Urgente Última hora del temporal de lluvias en la Comunitat

La futbolización de nuestra sociedad es obvia. Apenas existen las zonas grises. Todo es blanco o negro, rojo o azul. Estás conmigo o contra mi, ... con los míos o con el enemigo. Las emociones mueven montañas. Los colores y las banderas. Una película, o una serie, es una maravilla o un disparate. Obra maestra o boñiga. El escenario político también muestra esta polarización extrema. Hemos podido comprobarlo estos días. Se ha utilizado en campaña el lenguaje bélico, con cánticos incluidos, como en un partido de fútbol. ¡A por ellos, oé! Hay dos bandos. Dos equipos enfrentados. Da igual si nos gusta mucho o poco lo que hacen los líderes del grupo al que pertenecemos, o creemos pertenecer. No vamos a cambiar de idea. Hay que seguir a los que mandan, digan lo que digan, hagan lo que hagan. El pensamiento crítico se quedó en el líquido amniótico, nos empuja el ruido y la rabia, el temor o la agitación. Evasión o victoria.

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En este marco de reflexión recomiendo el visionado de la cruda 'Barrabrava', una serie con el fútbol como telón de fondo -apenas se ve un partido- donde mandan los privilegios y el vil metal. En Argentina viven los colores con especial entrega. El balompié da sentido a la existencia de algunos seres humanos que cruzan el lado salvaje con la excusa de defender a su equipo. No hay límites. Es más, agitar la bandera incluye ganarse el pan. Se juegan el pellejo para tener una vida. Así lo describe esta serie, con un claro componente social, que retrata el mundillo de los hinchas radicales. Los 'hooligans' organizados defienden su parcela de poder. Alrededor de la pelota hay negocios sucios, politiqueo y amores en el filo. Los problemas que afectan a nuestra sociedad actual se ven proyectados en un microcosmos escalofriante.

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