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«He trabajado para el cine no solo sin dinero, sino también sin ambición por el dinero. Y creo que me siento feliz y orgullosa ... por eso», sostenía Agnès Varda (1928-2019). Directora cuando las mujeres detrás de la cámara se contaban con los dedos de una mano, Varda debutó en 1955 con 'Le Pointe-Courte', rodada sin haber estudiado dirección ni pasado por el meritoriaje. Fue una pionera que se anticipó a la Nouvelle Vague y que nunca disfrutó de un éxito de taquilla salvo 'Cleo de 5 a 7', en la que seguía en tiempo real a una mujer que espera el resultado de unas pruebas médicas. Poesía, prosa y ensayo se entremezclan en una filmografía que rompió con las barreras entre el documental y la ficción.

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Un documental en el canal TCM, '¡Viva Varda!', reivindica a los cinco años de su muerte a una mujer libre, que nunca tuvo miedo en experimentar y cuya mirada se centró siempre en la gente de la calle, en el tendero de su barrio: ahí está 'Daguerrotipos', titulada como la calle en la que siempre vivió, Daguerre, en el distrito 14 de París. Varda fue muy popular en su país, sobre todo a raíz de su matrimonio con el cineasta Jacques Demy, el gran amor de su vida. Ambos eran bisexuales, geniales y no convencionales.

La autora de 'Sin techo ni ley' era feminista antes de que se hablara de feminismo. No solo firmó el célebre 'Manifiesto de las 343 guarras' en 1971 reconociendo haber abortado, sino que cedió su propio hogar para que se practicaran interrupciones de embarazos. La Palma de Oro y el Oscar honoríficos por su carrera reconocen la obra de una humanista, que en la última etapa de su carrera rodó casi de manera casera con cámaras de vídeo una suerte de autobiografías trufadas de humor, ingenio y fraternidad con Francia y su gente.

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