El neurofisiólogo Javier Albares lleva veinte años analizando los trastornos del sueño y acaba de publicar 'La ciencia del buen dormir' (Ed. Península). Se van ... a reír, pero recomienda apagar las pantallas dos horas antes de meternos a la cama. Su estimulante luz es para nuestro cerebro similar al sol. La glándula pineal deja de producir melatonina y tardamos más en dormirnos, lo hacemos menos horas y con un sueño de peor calidad. El doctor Albares revela un estudio reciente entre adolescentes: el 95% utiliza el móvil durante la hora previa a acostarse y hasta el 80% lo hace en el mismo momento de meterse a la cama. Casi ninguno duerme las nueve horas que debería en los días de colegio. ¿La solución? Un pacto familiar para dejar todos los dispositivos en una estación de carga en el salón desde la hora de la cena o en una urna cerrada con llave.
Desde aquí escucho las risas, pero también la convicción generalizada de que somos adictos a las pantallas: sabemos que perjudican nuestra salud y nuestro sueño, pero somos incapaces de dejar de usarlas. El 'binge watching', el atracón de capítulos de series, nos lleva a pasar horas y horas delante del televisor, el ordenador, la tableta o el móvil ansiosos por tragarnos de una tacada la temporada para no quedarnos atrás en las redes sociales o las charlas de oficina.
Tampoco se trata de añorar los tiempos del UHF y el capítulo semanal a la misma hora, pero cada espectador debería imponerse un consumo racional de contenidos audiovisuales por el bien de su salud. Juan Manuel de Prada sostiene que las series «son el libro de los que no leen». Y el término 'netflixing' significa dos cosas: devorar una temporada de una serie de una sentada y la excusa perfectamente válida para no hacer vida social.
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