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De institutriz  a gastrónoma pasando por Madrid

De institutriz a gastrónoma pasando por Madrid

Maura Laverty, autora de uno de los libros de cocina más populares de Irlanda, 'alimentó' su juventud en España

ANA VEGA PÉREZ DE ARLUCEA

Viernes, 6 de marzo 2020, 00:21

Si hablamos de institutrices puede que les venga a ustedes a la mente la imagen de una inteligente y romántica heroína como Jane Eyre, o la de alguna férrea dama victoriana, profesora implacable y terror de los niños como la señorita Rottenmeier. Las novelas de Henry James, Jane Austen o las Brontë están llenas de esforzadas jóvenes, cultas pero de clase humilde, que se ven obligadas a ganarse la vida educando a niños malcriados de buena familia y ésa es la idea que asociada a la palabra institutriz ha acabado calando entre nosotros. En lo que no solemos pensar es en que en España también hubo miles y miles de institutrices entre finales del siglo XIX y principios del XX, ni en que lo más común entre las familias de clase alta fue tener una miss irlandesa. Dependiendo de las circunstancias económicas, sociales y culturales de cada hogar despuntaron también mademoiselles francesas e incluso fräuleins alemanas, pero el poderío económico del Reino Unido y la cada vez más intensa relación comercial con países angloparlantes hicieron que el conocimiento del idioma inglés fuese visto por muchos como más deseable.

Así pues los cabezas de familia con posibles se lanzaron a la búsqueda de aquellas misses que, a medio camino entre aupairs, niñeras y profesoras particulares, meterían en la mollera de sus hijos los rudimentos del inglés y de paso darían lustre internacional a su servicio doméstico. Los españoles, entonces aún muy pendientes de los asuntos religiosos, posaron sus ojos en un país que ofrecía hablantes nativos de inglés con limpieza de sangre: Irlanda. Desde los verdes y paupérrimos condados irlandeses llegaron a España dispuestas a vivir aventuras miles de mujeres solteras, católicas y de clase media que transmitirían a los niños bien su típico acento cantarín. Dos de esas institutrices figuran hoy en día con mayúsculas en la historia de la literatura irlandesa: Kate O'Brien (1897-1974), quien contó sus experiencias como institutriz en Bilbao en su novela 'Mary Lavelle', y Maura Laverty (1907-1966), que además de escritora, dramaturga, locutora y guionista fue también autora de varios libros de cocina.

Piensen en Simone Ortega o en la Parabere. Pues el equivalente irlandés a estas mujeres, autoras de los recetarios españoles más conocidos y usados, sería Maura Laverty. Además de auténticas biblias de la cocina irlandesa como 'Full and Plenty' o 'Maura Laverty's Cookbook' publicó numerosas novelas en las que la comida juega un papel principal. Fue una maestra de la literatura gastronómica y de las descripciones sabrosas, ésas que en nuestro país atribuimos por ejemplo a Camba, Cunqueiro o Pla y que tan excelentemente dominaría otra mujer como M. F. K. Fisher.

Nacida como Maura Kelly en Rathangan, condado de Kildare, y perteneciente a la modesta clase comerciante, Laverty estudió para ser profesora en un convento de monjas brígidas. A través de este tipo de instituciones educativas religiosas era como las familias españolas contrataban a jóvenes irlandesas y así fue como nuestra protagonista acabó poniendo los pies en Madrid un oscuro día de noviembre de 1924. No aguantó ni seis meses como institutriz, un trabajo aburrido en el que los empleadores ponían además todo tipo de límites al 'decoro': las institutrices no podían llevar maquillaje, fumar, vestir de ciertas maneras ni salir con hombres. Laverty hizo de su capa un sayo, dejó plantada a su señora (una exinstitutriz irlandesa casada con un empresario español) y se lanzó a vivir la alegre vida del Madrid de los años 20 convirtiéndose en profesora de inglés, secretaria privada y colaboradora del periódico El Debate.

Todo esto y más lo contó en una maravillosa novela de 1944 titulada 'No more than human' (Nada más que humano), desgraciadamente aún sin traducir al castellano y que seguramente contiene alguno de los pasajes más bonitos dedicados nunca a nuestra gastronomía. En el palacio de la Castellana donde pasó sus primeros meses en España, Maura conoció a Juanita, la cocinera, y se enamoró de nuestros sabores. «Es a Juanita a quien debo recordar con gratitud, porque fue ella quien me desveló los hermosos secretos de la cocina española [...] venía de un pueblo en las afueras de Madrid y tenía el mismo aspecto que lo que uno imagina producido por el suelo árido de Castilla, un olivo fuerte y desgarbado. A diferencia de la mayoría de los cocineros profesionales, no era tacaña con su conocimiento. Mientras revolvía, mezclaba, trituraba y batía, resolvía todas mis dudas con respuestas pacientes e incluso a veces me prestaba un mandil y permitía que le echara una mano bajo su atenta mirada...».

Para Laverty la cocina era la poesía del trabajo doméstico, un «arte amable, cordial y desinteresado, en el que cada pequeño paso del plato más sencillo es una oportunidad para expresarse». Maura Laverty exprimió los placeres españoles durante sólo cinco años pero nunca olvidó nuestro país, el lugar donde la comida y el idioma eran para ella tan celestiales que «incluso cuando te insultaban sonaba como una caricia».

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