Oh, Canadá. La tierra del sirope de arce, del hockey y de la cortesía. Pocos lugares parecen tan amigables como Canadá. Pero los tópicos se desmoronan, y de qué forma, al descubrir que también es la tierra de los niños robados. Porque en ese país, ... durante la década de los 60, los servicios sociales se dedicaron a arrancar a los niños indígenas de las manos de sus padres para darlos en adopción a familias blancas de clase media con la excusa de procurarles una vida mejor. Este es el tema principal de 'Little Bird, los niños robados', serie de seis capítulos disponible en Filmin.
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La ficción, basada en los testimonios reales de víctimas (el número se eleva hasta las 20.000), es obra de Jennifer Podemski, quien sufrió en carne propia aquella política despiadada: secuestrada en el hospital nada más nacer y llevada a un centro de acogida, su madre pudo recuperarla tres meses después. Pero esta no fue la regla general, ya que la mayoría de aquellos niños nunca regresaron con sus familias.
Para exponer lo acontecido durante aquel terrible período, conocido como 'Sixties Scoop', la serie condensa los distintos relatos en el protagonizado por Esther Rosenblum (Darla Contois), una joven estudiante de derecho de origen indígena que reside en Montreal y lleva una vida cómoda, sólida y planificada. Pero, poco antes de casarse, y a raíz de un comentario racista, Esther sufre una crisis de identidad y decide ir en busca de sus orígenes.
Los hechos son narrados a través del cruce de dos líneas temporales (la Reserva de Long Pine en 1968 y el Montreal de 1985) que muestran cómo el pasado sigue estando en el presente y de qué forma afecta a una Esther que intenta reconocerse y descubrirse en una niña robada a los cinco años cuyo verdadero nombre es Bezhig Little Bird. Y, casualidad o no, ese 'Bird' lleva, inevitablemente, a acordarse de 'Ladybird, ladybird', la magnífica película de Ken Loach en la que una mujer intenta recuperar a sus cuatro hijos, que le han sido arrebatados por los servicios sociales británicos.
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En otras manos, la historia que cuenta 'Little Bird, los niños robados', tan conmovedora como la película de Loach, podría haber derivado fácilmente hacia lo maniqueo, lo sentimentaloide y lo lacrimógeno. Por el contrario, la serie se aleja del efectismo para apostar por el realismo, por la complejidad, por la contención y hasta por el silencio: a medida que Esther va descubriendo cosas sobre su pasado, se va volviendo más taciturna, más silenciosa, y ese mutismo nos muestra la profundidad de sus heridas, las preguntas a las que quiere encontrar respuestas, los recuerdos reprimidos que van emergiendo y el calado de las decisiones que ha de tomar.
Envuelta en una estupenda factura que, en ocasiones, nos presenta imágenes verdaderamente poéticas, 'Little Bird, los niños robados' es el dibujo del dolor, de la humillación y de las crueles consecuencias de una política de violencia institucional y genocidio cultural que sigue teniendo devastadoras repercusiones en la actualidad. Acompañar a la protagonista en su proceso vital es una buena manera de dar voz a las víctimas y revelar un atroz capítulo de la historia canadiense que nunca, jamás, debería haber sucedido.
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