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LUIS URIOS
Jueves, 21 de noviembre 2024, 23:56
Lope de Vega pasó dos años de su prolífica carrera en Valencia. Se suele pensar que fue una gran influencia para infinidad de autores y para la dramaturgia valenciana de la época, pero más bien fue al revés. Al fin y al cabo, Lope no era más que un veinteañero por aquel entonces. Un veinteañero genial, es cierto, pero, reconozcámoslo, también un veinteañero un poco pringado. Fue desterrado de la Corte y el reino de Castilla por difamar en sus versos a la mujer que amaba después de que ella se prometiera con otro hombre. Y esa fue precisamente la razón por la que vivió en Valencia. A día de hoy tenemos obras como 'La viuda valenciana' o 'Los locos de Valencia' de su época en la ciudad del Túria. Esta historia acaba de ser recuperada por 'El agua de Valencia' (Yapadú Producciones), la obra dirigida por Daniel Tormo que estará sobre las tablas de La Rambleta entre este sábado 23 de noviembre y el 1 de diciembre. Hablamos con Tormo sobre Lope, sobre la obra y sobre qué diría el genial dramaturgo de la situación tan trágica que se está viviendo.
-Yapadú ha perdido más de medio millón de euros en material técnico. ¿Cómo está la situación y cómo han relanzado la obra?
-Por suerte, la parte técnica y la escenografía estaban ya en La Rambleta. Eso es lo que nos ha permitido hacer la obra. Estamos contentos por poder estrenarla. Varios técnicos tuvieron que pasar la noche de las inundaciones en el altillo del almacén. Ahora mismo estamos intentando navegar sobre la tragedia, pero la profundidad de la catástrofe es terrible. Las consecuencias ni siquiera las sabemos todavía.
-¿Qué hizo Lope de Vega para que lo exiliaran durante ocho años y pasara dos en Valencia?
-Lope fue uno de los mayores ingenios de la literatura española. Era prolífico y nunca alcanzaremos a conocerlo del todo. Tenía una vida muy activa: si alguien ha llegado a ser sacerdote, estar casado y tener amantes al mismo tiempo, ese era Lope. Se enamoró de Elena Osorio y la difamó cuando ella se casó con una personalidad importante de Madrid. Se burló de ellos en unos versos y lo desterraron. Toda su vida fue así. Lope era un poco muerto de hambre, un poco pringado (ríe), al igual que todos los autores del Siglo de Oro, que si no tenían un protector iban muy mal de dinero porque el oficio estaba muy mal pagado. En Valencia encontró una estructura teatral consolidada. Teníamos nuestro Siglo de Oro particular, con los corrales de la Olivera y els Santets.
-Se dice que el destierro a Valencia al que se vio arrojado Lope de Vega le hizo conocer un panorama teatral que sería determinante para la gestación de la Comedia Nueva.
-Es así. Históricamente se ha dicho que cuando Lope vino a Valencia los autores aprendían de él, pero eso no fue exactamente así. De hecho, él era muy joven y fue él quien aprendió una forma de hacer teatro muy nuestra. Aprendió gracias a grandes figuras como Guillem de Castro. Prueba de ello es la barbaridad de obras sobre Valencia que Lope tiene escritas.
-¿Qué diría que podemos extraer de aquella época para que nos ayude a vivir esta?
-Lo que nos gustaría que la gente viese y sintiese es que, por más que pensemos que la ficción es algo inexistente, desgraciadamente supera a la realidad. La realidad nos supera incluso en el horror. Pero bueno, lo bonito es que la ficción también es un espacio de seguridad, un encuentro que permite que las historias que contamos sean reales. No sustituyen a la vida, pero la hace más llevadera y, además, en la ficción controlamos lo que ocurre. A veces se desacredita la comedia como género menor, pero con la sonrisa y la alegría se puede reflexionar igualmente o incluso mejor sobre cosas gravísimas, trascendentales y serias. Y además con la comedia se puede hacer esto sin aleccionar a nadie. Ante la tragedia, comedia.
-¿Puede llegar a ser la diversión un motor de cambio?
-Claro que sí. Hay una concepción errónea en cuanto a que pensamos que la risa es un divertimento que pasa y ya está. Pero no hay forma de afrontar un tiempo como este que no sea con optimismo y diversión. 'El agua de Valencia' reivindica esto. Es una comunión con el vínculo que se transmite en forma de sonrisas. Y el objetivo es que el público salga con algo de esperanza. Eso favorece el bien común. Y fíjate, cuando se inundó la nave, todo el reparto, desde la primera actriz hasta el último músico, fuimos a embarrarnos y a limpiar allí. Parte del equipo trajo comida e hicimos una paella. Cuando estábamos allí sentados, comiendo paella llenos de barro y rodeados de destrucción, paradójicamente parecía una celebración. Una celebración de la vida en medio del horror. Fue ahí cuando nos conjuramos a seguir adelante con la obra. Después de aquello llegó el optimismo y la resolución de problemas.
-Valencia era a finales del siglo XVI una ciudad muy rica en lo que a literatura y escritores se refiere.
-Acababa de producirse una sustitución lingüística. Durante el Siglo de Oro primaba el valenciano, pero hubo una sustitución cultural. Valencia perdió parte de su autonomía y la lengua fue erosionándose. Pero aun así, muchos autores escribían en valenciano. Y Valencia era importantísima. Teníamos a Guillem de Castro, a Gaspar Aguilar, a Francisco Agustín Tárrega... Éramos una capital cultural europea.
-Por último, ¿qué haría o qué diría Lope de Vega ante una situación tan trágica como la que ha asolado Valencia?
-Creo que respondería con empatía, que es algo que Lope tenía en grandes dosis. No puede haber ficción sin empatía. Tienes que saber qué siente la gente para conectar con ella. Creo que Lope devolvería la sonrisa a Valencia con su poesía. Ahondaría y sentiría mucho la tragedia y le daría a Valencia una comedia a cambio de tanto sufrimiento.
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