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Miguel López mira hacia el Oriol que remata la Enseña oriolana. :: alberto aragón

La presencia de un Síndico ausente

Miguel López representa ante el Oriol a su padre, Eduardo López Egío, fallecido hace tres meses

Pilar M. Maciá

Domingo, 17 de julio 2016, 01:06

Por primera vez en la historia de la ciudad el Síndico Portador de la Gloriosa Enseña del Oriol no salió anoche al balcón del Ayuntamiento acompañando a la bandera que es el máximo símbolo de todos los oriolanos, la que aúna a personas de cualquier ideología y condición. No lo hizo por voluntad propia. De hecho Eduardo López Egío murió antes de que se le nombrara en este cargo otorgado, también por primera vez, a título póstumo. Fue su hijo, Miguel López Verdú, quien le representó, quien le hizo muy presente y quien pronunció un discurso en el que demostró que los valores transmitidos por sus padres han calado hondo en él. Tal y como confesó, su nombre no es Miguel por azar, sino como recuerdo al poeta universal, al cabrero de la calle Arriba cuyos versos recitaba con pasión Eduardo López y que ayer declamó con emoción su hijo: «Contemplad mi pueblo, cotemplad mi tierra».

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Sus palabras llegaron después de las del alcalde, Emilio Bascuñana, y se pronunciaron por primera vez desde hace varios años en presencia de un presidente de la Generalitat, Ximo Puig, quien volvió a Orihuela después de conocerse hace apenas unos días la apertura del expediente, por parte de la Conselleria de Cultura, para declarar BIC la Señera. Bascuñana disculpó la presencia de José Manuel García Margallo, ministro de Exteriores en funciones que no pudo asistir tras lo ocurrido en Niza y Turquía, y expresó sus condolencias «a todas las sociedades libres y democráticas, a todos los pueblos civilizados, a todas las personas de paz y de bien» además de pedir un minuto de silencio por las víctimas. El alcalde no dejó pasar la oportunidad, con el jefe del Consell delante, de defender el carácter de un pueblo, el oriolano, rebelde «contra la intolerancia y la imposición», y recordó a Puig que Orihuela «siempre se ha sentido valenciana», y que los oriolanos «siempre hemos aportado, con generosidad, lo mejor de nosotros para nuestra tierra». Así afirmó que «hablamos mayoritariamente castellano, pero somos tan valencianos como cualquiera» y recordó que muestra de ello es que el himno de la Comunitat se canta en castellano.

De ahí se centró en la figura del Síndico, al que califico de «oriolano activo, comprometido con tu pueblo», y pidió a su familia que disfrute de la distinción y del momento tan especial. Eduardo López Egío estuvo más presente aún en las palabras de su hijo. «Esta noche es tuya papá. Va por ti», dijo Miguel López antes de empezar a desgranar agradecimientos y reseñar que era el discurso del Ele, no el de su hijo, quien recordó que hasta en media docena de ocasiones las palabras del Síndico pronunciadas en ese mismo balcón salieron de la cabeza de su padre, aunque no salieran nunca de su boca, y se lamentó de que la oportunidad llegara «ahora, a destiempo».

Tan fiel a las palabras de Eduardo López fue Miguel, que soltó hasta un «hostias, hace falta que se muera uno 'pa' que lo nombren algo en este pueblo», y dijo que «en la noche más importante del año, en la ciudad más importante del mundo» se rindió homenaje a título póstumo no solo al Síndico 2016 «sino a todos aquellos grandes oriolanos y oriolanas que se lo ganaron a pulso y no gozaron del privilegio de vivirlo». Así, citó los nombres de Santiago Casanova, Joaquín Mas Nieves, Mario Vargas, Francisco Tormo de Haro, Conchita Martínez Marín, Joaquín Ezcurra, Pepe Baldó o Pedro Terol, y el de uno que sí que llegó a representar a la ciudad un 17 de julio: Domingo Espinosa.

Miguel López aprovechó para compartir tres reflexiones. «La primera es sobre la vida», y la relató a través de los valores de su padre y todo lo que lleva a un oriolano a ser Síndico, «un representante de nuestra tierra que cuida de sus intereses económicos y sociales y defiende a capa y espada sus tradiciones, su cultura y sus gentes», valores que dijo su padre encarnaba y le enseñó a través de historias de generosidad, valor, amor, amistad y sabiduría, porque «amaba lo que hacía y lo hacía con toda el alma puesta en ello».

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La segunda reflexión fue la de la muerte como la circunstancia que lo colocó ayer en ese balcón, y la cerró con más versos de Miguel Hernández, en este caso a la Elegía que dedicó a Ramón Sijé. En último lugar apeló al espíritu oriolano «que me ha dado las fuerzas para estar esta noche aquí», una parada obligada, a su juicio para cualquier Síndico, incluso «suplente como es mi caso». La identidad oriolana, El Pájaro «que da paso a la Fiesta, y la Fiesta no se entendería sin El Pájaro». Y leyó textos escritos por su padre. Por último rindió homenaje a las mujeres, las de la leyenda, las de la historia y las que cada día alumbran a oriolanos y oriolanas que la mantienen viva, y pidió que siga siendo así, y que todos celebren a diario la vida.

A Miguel López Verdú anoche le mancharían la ropa las lágrimas de las mismas personas que aseguró mancharon las de su padre, que «no eran todas (las manchas) por su buen comer», puesto que en muchas ocasiones «estaban en su pecho y sus hombros, y eran de lágrimas de todos aquellos con quienes compartió los momentos más difíciles, y también los más felices de la vida».

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