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Casona en Bárcena mayor.
Bárcena Mayor, en esencia

Bárcena Mayor, en esencia

Balconadas floridas, artesanos de la madera y fogones donde humea el cocido montañés conforman uno de los pueblos con más encanto del país

GUÍA REPSOL

Jueves, 5 de noviembre 2015, 14:06

Declarado Conjunto Histórico-Artístico, este pueblo del valle de Cabuérniga pasa por ser el más antiguo de Cantabria, pero cuesta creerlo viéndolo tan acicalado, con las calles tan bien empedradas, las solanas (o balconadas de madera) llenas a reventar de hortensias, geranios y panojas, y sus anchos portalones, como nuevos después de siglos y siglos de cobijar bajo ellos los carros. Las típicas casas montañesas, de dos alturas, que conforman este pequeño pueblo donde orientan sus fachadas hacia el sol del mediodía para recoger su calor y hacer frente al frío que se adueña gran parte del año de esta zona de montaña.

Cocido todos los días

Aquí no es difícil sorprender a algún artesano labrando en plena calle las madreñas o las cebillas, un arnés tradicional de madera en forma de horquilla para sujetar al ganado. Ni detectar el inconfundible olor a alubia blanca, berza, chorizo, morcilla, costilla y tocino del cocido montañés, porque los cinco restaurantes que hay lo sirven todos los días. El mejor, para la mayoría, es La Solana (Tel.: 647 874 574), donde también gustan mucho las fabes con venado, la caza y las carnes de vaca tudanca.

A pie, en coche y en tren minero

Para bajar el cocido, nada como un paseo por los hayedos del Parque Natural Saja-Besaya, dentro del cual se encuentra Bárcena Mayor. De hecho, es el único pueblo que hay en el interior de este gran espacio forestal habitado por ciervos, corzos, jabalíes, lobos y urogallos. Si somos más de coche que de bota de montaña, conduciremos hasta Carmona (bonito pueblo también) y el vecino valle del Nansa para visitar la cueva El Soplao. En Rábago se abre esta cavidad que, desde que fue acondicionada para la visita en 2005, se ha convertido en uno de los mayores reclamos de Cantabria, con sus más de 20 kilómetros plagados de formaciones excéntricas o helictitas, cuya calidad, blancura y abundancia no tienen parangón en España. La visita básica, de una hora, incluye el acceso en tren minero y el recorrido a pie por las galerías de La Gorda (pródiga en helitcitas), Los Fantasmas, Mirador de Lacuerre, Centinelas y Ópera. Para dormir, podemos acercarnos a Caranceja, muy próximo a Cabezón de la Sal, para dormir en un antiguo palacete del siglo XVII reconvertido en el hotel Palacio de Caranceja.

Fuente: Guía Repsol

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