guía repsol
Jueves, 8 de octubre 2015, 11:42
Desde hace algunos años estamos pendientes de las armonías entre sólido y líquido. Buscamos el vino perfecto para cada uno de los menús. Lo sabemos, la bebida puede hacer que una comida se vuelva inolvidable y, si nos parece inaudito servir un Rioja en una taza de café, la misma barbaridad será tomar un tinto joven en una copa de Borgoña. Hemos hablado con David Robledo, sumiller de Santceloni, y gracias a sus recomendaciones mostramos a continuación algunos modelos a tener en cuenta la próxima vez que haya invitados en casa.
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Vinos y cervezas: para el aperitivo y las comidas
A la hora de beber vino, solemos escoger una u otra copa dependiendo de su grado de envejecimiento. Los blancos jóvenes y sin madera, como la mayoría de los que se producen en nuestro país, se sirven en copas de Riesling, poco abombadas. Si, por el contrario, el vino ha sido envejecido en barrica, buscaremos una que tenga un cáliz más pronunciado. Así sucede también con los tintos jóvenes, que han de desarrollar sus aromas, mucho más complejos que los anteriores. Dependiendo de la edad del vino se reconocerán los primarios (procedentes de la fruta), secundarios (del proceso de elaboración) y terciarios (que provienen de la crianza).
Los tintos elegantes y con carácter han de servirse en copa con nombre propio, como la de Burdeos, ancha y poco abombada. La bebida se aireará mejor si es decantada, una práctica que Robledo intenta evitar salvo que sea muy necesario. Lo mismo sucede con los de Borgoña, que son demasiado frágiles; el recipiente deberá tener mucho balón para que se desarrolle todo su potencial y se aprecie su buqué.
¿Y la cerveza? En principio se servirá en copas de cerveza clásica, con una capacidad de 30 cl, pero si elegimos una más especial -las de malta o las de doble o triple fermentación- usaremos una copa más grande, como la de los blancos jóvenes.
¿Brindamos?
Los espumosos habrá que beberlos en copas estrechas y alargadas, en donde no se rompa la burbuja. La de cava es abombada, mientras que la de champagne es algo más ancha en el medio. Aunque no son las más recomendables, las de flauta -estrechas, rectas y alargadas- son, a pesar de todo, las más utilizadas en Francia.
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Un apunte, la de pompadour, esas pequeñas bañeras que usaban en las películas El Guateque o Desayuno con diamantes no está recomendada para este tipo de bebidas sino para cócteles sin hielo como el Manhattan o el Cosmopolitan.
También en el postre
Los vinos dulces, de aperitivo o de postre, se servirán en una copa sencilla, redondeada y con poca capacidad, perfecta para aquellos vinos que sean algo exóticos como los de Málaga, Levante o Murcia. Bien es cierto que el Jerez tiene su propio catavinos, pero Robledo recomienda tomar los generosos en copas de Oporto, algo menores que las de vino, para poder disfrutar con plenitud de todas las propiedades de esta bebida tan excepcional.
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Durante la sobremesa
En cuanto a los digestivos y espirituosos también existen diversas posibilidades. Los orujos, grappas y aguardientes se sirven fríos y en vaso pequeño, no así los whiskies de Malta, que deben tomarse en vasos anchos, pesados y siempre sin hielo.
Tras acabar la clase magistral, el sumiller de Santceloni entiende que en casa es difícil guardar tantas copas, por eso tendremos que buscar la versatilidad de cada una de ellas. Serán esenciales las de blanco con cuerpo o tinto joven, que también podremos usar para cervezas, e incluso para espumosos. Si queremos disfrutar de una joya enológica escogeremos la de Borgoña.
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Fuente: Guía Repsol
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