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CHEMA FERRER
Viernes, 24 de enero 2020, 01:06
Un cartel anunciador de la cinta de Vicente Escrivá, El Virgo de Visanteta, preside el comedor del bar La Murta, local sito en el corazón del barrio de Benimaclet de Valencia. Almorzar bajo la mirada lozana de María Rosaria Omaggio es un buen complemento al carácter de valencianía que impregna todo lo que allí se sirve. Así nos lo hace ver Pepe González, que junto a Robert Sebastiá (cocina) emprendieron el proyecto ahora hace dos lustros.La carta de almuerzos es muy esclarecedora, todos los bocadillos están bautizados con enclaves que relacionan los orígenes valencianos de los ingredientes que lo componen, cuando no tienen nombre propio, como el clásico Almusafes (sobrasada, queso y cebolla plancha).
El Pegolí lleva `figatells`con un toque de salsa de mostaza, el Monserrat con su blanco y negro con habas, siguen muchos más, pero el de más éxito es el bocadillo de la casa, a base de lomo, queso fundido, tomate rallado y un picadillo de perejil que le da vida. Almorzar en La Murta, con su bebida, cacaos y olivas partidas, además del café de salida cuesta 5 euros. Y si se necesita algo más que un café, se pasa directamente al `cremaet´, elaborado con mano diestra y con su toque de canela y limón.
Fueron los franceses los que a través de la invención de la salsa bechamel en el siglo XVIII hicieron posible que la croqueta (del francés croquer, crujir) fuera una realidad en el siglo XIX. Esta se expandió por Europa y en España recaló con fuerza, conformándose con el paso del tiempo en toda una cultura.
La croquetas en La Murta son materia aparte, y no solo porque elaboran la clásicas de puchero, bacalao, setas o jamón, sino porque se hacen traer la famosas croquetas morellanas, elaboradas artesanalmente en aquella localidad de Els Ports. Las hay a base de alcachofa de Benicarló, de cordero trufado, de foie y muchas más. Toda una experiencia y muy completa. En la Murta también se puede comer y cenar, eso sí, de manera informal y haciéndose servir sus raciones y tapas, todas ellas servidas generosamente y a precios más que contenidos. Sus bravas son imprescindibles, tienen fama las `Creïlles Murta´, reza en su carta, con patata seleccionada, buen aceite de oliva, pimentón, ajoaceite y un picadillo que lleva perjil y jamón.
Atentos a todas las salsas de sus platos, ya que siempre son caseras, imprimiéndole un caracter diferenciado y de calidad. Le sigue el Carpaccio de Calabacín, con una base de tomate y espolvoreado con parmesano, piñones, pasa y perejil, el Esgarraet clásico, las Tellinas, el Queso de Cabra rebozado... Llama la atención las propuestas veganas (existen patés vegetales, por poner un ejemplo) o la vigilancia a intolerancias que hay en sus platos. Dejen sitio para los postres, siempre hechos en sus cocinas, como la Pastel de la Iaia, el Crêpe de Turrón o la inexcusable Bomba de la Murta, a base de queso fresco, crema de chocolate, mermelada, nata y helado de vainilla.
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