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LUIS URIOS
Jueves, 3 de octubre 2024
Pedro Casablanc lleva más de un centenar de funciones poniéndose en la piel de Ramón Gómez de la Serna. Un centenar de obras en las que ha ido conociendo más y más a fondo al escritor madrileño, pero en las que también ha conocido a Ramón del Valle-Inclán casi como a un amigo cercano. Tanto los conoce que habla de ellos como si fueran familia y, al preguntarle qué dirían sobre este u otro asunto de actualidad, no duda un segundo sobre el diagnóstico que ambos escritores harían del mundo. Y si tanto los conoce es por 'Don Ramón María del Valle-Inclán', la obra que estará en el Teatro Principal de Valencia este sábado a las 20:00 horas y el domingo a las 18:00 horas. Junto al pianista Mario Molina y bajo la dirección de Xavier Alberti, Casablanc ofrece un doble retrato a modo de monólogo: el de retratista (en la piel de Gómez de la Serna) y el de retratado (al examinar a fondo la figura de Valle Inclán). Hablamos con él sobre estas dos prolíficas figuras, sobre la obra en sí y, cómo no, sobre lo que ambos artistas dirían de lo que ocurre en el mundo de hoy.
-¿No le da miedo enfrentarse al público, solo y con un monólogo tan literario?
-La verdad es que sí. Es un texto sobre el que no se puede improvisar, porque es de tanta altura literaria que no te puedes salir de él. Ayer cogí un avión de Barcelona a Alicante y, fíjate, después de más de cien representaciones, revisé la obra una vez más en el aeropuerto. Igual que los guitarristas, que siempre tienen que estar haciendo callo, pues yo igual. No puedes abandonar un trabajo como este, hay que practicarlo casi a diario. Repaso tanto porque no puedo quedarme en blanco, eso no es una opción.
-La obra combina el humor con la música y la crítica social. ¿Cómo se unen todos estos elementos?
-Tanto Valle Inclán como Gómez de la Serna eran grandes humoristas. Si Gómez de la Serna viviera estaría haciendo monólogos en el Club de la Comedia, porque a pesar de su enorme intelecto, era un tipo muy frívolo al que le gustaba mucho lucirse. Sus obras siempre estaban abarrotadas precisamente por eso. Y Valle Inclán reflejaba la tragedia y la crítica social de la España derrotada tras la pérdida de las colonias, criticaba a la monarquía y al clero; pero todo lo hacía desde el humor.
-La obra aborda la literatura desde un punto de vista artístico, desde la innovación, la búsqueda de la palabra exacta... ¿Hasta qué punto es importante la literatura?
-Es fundamental. Yo no puedo pasar un solo día sin leer, aunque a mí me viene como herencia familiar, concretamente de mi abuela, que me lo inculcó. Y me encanta, porque cuanto más mayor me hago, más necesito los libros y menos la televisión.
-Valle Inclán fue impulsor del esperpento, ese género que exaltaba lo grotesco y deformaba la realidad. Y lo cierto es que la realidad actual, a veces, parece bastante esperpéntica...
-El ciclo de la vida se basa en altibajos. Eso siempre ha sido y será así, y ahora nos encontramos en un momento de caída. Mira cómo está el mundo. Valle Inclán murió en el 36, justo antes de que estallara la Guerra Civil. Él dijo que en cada siglo se presenta lo que llamaba un «piojo exantemático» que nos contagia y nos enferma. Han pasado casi cien años desde que dijera aquello y estamos al borde de otra guerra mundial, así que soy bastante pesimista en ese sentido. Valle volvería a usar el término de esperpento hoy para referirse a los políticos incapaces de manejar las situaciones. Hablaría del esperpento absoluto del progreso, que, por un lado, es fundamental, pero por otro nos vuelve marionetas de quien maneja el cotarro. Diría que el móvil es la aniquilación mental de la sociedad.
-Entonces, ¿qué cree que diría Gómez de la Serna?
-Él estaría más en la línea de los que se venden al capital (ríe), pero Valle no reparó en renunciar a su sueldo por un ideal político o moral. Y eso que tenía cinco hijos.
-En alguna ocasión ha dicho que la comunicación oral atraviesa una grave crisis. ¿A qué se refiere con esto?
-Lo veo en los adolescentes, que no son capaces de expresarse totalmente si no es a través de lo escrito, o mejor dicho, de lo mal escrito por códigos y signos, que parece que está desbancando a la posibilidad de hablar. Es por esto que creo que la verdadera comunicación, sabia, sensual y amable está en horas muy bajas.
-Ha hecho muchísimo cine y muchísimo teatro. ¿Con cuál de los dos géneros se queda?
- Con los dos. No podría elegir. Sería como tener que escoger entre dos hijos. El teatro exige muchísimo más que el cine. Es muy difícil encontrar una obra que te motive a salir al escenario todos los días. Yo he encontrado esta y me siento muy afortunado por ello. Pero al mismo tiempo supone un sacrificio muy grande. El audiovisual es más sencillo: te obliga a viajar y estudiar, sí, pero lo cierto es que lo haces un día y te olvidas. En cambio, el teatro requiere dedicación en cuerpo y alma y encima está peor pagado (ríe). Pero, con todo, la verdad es que no sabría elegir.
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