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Jueves, 30 de noviembre 2017
Una noche tranquila. En lo alto del monte y sin más luz que la del tenue reflejo de la luna y las estrellas. Como en un sueño. Y es que, mirar al cielo y ver algo más que negros y grises es algo complicado -sobre todo si se vive en poblaciones con abundante contaminación lumínica-. Pero hay lugares que permiten vivir ese sueño. Uno de ellos es Culla. Pasar unos días en esta pequeña población del interior de Castellón permite ser partícipe de los brillantes colores del cielo estrellado de Van Gogh.
¿Preparado para conocer los misterios del Universo? Desde el observatorio astronómico turístico de Culla existe la posibilidad de observar las estrellas, constelaciones y planetas visibles en el cielo. Ver el firmamento, algo que está tan lejos que parece no existir. Desde el paraje de la Ermita de San Cristóbal, y con un telescopio especializado, se observan los cuerpos celestes visibles en el momento, que varían según la época del año y la hora, entre los que destacan: los cráteres de la Luna, los satélites de Júpiter, los anillos de Saturno, la nebulosa de Orión, la galaxia de Andrómeda, el cúmulo globular M13… Incluso más. La jornada de astronomía permite la inmersión durante cuatro horas en el mar del universo.
Pero Culla también esconde secretos históricos. Un simple paseo por los rincones de la localidad te trasladan hasta una atmósfera legendaria. Se trata de uno de esos municipios invadidos por la nostalgia del pasado. Con un casco histórico, declarado Bien de Interés Cultural en 2004, impregnado por la magia medieval. La ruta Templaria recorre diferentes calles y edificios históricos como las ruinas del castillo musulmán del siglo XIII o la Presó del siglo XIII y XIV en la que se conservan las cadenas originales y dibujos realizados por los reos en sus paredes. Una oportunidad para conocer en un día -o dos- este pequeño pueblo que se esconde en el interior de la Comunitat.
Como un intrépido aventurero recorriendo las entrañas del mismísimo Cañón del Colorado. Así se siente uno cuando recorre las Hoces del río Turia a su paso por Chulilla. El pueblo de las casas blancas. Una localidad situada en la ladera de una colina, en la comarca de los Serranos, que destaca por sus baños y el turismo termal, pero que ofrece mucho más que relax.
A través de la ruta de los puentes colgantes se vive una auténtica aventura. Altos acantilados separados por un pequeño río -teniendo en cuenta que hace tiempo que no llueve-. La mezcla de colores, verdes, rojos y amarillos. Y la tranquilidad de la naturaleza. Un conjunto que crea un paisaje mágico. El recorrido discurre por el río, bordeando la parte superior de los cortados y cruzándolos de un lado a otro por medio de dos puentes colgantes hasta llegar al embalse de Loriguilla. Se trata de una ruta fácil que pasa por zonas de alto valor como el Bosque de Ribera y las pinturas rupestres del Barranco de la Falfiguera. Un recorrido que ofrecen magníficas vistas, algunas no aptas para miedosos, como las que se observan desde el puente más alto, de unos 15 metros.
Pero además, en Chulilla se puede pasar un día completo. Por la mañana senderismo, con mochila y bocata incluidos, y por la tarde visitar las ruinas del castillo situado sobre la parte alta del peñón sobre el que se asienta el pueblo en forma de anfiteatro. Otro de los imprescindibles en la comarca es degustar los guisos tradicionales. 'Olla de carne' -con alubias, patata, cardo, tocino, morcilla de pan, morcilla de cebolla, güeña, mediana y hueso- o la 'Olla de berzas' -con alubias, acelgas y patata, y el toque especial de la hierbabuena-. Poco aptos para paladares finos.
Un antiguo bastión. Testigo de luchas. Vestigio de amores y desamores. El Castillo de Biar, declarado Monumento Nacional en el año 1931, es uno de los grandes atractivos del municipio situado en el interior de la provincia de Alicante. Corona del pueblo. Situado en un cerro rocoso a 750 metros de altitud, era -y es- los ojos de Biar. De origen musulmán y datado a mediados del siglo XII, mantiene perfectamente su estructura, conserva un doble recinto amurallado, y almenado con su correspondiente paso de ronda, con cuatro cubos en el exterior y tres en su interior, ordenado alrededor de la gran torre Maestra.
Caminar por las tranquilas calles que vieron conquistar a Jaume I el castillo. Revivir la historia a través de un paseo por el acueducto ojival, obra del arquitecto Pere Compte. Visitar el patrimonio cultural del municipio a través de su museo etnológico municipal. Pasear por el mercadillo navideño municipal. Y disfrutar de la naturaleza y la gastronomía del Alt Vinalopó. Un plan completo para pasar el fin de semana en uno de los pueblos más bonitos de la Comunitat.
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