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El monumento conserva las marcas del asedio francés.
La huella de Napoleón en Valencia

La huella de Napoleón en Valencia

Las tropas francesas se instalaron en la ciudad entre 1812 y 1813. Una ruta recorre los lugares clave de la ocupación de la ciudad.

Rebeca ruíz

Domingo, 7 de agosto 2016, 20:37

Entre enero de 1812 y marzo de 1813, Valencia fue francesa. Pero para lograr conquistarla, las tropas de Napoleón llamaron con cañones a las puertas de la ciudad hasta en tres ocasiones. Primero llegó el intento frustrado de Moncey, al que siguieron los dos asedios del Mariscal Louis Gabriel Suchet, el mismo que finalmente lograría entrar en la ciudad en enero de 1812.

La invasión

  • la historia

  • Las tropas de Napoleón entraron en Valencia en enero de 1812.

  • La presencia de las tropas francesas en la ciudad generó revueltas populares.

  • 'Cuatro paseos por la ciudad de Valencia' recorre los enclaves más importantes de la ocupación.

Durante el año y medio en el que Valencia pasó a formar parte de la lista de conquistas de Bonaparte, la ciudad fue testigo de cambios y revueltas que reclamaban el fin de la ocupación francesa. Voces de una historia viva que todavía es posible escuchar si uno camina por los sitios adecuados.

Manuel del Álamo y Albert Pitarch recuperan en 'Cuatro paseos por la ciudad de Valencia' (Carena) las huellas de aquella ciudad que llegaría a ser capital de las Españas cuando, en pleno agosto de 1812, el rey José I se trasladara a a tierras valencianas huyendo del avance de los absolutistas hacia Madrid.

El recorrido propuesto arranca en las Torres de Quart, testigo de los tres asedios de las tropas francesas. El monumento todavía conserva las marcas de los cañones del primer ataque de Moncey, en 1808, aunque sería el Jardín Botánico el primero en sufrir las consecuencias del asedio (algunos de sus árboles sirvieron a modo de cerca para repeler a los asaltantes).

Pero es a un lado del monumento, oculto entre un ir y venir de transeúntes, donde se esconde el verdadero símbolo de la resistencia contra la ocupación francesa. La estatua del Palleter rememora a un personaje de leyenda, un campesino valenciano que inmortalizó Sorolla en uno de sus lienzos y del que sólo nos ha llegado su sentencia: «Un pobre 'palleter' le declara la guerra a Napoleón. Viva Fernando VII y mueran los traidores».

La ruta continúa por la Calle Quart hasta la plaza de la Puerta del Mar. Se sabe que muy cerca de allí y cuatro años antes de que Suchet llegara a Valencia, una multitud reunió a 400 franceses para asesinarlos en la antigua plaza de toros de la ciudad. El responsable de aquella revuelta, el fraile Baltasar Calvo, sería ajusticiado en la cercana plaza de Sant Domenec.

La presencia de las tropas de Napoleón en Valencia no sólo no amilanó el clima revolucionario, sino que alimentó los propósitos de un grupo de rebeldes encabezado por un líder miliciano, Josep Romeu, que en 1812 moría en la horca que había instalada frente a la Lonja de la Seda, en la plaza del Mercado. Muy cerca de allí, en la actual plaza Joan de Vilarrasa se erigía el palacio de los Condes de Parcent. Allí llegó en pleno verano de 1812 el rey José I, seguido de 5.000 carros y una comitiva de 20.000 personas.

Aunque la ruta culmina en el actual Palacio del Marqués de Campo, la que sería residencia del capitán Elío (tormento de liberales), los pasos de ambos autores se detienen en los jardines de la Glorieta (encargo directo del mariscal Suchet) y en el actual Tribunal Superior de Justicia. Entre aquellos muros se gestaría el infructuoso ataque por frenar al ejército de Napoleón de la mano del general Joaquín Blake, militar al mando de las tropas defensoras de la ciudad.

Pero fue el Palacio de Cervelló el gran protagonista de aquella época, el monumento que se guardó su particular trozo de Historia (Fernando VII derogaría allí mismo la Constitución de Cádiz algunos meses despúes), además del recuerdo de Suchet, que vivió en el palacio hasta julio de 1813. Entre los pasillos del Museo de Bellas Artes todavía se puede encontrar la parte del Mariscal que se quedó en Valencia, un retrato que él mismo encargó al pintor Vicente López.

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