![¡Viven! Así contó LAS PROVINCIAS la epopeya que inspira 'La sociedad de la nieve'](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/01/30/WhatsApp%20Image%202024-01-30%20at%2012.49.14-RKb23HXHw4KNi5h0oTlNBmJ-1200x840@Las%20Provincias.jpeg)
![¡Viven! Así contó LAS PROVINCIAS la epopeya que inspira 'La sociedad de la nieve'](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/01/30/WhatsApp%20Image%202024-01-30%20at%2012.49.14-RKb23HXHw4KNi5h0oTlNBmJ-1200x840@Las%20Provincias.jpeg)
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¡Viven! Esa palabra resumió en diciembre de 1972 el inesperado desenlace de la llamada tragedia de los Andes: el milagroso rescate de los supervivientes a un catastrófico accidente aéreo que conmocionó a millones de personas en todo el mundo. Se trataba en su mayoría ... de un grupo de jóvenes deportistas uruguayos, quienes han servido desde entonces como modelo inspirador a los creadores de distintas obras de ficción, así en la literatura como en el cine. Es el caso reciente de 'La sociedad de la nieve', la aclamada película de Juan Antonio Bayona que competirá por los Oscar gracias a un libreto donde realidad y leyenda se confunden. En su momento, aquel accidente golpeó la conciencia global al modo que era habitual: al estilo analógico. La noticia tardó de hecho unos cuantos días en conocerse y, por ejemplo, en las páginas de LAS PROVINCIAS ni siquiera mereció un breve cuando en octubre el avión se estrelló contra la cordillera andina: hubo que esperar al homérico rescate, registrado un par de meses después, para responder a esta pregunta. ¿Cómo contó este periódico aquella singular noticia?
Respuesta: en portada. En la primera página de aquella Navidad de hace casi 62 años, nuestros lectores tropezaron con un titular que narraba el acontecimiento en términos muy precisos, casi prosa forense, que evitaba el elemento atroz que se conoció días después: que los supervivientes se habían alimentado de los cuerpos en descomposición de sus compañeros fallecidos antes de que se convirtieran en carne putrefacta. El factor antropofágico sirvió de combustible para que las noticias que enviaba a esta redacción el enviado especial de la agencia Efe noquearan la conciencia colectiva, un fenómeno que se registró a escala global y que extendió incluso una nube sombría, amarga, sobre las noticias que se fueron sucediendo a partir de la noticia inicial sobre el rescate de los heridos.
De aquella referencia original en nuestra portada del 23 de diciembre de 1972 se pasó a otro par de noticias antes de que acabara el año. Al día siguiente, Nochebuena, el relato se basaba en los testimonios donde los supervivientes contaban su calvario, lloraban a los fallecidos y se extendían en consideraciones del tipo «soportamos fríos intensos durante la noche y gran calor durante el día»: como se ve, los jóvenes uruguayos eludían pronunciarse sobre cómo habían logrado sobrevivir en aquellas durísimas condiciones. Léase el siguiente diálogo:
- ¿Cómo pudieron subsistir a cuatro mil metros de altura, en medio de la nieve, con escasos alimentos?, se interesa el periodista.
- Esa pregunta no la podemos contestar por razones de orden personal, replica Fernando Parrado, uno de los héroes de aquel episodio, encarnado en la película de Bayona por el actor Agustín Pardella.
El periodista dedica algunos párrafos de la noticia a compartir con sus lectores sus propias pesquisas y cavilaciones al respecto, pero no llega a ninguna conclusión. Hubo que esperar al 27 de diciembre para que la noticia en su auténtica dimensión ocupara un sitio de honor en estas páginas (entonces en papel), bajo un titular de impacto: 'Los supervivientes del avión uruguayo tuvieron que recurrir a la antropofagia'. La información ponía el foco sobre uno de los jóvenes que lograron subsistir, el médico Roberto Canessa, a quien da vida en la película de Bayona el actor Matías Recalt: fue él quien avaló desde la óptica científica la idea de consumir carne humana, justificada según se lee en nuestro periódico por «la búsqueda de proteínas». En su crónica, el periodista cita a otro de los supervivientes, Carlos Miguel Páez (Felipe González Otaño en 'La sociedad de la nieve') como la persona que confesó esas prácticas de canibalismo: el grupo, de acuerdo con su testimonio, «manifestó su conformidad» con la decisión luego de que el doctor Canessa dirigiera «un proceso de concienciación» entre sus compañeros.
La noticia se extiende a continuación a propósito de las consideraciones éticas y morales que mereció aquella conducta. Se pronuncia por ejemplo un sacerdote, apellidado González, quien hace la siguiente precisión: «No hay oposición teológica para un acto semejante porque es más importante el principio moral de conservación de la vida». Y ofrece también su parecer un médico, el doctor Sepúlveda, que esgrime una postura similar aunque advierte de la posibilidad de que los supervivientes pudieran sufrir después «alteraciones depresivas» a consecuencia de lo que denomina «profundas huellas psíquicas».
No hubo más. El repaso en la hemeroteca concluye en esta página, donde se detalla la decisión de las autoridades de renunciar a recuperar los cadáveres que resistían sobre la nieve en aquellas alturas andinas: la desde entonces célebre falda del volcán Tinguiririca, entre Chile y Argentina, escenario fatal de la catástrofe aérea del no menos recordado Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que llevaba en su interior a cinco tripulantes y 40 pasajeros, incluidos 19 miembros del equipo uruguayo de rugby Old Christians Club, junto con algunos familiares, simpatizantes y amigos. Tres miembros de la tripulación y diez pasajeros murieron por el impacto y cuatro personas fallecieron durante la primera noche, un desolador balance que se incrementó posteriormente con el fallecimiento de doce más: ocho de ellos, por un alud de nieve. Sobrevivieron esos 16 miembros del pasaje, dos de los cuales murieron años más tarde por causas naturales: los protagonistas auténticos de 'La soledad de la nieve'. Los que provocaron a escala mundial ese grito de exclamación con que saludamos su inesperada aparición aquella mañana de diciembre: ¡Viven!
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