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Pedro Lera y Pilar Erdozáin.

Conoce Cerler de la mano de sus embajadores

Se trata de uno de los servicios más valorados de la estación del valle de Benasque

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Miércoles, 24 de febrero 2016, 11:01

Un puente que simulan las rocas dan nombre a una de las pistas para principiantes más conocidas de Cerler, el Puentet. Desde Cogulla, Basibé o Gallinero se vislumbra Pasolobino, el pico que inspiró a Luz Gabás el nombre del pueblo desde el que Killian y su hermano José emprenden el viaje de Palmeras en la Nieve. Y un antiguo molino de pienso, de centeno, el único cereal que se cultivaba a tanta altitud, da nombre a la zona más baja de la estación del valle de Benasque. Disfrutar de un centro de esquí no es solo recorrerlo; conocer su historia, sus detalles, sus anécdotas y hablar con sus gentes hace que los clientes formen parte de él.

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Esa hospitalidad, en Cerler, tiene un nombre, o más bien catorce, los de las personas que conforman el grupo de embajadores, aficionados y amantes de estas montañas que, por amor a su tierra, reciben a los esquiadores para mostrarles lo mejor de sus pistas. Sábados, domingos y lunes, a las 10:30 horas desde Remáscaro, parte su ruta guiada.

La actividad de los embajadores nació hace ya nueve temporadas de la mano de Pilar Erdozáin y Pedro Lera quienes, cada lunes, recibían a los esquiadores para iniciar un recorrido muy personal por la estación. Y lo hacen por amor a su valle. "Llevamos toda una vida esquiando los fines de semana en Cerler. Cuando trabajábamos, los fines de semana. Y desde 2001, toda la temporada. Conocemos a todos, desde la dirección a los que trabajan en cafetería, y siempre nos hemos ofrecido para lo que haga falta", relata Pedro. Fue el actual director, Gabi Mur, quien les comentó que en Aspen un grupo de voluntarios explicaba las montañas y su historia. La idea les gustó y la importaron.

Al principio el servicio de los embajadores se realizaba solo los lunes. Pilar y Pedro recibían a quienes llegaban a pasar una semana y no iban a cursillos y les explicaban la estación. Cómo diferenciar la silueta del Aneto, el pico más alto de los Pirineos, cómo en el pueblo cuando no había vehículos ni carretera lo más difícil de subir desde Benasque en mulos eran las cajas fúnebres y los instrumentos de la orquesta, porque San Lorenzo, el patrón, lo celebraban por todo lo alto. Historias y leyendas de los pies del Turbón o cómo, cuando ellos comenzaron a enamorarse del valle, la electricidad se hacía en el mismo pueblo "y las bombillas alumbraban poco más que un mechero" son otras de las historias que narran.

Contentos y felices

Es uno de los servicios más valorados de la estación. "Es tan emocionante, satisfactorio y motivante que cada día lo hacemos más contentos y felices. La gente asegura- alucina". Y poco a poco el equipo ha ido creciendo. Ahora son 14, y además de los lunes, también reciben a los turistas los sábados y los domingos, aunque Pilar y Pedro se mantienen fieles a sus costumbres y solo salen en el arranque de la semana, tres horas de su mano para conocer sus pistas, sus gentes y la historia de todo un valle. "Llitarrades en patués es desprendimientos y barraina, la oveja que se va sola", describe. Son además, los nombres de dos pistas de la estación. Pero ver el Aneto, disfrutar de la vista desde Rincón del Cielo o descender por el bosque, entre los pinos, son las cosas que más llaman la atención a los turistas, muchos españoles, pero también llegados desde Canadá o Australia.

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Pedro recalca que ellos no dan clases de esquí, solo explican la estación y qué se ve desde ella haciendo un paseo por sus pistas. "Buscamos entretener y contestar a lo que nos preguntan", comenta. Aunque Pilar y Pedro no son naturales del valle -ella nació en Sangüesa y él es de Huesca- se sienten cerlerianos. A sus 70 y 75 años, respectivamente, su pasión por el valle, por la estación y por su historia sigue tan latente como cuando comenzaron a hacer sus primeros descensos. Mucha ilusión y, sobre todo, mucha hospitalidad, la que cada lunes ofrecen a quienes visitan Cerler, a quienes quieren conocer a fondo estas laderas y, tal vez, como ellos empezar a sentirse uno más de esa gran familia a los pies del Aneto.

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