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CLARA ALFONSO
Valencia
Domingo, 1 de septiembre 2019
Limitando al norte con Campanar y el municipio de Mislata, al este con Extramurs, al sur con Patraix y al oeste con la localidad de Xirivella, se encuentra 'L'Olivereta', el distrito número 7 de la ciudad de Valencia.
Con una extensión de 200,9 hectáreas, se trata de uno de los distritos más poblados de Valencia con 48.639 residentes según el padrón de 2018. Así, La Olivereta se compone de 5 barrios: Nou Moles, Soternes, Tres Forques, La Fontsanta y La Llum.
El barrio de La Llum está situado al oeste de la ciudad y limita al norte con Soternes, al este y al sur con La Fontsanta y al oeste con el municipio de Xirivella. En este sentido, sus límites se encuentran al norte con la avenida del Cid, al este con la calle de la Casa Misericordia, al sur con la calle de la Madre Juana María Condesa Lluch y al oeste, con Xirivella. Una de las peculiaridades de La Llum es que pertenece a Valencia y a Xirivella al mismo tiempo.
Mientras que la Fontsanta fue construida a raíz de la riada de 1957, el barrio de la Llum se concibió dentro del programa de viviendas de renta limitada de 1958, periodo en el que se puede observar el abandono de la política de grandes grupos oficiales y la aparición de la promoción privada que la legislación fomenta. Originariamente, el barrio se proyectó sobre una estrecha franja de terreno orientada de norte a sur entre lo que son hoy la avenida de Marconi y la calle de Alejandro Volta.
Durante el franquismo, el Ministerio de la Vivienda monopolizaba el desarrollo urbano de la postguerra. Estas viviendas corresponden cronológicamente casi al mismo tiempo que las de la Fontsanta, construidas a finales de los 50.
En los años 80 la construcción era constante. El espacio de la zona oeste y las proximidades a las viviendas más antiguas habían quedado ocupadas. También se ocuparon las parcelas que quedaban entre dichas zonas y la calle de San Miguel de Soternes (actualmente calle Casa Misericordia).
Respecto a las distintas zonas en que se divide el barrio, se puede hablar de dos partes bien diferenciadas: una primera zona planificada anterior a 1960 en la cual se sitúa el grupo de viviendas públicas y una segunda zona, resultado de un crecimiento espontáneo que se produjo en los años sesenta.
El pasado 1 de enero de 1968 se inició en nuestras páginas una campaña publicitaria destinada a presentar a los valencianos la segunda fase de esta promoción de viviendas que, al final de los años cincuenta, comenzó a ser construida y poblada.
Debido a su ubicación en el extremo oeste del distrito y del término municipal de Valencia, la distancia con respecto al centro de la ciudad es bastante grande. No obstante, esa misma circunstancia, la de la distancia, fue la que se empleó, entre otras, para promocionar las viviendas. Y todo ello por una sencilla razón: el barrio sería contiguo al municipio de Xirivella, pero iba a estar servido por la avenida de Castilla (actualmente avenida del Cid) el nuevo acceso, amplio y moderno, que tenía que ser la gran entrada a la ciudad por el oeste.
Paseando por la calle de Josep María Bayarri, María Gomis se emociona al recordar una anécdota de su infancia. «Mis tres hermanos, mi madre y yo llegamos al barrio a finales de los cincuenta. Yo tenía 6 años, era la pequeña. Recuerdo que, hasta entonces, habíamos estado viviendo en una 'casa' que se caía a pedazos. Nuestro padre era quien traía el jornal a casa para que pudiéramos comer. Al fallecer, mi madre tuvo que apañárselas para trabajar ordeñando vacas y así tener algo que llevarnos a la boca. Pasamos unos años muy malos, tuvo que pasar días sin comer para que pudiéramos hacerlo nosotros. Fue muy duro para ella». María fue una vecina del valencianísimo barrio de La Luz. Aunque ahora ya no reside allí, recuerda aquello como un milagro, como una oportunidad de volver a empezar desde cero.
«Con el paso del tiempo y con la ayuda de buenas personas que nos ofrecieron trabajos bien remunerados, pudimos trasladarnos a otra zona de la ciudad en busca de mejores condiciones para toda la familia. En ese momento, la promoción de las viviendas de renta limitada marcó un antes y un después en nuestra vida. A base de trabajo y mucho esfuerzo, pudimos adquirir una de ellas en medio de la huerta».
Por aquel entonces, cuando se sustituyó el viejo camino de Madrid y empezó a diseñarse el nuevo acceso, lo único que había era una tira de asfalto por la que apenas podían cruzarse dos camionetas. A pesar de ello, se resguardó una franja de cien metros como previsión futura, y las urbanizaciones emergentes fueron naciendo a la orilla de la futura avenida. A partir de ese momento, los edificios se fueron habitando, muchos de ellos en medio de la huerta, o donde «Cristo dio las voces», más por el bajo precio de la vivienda que por la esperanza de estar algún día al borde de una de las avenidas más destacadas de la ciudad.
El Barrio de la Luz, por diversas razones, era una tierra de esperanza para aquellas familias de clase media que soñaban con poder ser propietarias de un piso propio a base de trabajo y esfuerzo. Hace poco más de medio siglo, se presentó una nueva fase en esa línea de atención a una demanda creciente de viviendas, alimentada, además, por una emigración que estaba llegando a la ciudad de forma creciente.
Las casas de la segunda fase, localizadas entre las calles de Alejandro Volta y Marconi y desde José María Bayarri a Quart de les Valls, se presentaban de manera muy sugerente al público. En primer lugar, todas las casas eran exteriores. Contaban mínimo con tres o cuatro dormitorios, comedor con solana, aseo y armarios empotrados. En segundo lugar, se presentaban en el mercado con las «máximas exenciones tributarias, fácil amortización de los créditos del Estado y libres de comisión por corretaje». También presumían de una «construcción sólida y esmerada a base de materiales nobles y de primera calidad, carpintería metálica, ascensores, portal y escalera de mármol».
El barrio en sí no se caracteriza por tener mucha historia ni comercios tradicionales, pero sí por contar con muchas vivencias.
Si bien el punto de partida histórico del barrio podría ser el grupo de renta limitada (1957-1958) del prestigioso arquitecto Vicente Figuerola Benavent para la inmobiliaria La Alquería, con 1.157 viviendas y 70 locales. La construcción contó con 77,5 millones de pesetas de presupuesto, es decir, 20, 843 millones de euros.
En general, la relación de Valencia con su barrio ha sido escasa. Hace unos años, se hablaba de La Luz como «un ejemplo de ciudad inacabada» porque en los últimos 25 años se habían construido en el barrio solo dos de los nueve equipamientos previstos en el Plan General de 1989. Ahora, Xirivella ya cuenta con una biblioteca, un nuevo parque y una piscina de verano, entre otros.
Sin embargo, esta doble pertenencia no presenta inconvenientes entre los habitantes del lugar. «Desde hace unos cuantos años, somos dos pueblos unidos y a la vez separados por una única calle que nos divide. Pero ello no significa que nosotros nos sintamos divididos. El sentimiento general es de pertenencia única a una zona en la que han crecido nuestros hijos, se divierten nuestros nietos y vivimos nosotros. No existen los problemas ni la rivalidad entre 'los de valencia' y 'los de Xirivella', no hay dos bandos.Todos somos uno». Así lo asegura Concha, una vecina orgullosa de pertenecer a La Luz.
Pertenece al empresario francés del retail Klépierre desde que en 2015 se hiciera con la firma holandesa Corio, que gestionaba el centro hasta el momento. Así, desde que se inaugurara en 1992, sirve como referencia para aquellos que preguntan por Xirivella.
La fuga de motores como Inditex o la reducción de Carrefour han arrastrado al cierre a numerosos establecimientos. Lo cierto es que las grandes marcas generan una afluencia de gente necesaria para el resto de negocios. El último cierre destacable fue el de Pull &Bear, la última firma que quedaba de Inditex.
«Desde la apertura en 1992, las tiendas funcionaban, tanto las grandes como las pequeñas. Teníamos ventas y eso es una realidad. Ahora, si no fuera por el cine ABC, personas contadas pisarían el suelo del centro comercial», asegura un comerciante de zapatos.
A pesar de que el centro se encuentra en una situación muy preocupante, se prevén nuevas inversiones en un futuro próximo, como un almacén de logística en la planta baja, hasta ahora desocupada.
Otro problema que sufre el Gran Turia es la mala comunicación: no hay metro y la única parada de bus existente, se encuentra alejada de la zona. «Todo va en nuestra contra. Con la fuga de las grandes marcas y la mala comunicación, nos hemos vuelto invisibles. El futuro que nos espera no pinta nada bien», lamenta.
Lo cierto es que Valencia no ha sido nada generosa con La Llum. Pero el pequeño barrio de L'Olivereta existe. Y los vecinos lo saben.
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