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MARÍA JOSÉ CARCHANO
Jueves, 2 de noviembre 2023, 23:42
Villaplana suena a barrio, a tradición, a producto de calidad, a platos de cuchara, a tapas preparadas con mimo. Huele a comida de casa, a la que se cocinaba a fuego lento, sin prisas. Mabel Villaplana es la tercera generación de una familia dedicada en cuerpo y alma a la hostelería, desde que sus abuelos, allá por los sesenta, decidieron dar el salto desde su tienda de ultramarinos en el Cabañal y montar un restaurante junto al mercado de Abastos.
Desde entonces se convirtió en un local de referencia por el que han pasado miles de clientes durante todos estos años, convertidos en parte de la familia Villaplana. «Hemos crecido cerca de los fogones, viendo cómo se trabajaba el producto, entendiendo la importancia del trato a quien cada día entra por la puerta», explica Mabel, que ha cogido el testigo con la intención de mantener el espíritu que movió a sus abuelos a inaugurar aquel restaurante hace ya más de medio siglo.
Abierto de martes a domingo desde las 7.30 horas hasta medianoche, en Villaplana se puede almorzar una gran variedad de bocadillos, comer el menú del día con un respeto a la tradición gracias a esos platos de cuchara de siempre, además de ofrecer en carta una gran variedad de tapas y platos para las cenas.
La prioridad, el cuidado al producto, con materias primas de calidad, de kilómetro cero, cocinado con verduras de la huerta de Sergio, de SH, setas de Arat Natura o los embutidos que llegan desde Navarrés, el pueblo familiar de los Villaplana que tan buen producto les ha proporcionado siempre.
La importancia que se le ha dado al producto ha hecho de Villaplana una excelente opción para elegirlo en cualquier momento del día. Entre los obligados de la carta que hay que probar, la ensaladilla del día o el calamar de playa, pero también una gran variedad de tapas tradicionales o las bandejas para compartir las mejores carnes.
Por las características del local, con una amplísima sala, Villaplana está especializada en menús de grupo de hasta un centenar de personas, donde se cuida la calidad del producto y el buen trato; es un restaurante ideal para comidas de empresa o familiares, y en el que, con unos precios muy ajustados, se ofrece además un menú cerrado con bebida incluida para que no haya sorpresas en la cuenta final.
Villaplana ha acercado desde sus orígenes la cocina de siempre a los comensales, hacerlos sentir que están en casa, algo impensable en unos tiempos en los que la comida rápida predomina por encima de la tradicional.
Ante esto, Mabel apuesta por los guisos de cuchara. Largos sofritos de esos que se agarran a la cazuela para dar un sabor inconfundible. Las ollas bullen durante una eternidad a fuego lento para impregnar de unos aromas que sólo el tiempo sabe dotar al producto. La inmediatez sólo está en el servicio, porque a los guisos no se les puede meter prisa, y en el restaurante Villaplana saben mucho de eso. Fruto de esa pasión por el producto y la tradición en la cocina nacen platos como el guiso de lentejas, el arròs ambs fesols i naps o el potaje de garbanzos, desgraciadamente un rareza en los menús de muchos restaurantes.
La oferta se completa, además, con esas recetas que piden pan y que rezuman solera e historia: cordero al horno, conejo al ajillo, guiso de rabo de vaca, all i pebre, suquet de rape o carrillera confitadas con salsa española. Toda una declaración de intenciones.
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