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El cocido de Antonio Cosmen (Puente de Vallecas, Madrid).
El pavo de la Metro-Goldwyn-Mayer

El pavo de la Metro-Goldwyn-Mayer

¿Quién lo come todavía? El pavo popular, asado y con castañas, es de otra época, igual que el besugo

ANTONIO VERGARA

Sábado, 24 de diciembre 2016, 19:43

Ramón Gómez de la Serna escribió que «los pavos asados muy pechugones sacan el pecho como gimnastas orgullosos». Y aún no había nacido Donald Trump. También a los ciudadanos se les pone cara de pavo y de villancico a principios de diciembre. Sin embargo, no es correcto hablar únicamente del pavo, 'El Pequeño Tamborilero', o de aquellos vuelos rasantes de las golondrinas -cual aviones de caza-, (hoy ausentes por los pesticidas, dicen) que anunciaban la lluvia.

También han disminuido cuantitativamente los matasuegras -pero no las suegras o madres políticas políticamente correctas y 'sostenibles'- porque las bromas no son ahora inocentes, sino muy pesadas. Los tiempos han cambiado. Y el WhatsApp es un arma de destrucción masiva y navideña.

Cocinas navideñas hay tantas como países» (Xavier Domingo). La Comunidad Valenciana no es un país. Es una región española. Algunos creyentes nacionalistas (Compromís, Equo, València en comú, etc) afirman que la cocina navideña de Castilla-La Mancha, Andalucía o Asturias pertenece a la «cocina estatal». ¿Alguien ha visto a un cocinero 'estatal', cual si se tratara de un funcionario de Correos, Hacienda o del Ministerio de Agricultura de mi adorada ministra Isabel García Tejerina, elaborar un besugo al horno a la façon del BOE'? Hay demasiados chalados en derredor.

Para unos, la tradición culinaria de Navidad será -o habrá sido- el pavo; para otros, algún plato burgués, más religioso que el pavo, importado de América por los Jesuitas. Y para los de más allá, las alubias guisadas y aderezadas en la mesa con all i oli. Esto no es una boutade. Alubias con all i oli, una receta humilde y energética que comían en Nochebuena bastantes familias obreras del cinturón de Valencia en los duros tiempos de la posguerra.

Ciñéndonos al tópico más común, no hay el menor inconveniente en recrearnos con las inveteradas costumbres culinarias que tanta prensa y buena literatura contienen, caso de Vicente Blasco Ibáñez (Arroz y tartana) y su barroca descripción del cocido del día de Navidad (puchero, como nos gusta decir a los regionalistas valencianos) en una casa de la burguesía capitalina aprovisionada en el Mercado Central. Nos sigue reconfortando el puchero y que todavía permanezcan costumbres culinarias muy antiguas y cordiales. Lo hermoso de las tradiciones inofensivas, agradables, culturales, civilizadas -su razón de ser- es conservarlas.

Brillat-Savarin, en 'Fisiología del Gusto', llamaba jesuitas a los pavos. Alejandro Dumas, en su 'Gran Diccionario de Cocina', escribió que «algunos pésimos bromistas tienen la costumbre de llamar pavos a los jesuitas. Los pavos tienen derecho a enfadarse». Dumas fue un grosero anticlerical, como Blasco Ibáñez, cuyas analfabetas masas republicanas apedreaban el Rosario de la Aurora y las procesiones como postre tras un grasiento 'arròs amb fesols i naps'.

Las fiestas navideñas han estado asociadas, literaria y mitológicamente, al pavo. Pero ya no es fácil ver las antiguas reatas de pavos, como manadas de ñús. El pavo sería un mito mundial si la Metro- Goldwyn-Mayer lo hubiera preferido al famoso 'león de la Metro'.

¿Quién come pavo todavía? El pavo popular, asado y con castañas, es de otra época, igual que el besugo (el 95% procede de Tarifa). Tampoco hay personas que se atrevan a degollar un pavo en su domicilio. Ha habido muchos supervivientes, momentáneos, que han huido por las escaleras de una vivienda con un tajo en su cuello.

La gastronomía está muy de moda. He descubierto el porqué en este pesimista-realista párrafo de Benito Pérez Galdós: "Cinco siglos de sobriedad han despoblado nuestras encías y atrofiado nuestro estómago. Tanto empeño tenemos en masticar y digerir como los demás (se refiere a Europa) que, al fin y al cabo., como esto no exige un largo aprendizaje lograremos vencer las dificultades".

Felices Navidades. 'Beneïu-nos, Senyor / beneïu l'aliment que ara anem a / menjar i procureu el pa a aquells / que passen fam'. Es nuestro más sincero deseo.

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