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O. BELATEGUI
Viernes, 15 de septiembre 2017, 00:15
Jacques Cousteau (1910-1997) llevó el fondo del mar a nuestros televisores. Sus programas de divulgación lo convirtieron en una estrella planetaria. Millones de espectadores gozaron y sufrieron con la tripulación del 'Calypso' y sus aventuras por los mares del mundo. Militar de formación, Cousteau perfeccionó una escafandra autónoma y cámaras submarinas para tomar imágenes nunca vistas. Su documental 'El mundo del silencio', codirigido junto a Louis Malle, obtuvo la Palma de Oro en Cannes en 1956. Fue la primera película a color rodada a más de 75 metros de profundidad.
Su biopic cinematográfico descubre los claroscuros del mito. Lambert Wilson se mete en la curtida piel de un marino que abandonó el Ejército para hacer realidad un sueño: explorar los océanos y mostrarlos como nadie había hecho hasta entonces. 'Jacques' retrata a un hombre ambicioso y obsesionado por su labor, que, embriagado de fama, es incapaz de atender a su familia. Su vida está contemplada desde los ojos de su hijo Philippe, que falleció en 1979 en un accidente de aviación.
Cousteau levantó un imperio que pereció ahogado por las deudas. Tuvo a su cargo a más de un centenar de ingenieros y técnicos que desarrollaban submarinos y plataformas para vivir bajo el agua, un sueño que tuvo que desechar cuando le abandonaron los patrocinadores. La vida familiar a bordo del 'Calypso' se hace añicos según crece la ambición de su carismático capitán, que no concibe sus programas para la televisión americana como documentales de naturaleza, sino como películas donde él es la estrella.
'Jacques' reserva el papel más amargo para Audrey Tautou, que encarna a la sufrida esposa de Cousteau. Gracias a ella el 'Calypso' pudo botarse. Su marido se lo pagó acostándose con otras mujeres y hasta enroló en el barco a una de sus amantes. Jérome Salle firma un filme entretenido y vistoso en sus imágenes submarinas. Lo menos creíble es la rápida transformación que sufre el comandante, cuando cae del guindo y reconoce que en vez de colonizar el mar lo que hay que hacer es cuidarlo. Un mensaje ecologista demasiado forzado que salva a un egoísta que amó el mar más que a los suyos.
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