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José Manuel Ibar, Urtain, en su caserío de Aizarnazabal. Arturo Delgado / Kutxa Fototeka

Urtain no fue un invento de Franco ni triunfó a base de tongos

Un apabullante documental reivindica en el Festival de Málaga la fenomenal trascendencia deportiva y sociológica del púgil vasco, que se quitó la vida con 49 años

Oskar Belategui

Málaga

Lunes, 17 de marzo 2025, 01:35

A José Manuel Ibar, Urtain, le fotografiaron por última vez cubierto con una sábana en la madrileña calle de Fernán Caballero la tórrida noche del ... 21 de julio de 1992. Al pie del décimo piso desde el que se había arrojado tras tomar carrerilla en el salón y saltar la barandilla. Huía de la soledad y de una orden de desahucio por impago del alquiler que vencía ese día. Tenía 49 años, y su nombre llegó a convertirse en adjetivo en el habla popular, un honor reservado a unos pocos: «Estás hecho un Urtain», se decía. Hasta había un plato que se llamaba Urtain: filete, huevos y patatas fritas.

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El púgil vasco eligió quitarse de en medio el año que España ingresaba en la modernidad. Su figura quedó asociada a las postrimerías del franquismo y a la incipiente Transición, cuando España necesitaba héroes nacionales que no inquietaran al sistema. Nadie mejor que un vasco noble y bruto, que ya no tenía rivales levantando piedras y al que subieron a un ring sin saber calzarse los guantes. Nada recuerda en Zestoa a su vecino más célebre, que llevó el nombre del pueblo por el mundo. En la web del municipio guipuzcoano se prefiere recordar a otros dos hijos ilustres: el 'bertsolari' Uztapide y la monja Axun Arrazola.

'Urtain, el ídolo de barro' es el título del documental de Xavier Baig y Jordi Rovira presentado en el Festival de Málaga y que en un mes estará disponible en RTVE Play. Sus autores, firmantes de modélicos trabajos sobre la fotoperiodista Joana Biarnés, el cómico Eugenio y el cantante Raphael, pretenden reivindicar el mérito deportivo del triple campeón de Europa de los pesos pesados, que se suicidó cuatro días antes del inicio de las Olimpiadas de Barcelona. Se sirven de una ingente cantidad de material de archivo y de entrevistas con los familiares del boxeador, sus colaboradores más cercanos y los periodistas deportivos de la época.

Estremece comparar las imágenes de sus inicios, en el caserío Urtain de Aizarnazabal del que tomó el nombre, con el hombre alcoholizado que vagó por toda España cuando colgó los guantes. Su segunda mujer, Marisa, recuerda el millón de pesetas que se embolsó en 1977 tras abandonar su último combate en Amberes, en el que trató en vano de recuperar el título ante el campeón belga Jean Pierre Coopman. «Este va a ser el último millón», vaticinó Urtain, que poco después perdió la vergüenza haciéndose llamar 'El Tigre de Cestona' en pantomimas de lucha libre. Marisa tiene buenos recuerdos de su etapa como portero en una discoteca de Burgos.

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Morir por una apuesta

La leyenda asegura que Vicente Gil, médico personal y confidente de Franco, además de presidente de la FederaciónEspañola de Boxeo, buscó al nuevo Paulino Uzcudun para complacer al dictador. El padre de Urtain, capataz de una cantera con diez hijos, ya había levantado la mítica piedra Albizuri Haundi, de 163 kilos y forma irregular, por ello más difícil de coger. El mito también asegura que su muerte se produjo durante una apuesta. Urtain padre se tumbaba bajo la barra del bar y los parroquianos saltaban sobre su pecho. Hasta que uno lo reventó. El hermano del boxeador, Cándido Ibar, que todavía lucha por salvar de una condena a muerte en EE UU a su hijo Pablo, no niega en el documental que esto ocurriera, pero matiza que el aita sufría úlcera de estómago desde los 18 años.

El diario Pueblo que dirigía Emilio Romero y el periodista José María García engrandecieron el mito Urtain, que en sus primeros combates despachaba a los rivales por k.o. en el primer o segundo asalto. García, que no ha querido aparecer en el documental, escribió años después un libro, 'Comedia Urtain', en el que defendía que su ascenso al olimpo deportivo se había labrado a base de tongos. «Nosotros también teníamos la idea de que había sido un ídolo prefabricado, pero al investigar para el documental confirmamos que una cosa es que el régimen le allanara un poco el terreno para ascender y otra que ganara tres veces el Campeonato de Europa. Eso salió de sus puños, no de ningún otro sitio», zanja el director Xavier Baig.

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Urtain con la txapela durante un combate. Paco Marí

No había tongo cuando José Manuel Ibar levantaba la piedra de 188 kilos, ni cuando aguantaba asaltos y encajaba un derechazo que, según algunos especialistas, era más potente que el de Mike Tyson. Del gimnasio que le montó en el ático del hotel Orly en San Sebastián su manager y propietario del establecimiento, José Lizarazu, pasó a Madrid, cuya noche fue su perdición. No quiso saber nada de su primera mujer y sus tres hijos, a los que abandonó en el caserío. Gastó, invitó a todos y prestó dinero sin pensar en un futuro. En un momento del filme, Urtain cuenta que la noche que el entonces príncipe Juan Carlos le dio el trofeo de hombre más popular de España regresó a casa solo. «He sido un ídolo de barro y ustedes han sido mi alfarero: la prensa, la radio y la televisión», confesó en 'Pueblo'.

«Queremos limpiar la imagen que han ensuciado periodistas como José María García», asegura Xavier Baig. «No existen apenas imágenes de sus años de decadencia y la familia no quería profundizar mucho. Nosotros vamos con el respeto por delante y por eso no nos extendemos en ese periodo», justifica el director, que en un guiño a otra parábola brutal de ascenso y caída de un púgil, Jake LaMotta, cierra el documental a los sones de 'Cavalleria Rusticana', la música que Scorsese utilizó en 'Toro salvaje'.

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