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El burro Paolo y el cineasta Oskar Alegría, que firma la película documental 'Zinzindurrunkarratz'. R. C.

«Traducir al japonés 'Zinzindurrunkarratz' no ha sido fácil»

El cineasta Oskar Alegría rescata del olvido el camino que recorría su abuelo junto a un caballo de carga para llevar víveres a los pastores navarros de la montaña, y lo plasma en una película que viaja por los silencios

Lunes, 9 de octubre 2023, 00:14

Del pueblo navarro de Artazu a las cumbres de la sierra de Andía hay 25 kilómetros de distancia, una ruta que Patxi, el abuelo de Oskar Alegría, cubría semanalmente a pie y junto a un caballeriza de carga para llevar víveres y noticias a los ... pastores que se tiraban medio año aislados con sus rebaños en aquellas altas cumbres. «Salía de casa a las cinco de la madrugada y tardaba unas siete horas. A veces regresaba por la tarde o pasaba la noche en alguna borda junto a los pastores», recuerda Alegría (Pamplona, 50 años).

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Periodista y cineasta, Oskar ha rescatado ese itinerario olvidado en una película documental en la que, acompañado de un burro llamado Paolo, vuelve sobre los pasos de su abuelo en un poético y maravilloso viaje rodado con una vieja cámara Super 8 y lleno de silencios y niebla, «los mejores aliados para registrar la fragilidad del recuerdo».

Pese a esos silencios, la cinta, de 89 minutos de duración, lleva un título tonante, 'Zinzindurrunkarratz', tres topónimos sonoros propios de la sierra de Andía y que rinden homenaje a cómo los pastores nombraban las cosas y los parajes a partir de una especie de cartografía del aire. «Zinzin es una onomatopeya del viento, que silba así, siempre de forma ligera, en una ladera con ese nombre; durrún es como suena el eco de una piedra cuando la lanzas a las profundidades de una sima, durrún-durrún; y karratz es una cima donde primero golpea el rayo», describe Alegría, que acaba de regresar de Colorado, donde ha estrenado 'Zinzindurrunkarratz'.

Estos días presenta su obra en el certamen internacional de documentales de Yamagata, en Japón, y a finales de este mes de octubre hará lo propio en la Seminci de Valladolid. «La traducción al japonés no ha sido fácil», cuenta, «pasé una mañana entera mandando mensajes de audio al traductor. Pero oye, ver el póster con el título en japonés ha sido muy emocionante», dice con una sonrisa el navarro sobre el título de su tercer largometraje como director de cine, un título que, bromea, funciona de escándalo como contraseña de alta seguridad en internet.

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Un cásting de burros

La cinta rememora aquellos viajes de mediados del siglo pasado de Patxi, un pastor que hacía de enlace con los pastores que se quedaban en la sierra siguiendo la tradición milenaria de la trashumancia. «Mi abuelo se dedicaba al companaje, que es una bella palabra que viene de compañero, de compartir el pan. Les subía de todo, comida, huevos, que no sé cómo llegaban intactos, un hacha, una azada... y también les llevaba noticias de lo que sucedía en los pueblos».

El paso del tiempo ha engullido el antiguo camino, pero ahí estaba Paolo y su fino sentido de la orientación para buscar una ruta alternativa en zigzag. «Los burros son inteligentísimos, nunca pierden la pendiente, hacen la ruta menos fatigosa aunque sea más larga», destaca Alegría, que escogió a su excepcional guía en un cásting de asnos. «Me fijé en sus orejas porque iba a ser un viaje hacia el silencio y quería que fueran curiosas. Y las de Paolo giran en todos los sentidos y cada una independientemente de la otra. ¡Paolo está muy activo sonoramente!», señala.

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En cuanto al reto de rodar en Super 8, admite que ha sido caro porque las películas, que aún se pueden adquirir en ciertos sitios especializados, lo son. «Es una manera de rodar muy comedida. Cada plano que echas es un menú de un restaurante. Hay un plano que está contabilizado en 37 euros, y son un minuto y 17 segundos, pero mereció la pena el derroche».

Alegría convirtió en una ventaja el hecho de que ya no se fabriquen rollos de Super 8 con sonido. «Fue arriesgado rodar en silencio, pero las imágenes tienen otro perfume, otra atmósfera cuando les falta el sonido«. Y también ha aprovechado esas cicatrices que deja la Super 8 para aportar a los planos ese punto onírico y algo nostálgico que tanto ha seducido en el festival de Colorado. «Para rodar las ruinas o el paisaje entre la nieba es imbatible», dice sobre la añosa cámara que halló olvidada en el desván familiar.

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