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Lunes, 8 de mayo 2017, 20:18
Hay un lugar en la Comunitat Valenciana que llaman la Toscana. Dicen que todo recuerda allí a los bellos paisajes de esa comarca italiana. Naturaleza, ambiente rural y cientos de hectáreas de viñedos a una hora de la ciudad de Valencia.
Recorrer la Toscana valenciana es sumergirse en un viaje de enoturismo y, sobre todo, encontrarse con la naturaleza y con las tradiciones. Viajar hasta aquí es, además, disfrutar de otros atractivos turísticos que se esconden en localidades de la provincia de Valencia como Fontanars dels Alforins, Bocairent, Moixent o La font de la figuera.
Son éstos paisajes de viñedo salpicados de olivos y trigales. Son éstas tierras de vino desde siempre, y hay restos arqueológicos que así lo demuestran. Los encontrados en la Serra Grossa, que constatan que los íberos que habitaban hace 2.500 años La bastida de les Alcusses, ya elaboraban vino. Las uvas de las cepas que por aquí crecen y los vinos a los que dan origen tienen sus propias características de ahí que, aunque los vinos de las Terres dels Alforins estén cobijados bajo la Denominación de Origen Vinos de Valencia, trece bodegas de esta zona vitivinícola han formado una asociación para cuidar, mantener y defender el carácter propio de sus vinos. Esta asociación Terres dels Alforins suma unas 4.000 hectáreas de viña entre todas las bodegas, algunas de las cuales permiten al viajero visitar sus características bodegas fondas, entre las tinajas de barro en las que van madurando sus vinos del mismo modo que lo hacían ya en el siglo XVII.
Carácter propio
Entre esas bodegas subterráneas se encuentra la de Celler de Roure, muy cerca de Bocairent. El enólogo de la bodega, Pablo Calatayud, muestra las alrededor de cien tinas de barro que fueron encontradas y han sido conservadas por su familia.
Estas tierras mezclan arenas y márgenes arcillosos, con lo que forman uno de los más bellos sedimentos que podemos encontrar en España, que además aporta una singular riqueza a la vititultura. Pasear por este particular paisaje -sea haciendo una ruta a pie o en bici- ya es en sí mismo motivo suficiente para hacer una escapada hasta aquí. Pero sus bodegas y sus vinos junto con la gastronomía autóctona están entre los atractivos turísticos fundamentales de esta zona de la Comunidad Valenciana.
Historia en la prehistoria
Aunque no hay que olvidar que también hay entre estos parajes mucha historia y lugares de esos que llamamos de visita obligada para cualquier viajero. Aquí, en Terres dels Alforins, encontramos el poblado ibérico de la Bastida de les Alcusses, que fue declarado monumento histórico-artístico en 1931. Es un yacimiento que data del siglo IV a.C.en el que se han encontrado instrumentos agrícolas, cerámicas y plomos en lengua ibérica además del guerrero de Moixent.
Este asentamiento, con una muralla que alcanza los 4 m de anchura con diversas torres adosadas y cuatro puertas de acceso que permitían el paso de carros está en Moixent, una localidad rodeada de viñedos y olivares, patrimonio paisajístico que se suma a su interés histórico-artístico.
Otro de los puntos con mayor atractivo cultural de esta ruta es Bocairent, localidad a la que los musulmanes llamaron así (Bekirén) por la forma de colmena que ya entonces tenía. Se le conoce como el pueblo excavado y es que, verdaderamente muchas de sus viviendas, incluso las actuales, están excavadas en la roca. La imagen de este pueblo, que parece colgado de la montaña, es una de las estampas más bonitas que se puedan contemplar.
Su casco antiguo de estrechas y empinadas calles, que está declarado conjunto histórico-artístico, conserva su carácter árabe, pero en Bocairent hubo poblados íberos y anteriormente asentamientos humanos en el Neolítico y, por supuesto, también hay huellas de la estancia de los romanos.
En las rocas encontramos las Cuevas de los moros, por ejemplo, que son quizá el grupo más numeroso de los muchas que horadan las rocas alrededor de este pueblo. Pero también el monasterio rupestre, que es un convento subterráneo de 1556; los restos medievales; las ermitas; su museo arqueológico; su iglesia parroquial de la Natividad de Nuestra Señora, con el retablo pintado por Juan de Juanes en el siglo XVI... y naturaleza para practicar el turismo deportivo, incluso montar en globo .
Por ejemplo, en la Sierra de Mariola, declarada Parque Natural. Son 16.000 hectáreas no solo de flora y fauna, porque destacan aquí también las fuentes, las masías y la red de caminos que son una muestra de la importante actividad que sus pobladores de antaño realizaban en el aprovechamiento de los recursos ya fuera a través de la ganadería, de la leña del bosque, de la utilización de neveros.
Una de las muestras más curiosas precisamente son las cavas, las construcciones que se utilizaban para almacenar la nieve y que fueron explotadas por los habitantes de esta comarca hasta el siglo XX.
Pero, por supuesto, como en cualquier zona natural protegida, los protagonistas son la flora y la fauna. Y en la Sierra Mariola el paisaje lo conforman más de 1.400 plantas catalogadas, especies muchas de ellas con propiedades aromáticas, medicinales... Aves, reptiles, anfibios, mamíferos... una fauna rica y variada y otro elemento fundamental: el nacimiento del río Vinalopó.
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