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Marga d'Andurain y Pierre, su esposo, posan en las ruinas de Palmira.
La Mata Hari vasca

La Mata Hari vasca

Aquí se alojaron Agatha Christie, Alfonso XIII o Walt Disney. Lo abrió Marga d’Andurain, una espía al mejor postor y la primera mujer que pisó La Meca

antonio corbillón

Jueves, 23 de julio 2015, 21:39

Ya no es posible sentarse en la terraza del hotel Zenobia de Palmira para contemplar los 2.500 años de historia que están al alcance de la mano. Ni tampoco tomar el té y utilizar como mesa uno de aquellos enormes capitales romanos. Todo es pasado y desolación en esta ciudad del desierto sirio. Su aislamiento en la ruta hacia Iraq le había permitido huir de la guerra civil. Hasta que hace unas semanas llegaron las milicias del Estado Islámico. En las manos de esta soldadesca anclada en la edad media quedan los restos del hotel y del paisaje que enamoró a Marga dAndurain, la Mata Hari vasca.

De momento, lo han llenado todo de explosivos. Un simple dedo puede acabar con el sueño de aquella mujer, que eligió para vivir un lugar donde se había escrito la historia y así hacer crecer su propia leyenda. Nacida en Bayona (Francia) y casada con su primo Pierre, la pareja se inventó un título nobiliario y se gastó la herencia familiar en darle contenido. Tras varios fracasos en Argentina y un discreto papel como espía al mejor postor en El Cairo, Marga cayó rendida a la combinación de magia, exotismo y museo al aire libre que representaba Palmira. Cuando llegó la ciudad era un villorrio en la vieja Ruta de la Seda. A finales de los años veinte, el matrimonio compró su único hotel, un polvoriento edificio de estilo neoclásico y una sola planta. Sus fundadores habían quebrado y lo habían abandonado a su suerte.

Era tan ambiciosa con la vida que quería convertirse en la nueva reina Zenobia, aquella mujer que desafió a Roma desde los límites del imperio a mediados del siglo III después de Cristo. Lo consiguió con aquel edificio: supo aprovechar la moda snob de los nuevos ricos europeos que pasaban largas estancias en Oriente. Marga le encargó la reconstrucción al arquitecto madrileño Fernando de Aranda, famoso por haber diseñado la estación de Hiyaz en Damasco. Un carpintero de El Cairo logró respetar el mobiliario de estilo vasco con el que la señora DAndurain rindió tributo a la nostalgia de su casa en Hastigues (Las Landas).

Necesitó poco tiempo para situar su reinado hotelero en la agenda de los viajeros más ilustres. Un palacio oriental por el que desfilaron en los ocho años de regencia de Marga (1928-1936) Alfonso XIII, la reina de Rumania o Walt Disney, que se llevó un puñado de arena para reflejar su color en sus dibujos. Y no podía faltar la maestra del suspense en el Orient Express. Hasta la guerra civil siria, uno de los atractivos de los que visitaban Palmira (Tadmor, ciudad de las palmeras, para los beduinos) era acercarse a la habitación 102. Allí, delante del impresionante templo de Baal Shamin, consagrado al dios de los cielos, Agatha Christie encontró el hilo argumental para tejer Asesinato en Mesopotamia. Un tanto tiquismiquis, a la escritora nunca acabó de gustarle el hotel: alababa su "buen gusto en la decoración", pero no soportaba "el hedor a agua estancada penetrante y desagradable". Se decía que la señora Chistie tecleaba en sus folios sin ni siquiera limpiar la permanente arenilla que se metía por todas partes. Cerca zascandileaba su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan, con tanto o más prestigio que ella.

Aquel escenario único habría convertido al Zenobia en un buen negocio, además de dar prestigio a sus dueños. Pero la sed insaciable de aires nuevos de aquella mujer vascofrancesa arruinó de un plumazo su huella en el desierto turístico de Siria. A Marga se le metió en la cabeza ser la primera mujer en llegar a La Meca. No dudó en divorciarse de Pierre, casarse con un camellero (se decía que le gustaba cabalgar desnuda por las dunas) y emprender rumbo a la ciudad santa. Lo logró disfrazada de hombre, pero fue capturada y acabó en un harén en espera de la pena capital. Liberada por las presiones de la embajada francesa, volvió a Palmira junto a Pierre, al que había dejado solo al frente del Zenobia.

Pero el asesinato de su marido a las mismas puertas de su negocio la hizo regresar a Europa en 1937 y dejar la recepción en manos de un gerente armenio. Diez años después, Marga liquidó su pasado sirio vendiendo el hotel a los Assad, una de las familias relevantes de la ciudad. Ellos supieron respetar su leyenda y mejorarla. En 2007, cuando aún faltaban unos años para que Siria se hundiera en su actual conflicto, el Zenobia Cham Palace vivió su última remodelación. Ofrecía 130 habitaciones y suites, además de cuidar su delicioso patio con olivos orientados hacia el vértigo de las ruinas de varias civilizaciones. Pero los más exquisitos pagaban el precio de la suite condesa. El dúplex entre las habitaciones 101-103 que ocupaba Marga dAndurain. Una lección de historia por 240 euros de la que ya no se puede disfrutar.

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