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Cuando solo volaban los ricos y famosos, antes de que el transporte aéreo se democratizara, las azafatas formaban parte del glamour asociado a los aeropuertos ... y los hoteles de lujo. Los modistos más famosos diseñaban sus uniformes y su trabajo era envidiable a ojos del resto de los mortales, una suerte de viaje continuo y sofisticado, recorriendo el planeta y desfilando junto a los comandantes, vestidos también como capitanes de un Ejército mundano.

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'Requisitos para ser azafata', serie documental de dos episodios disponible en Movistar Plus, desarrolla esa cruel paradoja: el mismo oficio que proporcionaba libertad a las mujeres en una época que las condenaba al hogar era también el culmen del machismo, el clasismo y el racismo. Con relatos de primera mano, anécdotas personales y un rico archivo visual de una era que dio paso a las aerolíneas 'low cost', la serie se circunscribe a Estados Unidos, donde a partir de los años 50 el sueño de cualquier azafata era trabajar en Pan Am y TWA. Estaban obligadas a cumplir unas tablas que especificaban el peso reglamentario según la altura y la edad. No se admitían a mujeres negras ni casadas o con hijos. Y la jubilación forzosa llegaba a los 32 años.

Por supuesto, el aspecto físico era primordial para complacer a los pasajeros, en su inmensa mayoría varones, que solo las veían como camareras de las alturas, sin percibir que también se encargaban de la logística del embarque y desembarque, así como de la seguridad a bordo de la nave. Menos mal que hubo pioneras que se empeñaron en transformar su lugar de trabajo y reivindicaron la igualdad de género para, por ejemplo, ser sobrecargo como sus compañeros varones o seguir trabajando más allá de la treintena.

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