Este fin de semana he sido testigo de un acto transgresor sin parangón en un espacio lleno hasta la bandera. En un ejercicio de catarsis ... colectivo tan obvio como un concierto musical, la experiencia interactiva ideal para liberar estrés tras una semana intensa, es habitual observar a un notable número de seres humanos, mimetizados con la masa, sacar su celular del bolsillo y grabar la actuación de su artista favorito, en un inmenso karaoke, para subirla fragmentada a las redes sociales y poder gritar a los cuatros vientos «¡aquí estoy!». Coreando la canción que toque, el teléfono móvil, el pequeño ordenador que recoge todo lo que hacemos, inmortaliza el momento con su mini-cámara, con la imagen en vertical, como manda el actual consumo audiovisual, atravesado por TikTok e Instagram. Sin embargo, justo frente a mi, en un episodio de rebeldía, una persona anónima tuvo la osadía de colocar la pantalla en horizontal, en formato panorámico, encuadrando con buen gusto y criterio estético lo que acontecía frente al objetivo.

Publicidad

Esta maniobra formal a contracorriente, claramente en desuso, rompe esquemas, revelándose como una actitud revolucionaria, solo superable por la acción consciente de abandonar el móvil en casa o, yendo a por todas, carecer de contrato alguno con una compañía telefónica. Es curioso que tendemos a la miniaturización, a las mini-pantallas, cuando hace dos días lo suyo era tener una televisión gigante. Ahora se lleva ver videos en vertical. Una IA te rellena los huecos que quedan, arriba y abajo, si es necesario, ya sea 'Ciudadano Kane' o 'Breaking Bad'. Además, te regalan los subtítulos, aunque la pieza esté en tu idioma, porque se puede mirar sin escuchar. Es decir, el audiovisual de hoy cada vez está más pensado para ser devorado en el metro.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€

Publicidad