FERNANDO MIÑANA
Sábado, 1 de diciembre 2018, 20:22
Los rumanos no están especialmente orgullosos del conde Drácula. Tiene cierto tirón turístico, sí, pero tampoco es que hayan construido un parque temático 'sacacuartos' en su honor. En Rumanía, especialmente en Transilvania, una región constreñida entre las dos cordilleras de los Cárpatos, prefieren presumir de montes y ciudades medievales.
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La principal ciudad de Transilvania es Brasov, anunciada con sus letras 'hollywoodienses' en lo alto del monte Tampa (865 metros), un balcón inigualable al que se puede ascender en un cómodo teleférico o a pie a través de un hermoso y empinado sendero entre los árboles. No conviene encantarse en la bajada: si se hace de noche, el caminante corre el riesgo de cruzarse con un oso, habituales en estas montañas.
Brasov, el motor económico de la región, posee un burgo medieval muy bien conservado. Las calles discurren entre edificios del siglo XVI donde despunta la torre campanario de la casa Sfatului, cerca de la casa Negustorilor (la casa de los comerciantes) y, un poco más allá, la Iglesia Negra, que debe su nombre al incendio que casi acaba con ella en 1689. Entre sus paredes, oscuras por el fuego, hay un órgano monumental y 120 alfombras turcas colgadas de las galerías.
Los inviernos son realmente duros, con temperaturas 20 o 30 grados bajo cero y gruesas capas de nieve. Quizá por eso los veranos son tan animados y sus cafés bohemios están atiborrados de gente durante todo el día. El momento culminante es la semana del Ciervo de Oro, un festival de música, estilo Eurovisión, que es todo un clásico en Rumanía. Este verano, a finales de agosto, celebraron que se cumplían 50 años desde la creación del certamen, por donde han pasado artistas de la entidad de Tom Jones, Ray Charles, Diana Ros, Cristina Aguilera, Ricky Martin, Kenny Rogers o Simply Red. Durante la semana del Ciervo de Oro, la ciudad fue puro bullicio.
Los amantes de la paz y el silencio huían del escándalo para refugiarse en cualquiera de sus estribaciones. Un buen destino son las montañas Fagaras, un regalo para los alpinistas, con sus 42 picos por encima de los 2.400 metros de altitud -cinco de ellos con más de 2.500- y la cumbre del Moldoveanu como el techo del país, con 2.544 metros.
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Algunas de sus montañas más populares permiten ascender por encima del lago Balea, el más grande de estos montes que separan Transilvania de la región de Valaquia. La única forma de llegar hasta allí es recorriendo la Transfagarasan, una carretera sinuosa que asciende por el valle y que se corta en invierno, porque es intransitable por la nieve, y por donde abundan las protecciones ante el riesgo de avalanchas.
Es la carretera más famosa de Rumanía por sus fantásticas vistas y allí se han rodado anuncios y películas. Tiene más gancho turístico que cualquier leyenda del conde Drácula. Aunque el mito literario creado en 1897 por Bram Stoker, que no pisó Transilvania, también tiene sus admiradores. La mayoría no perdona el castillo de Bran, del siglo XIII, más impactante por fuera que por dentro. La leyenda obliga a revisar la historia del príncipe Vlad Tepes, conocido como 'el empalador', que fue el personaje que realmente inspiró al atormentado escritor irlandés.
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'El empalador' no estuvo en el castillo más que de paso, pero parece ser que fue el que sirvió de inspiración a Stoker. Allí también se rodó 'Entrevista con el vampiro' (1994), la película de Neil Jordan protagonizada por Tom Cruise, Brad Pitt y Antonio Banderas. Todo esto ha abonado un interés turístico que, de manera colateral, ha permitido que aflore un importante mercadillo donde comparten espacio las referencias draculianas con la artesania local.
'El empalador' nació en Sighisoara, una bellísima villa medieval de origen sajón que es Patrimonio de la Humanidad. Sus calles empedradas comunican las más de cien casas del siglo XVI. Su emblema es la Torre del Reloj, de 1676, coronada por una fina aguja a 64 metros de altura. Otro de sus lugares más pintorescos es una escalera cubierta, de 1642 y con casi 200 escalones, que permite alcanzar una antigua iglesia luterana.
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Mucho más hermoso que el de Bran es el castillo de Peles, construido en lo alto de una colina en Sinaia, la perla de los Cárpatos. Lo mandó levantar el rey Carlos I a finales del XIX sin escatimar en lujos. Fue el primer edificio de Europa en tener electricidad y ascensor. Aquí vuelven a arracimarse los turistas entre vendedores de moras y frambuesas 'recolectadas' en supermercados.
Es el momento de volver a escaparse a las alturas, como los Montes Bucegi, donde hay dos opciones para elevarse: hacer una cola tediosa e interminable, si es festivo, para entrar en el teleférico, o adentrarse por un camino durante cuatro horas rodeado de una naturaleza imponente. Tanto aquí como en muchas otras montañas populares, los rumanos desprecian su belleza y llenan de basura las zonas más transitadas. Todo está repleto de toallitas húmedas, un de las plagas del siglo XXI, despreciando un escenario fascinante, mucho más que la célebre historia del conde chupasangre.
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