Pilar M. Maciá

Lunes, 27 de junio 2016, 02:49

Convertida en Alcazaba, la terraza del Casino fue el escenario el sábado por la noche para que el Embajador Moro, Juan de Dios Rogel, recibiera a los bandos de la Cruz y la Media Luna en una recepción en la que cargos y amigos agasajaron al que se encargará, el 23 de julio, de encabezar a las huestes moras por las calles de la ciudad. El periodista Alberto Parra fue el encargado de presentar un acto sencillo en el que Rogel estuvo acompañado por su favorita, María de los Ángeles Esteban, por el alcalde, Emilio Bascuñana y por quienes son sus compañeros en esta aventura, el Embajador Cristiano, Antonio José Rubio de Caballeros del Rey Fernando, y Gloria Valero, Armengola 2016.

El protagonista de la noche fue definido como una persona que «ha tenido que sortear, como los que viajan por el desierto, algunas dificultades». Juan de Dios Rogel bromeó por tener que competir con la cita electoral de ayer e incluso con la Selección Española de Fútbol, una batalla que daba por perdido en caso de que La Roja hubiera tenido que jugar sábado por la noche, «no quería que España perdiera contra Croacia, pero tengo que reconocer que ha sido un alivio». El Embajador Moro agradeció el esfuerzo y dedicación de su junta directiva de cara a este año, y recordó a los que pudieron estar en esta recepción. Rogel entregó un regalo a los representantes de cada comparsa, un incensario traído desde un pueblo de Córdoba donde encontró artesanos que trabajan la cerámica marroquí. Del color de la arena del desierto y el azul de los tuareg recibieron el regalo los festeros, la Armengola y el Embajador Cristiano. Éstos también tuvieron un detalle con su compañero, un marcapáginas y una cimitarra respectivamente, mientras que el alcalde le impuso el escudo de la ciudad. El sol se puso en la noche más corta del año 1437 del calendario islámico y con la luna llegó una fiesta que se alargó hasta la madrugada.

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