paula moreno
Miércoles, 25 de agosto 2021, 00:46
El parque natural de la Sierra Calderona, en la provincia de Castellón, alberga importantes monumentos y parajes naturales, como la Cartuja de Porta Coeli o la cumbre del Garbí, así como el Castillo de Serra o el poblado ibérico de Puntal dels Llops ... . Pero uno de los lugares con más historia del parque se encuentra bajo una de sus montañas, el Montmayor. A doce kilómetros de Altura, con una profundidad máxima de 105 metros, se encuentra la Cueva Santa o Cueva del Latonero.
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Por esta gruta han pasado grupos de personas desde la prehistoria, pues sus aguas se han considerado curativas desde la época de los íberos. Pero la mayoría de los restos han desaparecido por reformas a lo largo de los siglos, ya sea porque se han tapado galerías o se han degradado.
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Un ejemplo es la Sala de los Vicarios, una galería descubierta por el grupo de espeleología La Senyera en 2007 después de estar más de trescientos años tapada. Esta fue usada como sacristía entre los siglos XVI y XVII. El grupo encontró grabados en su interior los nombres de los religiosos que habían pasado por allí, así como dibujos de cruces y calvarios.
No obstante, el punto más importante de la Cueva Santa es el santuario que alberga en su interior, el Santuario de la Cueva Santa. Para saber por qué se construyó un templo en esta sima, es necesario remontarse al siglo XV. Cuenta la leyenda que un pastor que se refugiaba en esta cueva dejó una pequeña talla de yeso de la Virgen María en la gruta, de veinte centímetros de alto y diez de ancho. Un siglo más tarde, en 1502, otro pastor que descansaba en la cueva encontró la figura porque la Virgen María se le apareció para indicarle la ubicación.
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La leyenda afirma que el autor de la talla fue Bonifacio Ferrer, hermano de San Vicente Ferrer, pues fue prior de la cercana Cartuja de Vall de Crist, donde se produjeron dichas figuras. No obstante, los registros de los cartujos indican que ya se repartían figuras a la población antes de que llegase Ferrer a la cartuja.
Posteriormente, a esta figura se le empezó a llamar la Virgen de la Cueva Santa, y se le han atribuido numerosos milagros, desde la curación de un joven ciego en el siglo XVII a unas lluvias en 1726 que acabaron con una sequía general. De hecho, a este milagro se le atribuye el origen de la canción popular «Que llueva, que llueva». Actualmente, una réplica de la talla original de la Virgen es adorada en el santuario, y es patrona de la diócesis de Segorbe-Castellón, Beniarrés, algunas ciudades de Latinoamérica y de los espeleólogos.
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Para llegar hasta el templo, es posible ir en coche hasta la entrada de la cueva. El parking y el acceso son gratuitos. La fachada blanca de la antigua hospedería recibe al visitante, quien nada más entrar en el edificio verá las escaleras de descenso a la gruta. Este edificio de cuatro plantas tiene origen en el siglo XVI, y servía para alojar a peregrinos, pero ahora está en desuso.
Un aire solemne envuelve el descenso hasta el templo, cuyas paredes lisas y blancas desentonan con la cueva. Una reja separa los bancos del altar, donde unas columnas salomónicas flanquean la imagen de la Virgen. Esta sustituye a la réplica de los años cuarenta, la cual fue robada en 2011. Además, en el recinto del templo se encuentran los restos de Bonifacio Ferrer, en un sepulcro en la zona alta de la gruta.
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El culto a la Virgen de la Cueva está muy extendido en los municipios cercanos, por lo que de abril a octubre se dan varias romerías desde diferentes puntos de la comarca. Sin embargo, la más conocida es la romería que parte de Alcublas. El primer sábado de mayo, los devotos salen a las ocho de la mañana del municipio para hacer la ruta de doce kilómetros hasta la cueva. Los jóvenes festeros, vestidos de militares, llevan a cuestas el relicario de la Virgen de la Cueva Santa, una imagen de madera dorada y policromada de principios del siglo XVIII.
Por la belleza del recorrido, cada año se unen más personas no creyentes que quieren acompañar a familiares o simplemente hacer la ruta hasta la cueva. Para aquellos que no desean entrar en la misa que hay al final de la romería, es posible explorar el entorno del santuario.
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Partiendo del aparcamiento frente a la cueva, es posible ascender hacia el Calvario. El recorrido es de un kilómetro, y unas cruces flanquean la senda hasta la cima. Cabe destacar los grupos de esculturas que hay en el Calvario, que representan escenas de la Pasión de Cristo, así como el mirador al final del recorrido, que tiene vistas a toda la sierra. Este ascenso es el broche perfecto para una visita a la Cueva Santa, uno de los enclaves religiosos con más historia de la Comunitat Valencia
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