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El contestador | Episodio 5
Los mejores trucos para hacer la maleta
Transcripción
Contestador: Hola, en estos momentos no estamos en casa. Pero si quieres dejarnos un mensaje, lo escucharemos al volver de vacaciones. No te enrolles mucho, que esto no es un podcast.
Marta: Hola. Oye, si se os cae la casa no os pillará dentro, desde luego. Es que no estáis nunca. Pero ni hoy para que me pueda despedir. He probado a llamarte también al móvil pero no me da señal. Tu teléfono está como voy a estar yo en unos minutos, apagada o fuera de cobertura, porque me voy a subir a un avión en nada y menos.
Te llamo desde una escala en Miami, porque he pillado wifi y digo, voy a despedirme. Aquí hay seis horas menos, así que no sé si no estás o es que estás durmiendo.
Estoy emocionadísima la verdad. Siempre me pasa. El aeropuerto, antes de coger un avión, es uno de mis momentos favoritos de las vacaciones. Como soy tan anticipadora, que me lo dice mi psicóloga, pues hoy me veo todos los días libres por delante, sin gastar, y los disfruto muchísimo. Luego ya voy descontando y sufro un poco restando días. Es una manía mía, no sé vivir mucho el momento presente. Qué le vamos a hacer.
Pero ahora mismo, estoy espídica. También porque me gusta mucho el ritual de organizar el viaje, preparar la maleta, elegir las series que voy a ver, los libros que voy a leer, llegar al aeropuerto y tomarme un café de esos de Starbucks, que creo que es el único que me tomo en todo el año. No sé, pasar todos los controles, elegir el chandal con el que voy a volar… y ya subirme en el avión.
Aunque este año va a ser una paliza… Nos hemos empeñado en volar al invierno austral y los precios estaban disparados. Así que hemos tenido que hacer un rompecabezas. De Valencia hemos ido a Madrid, de Madrid a Miami y ya desde aquí, otras nueve horas a nuestro destino. Pero sarna con gusto no pica. Sobre todo porque nos hemos ahorrado un dinerito, que luego vamos a utilizar para los vuelos internos. Sólo hay una cosa que no me gusta de volar y de los aeropuertos en general. Lo mal que se come en los aviones y lo cara que es cualquier cosa en las tiendas del duty free. Es que un sandwich cutrón ya te sube 10 euros. Dan ganas de traérselo de casa. Pero con la excusa de que son vacaciones, pues picas.
Espera un momento, que me voy a cambiar la maleta de mano que se me está quedando tonta de ir con una en el móvil y otra arrastrando.
Vale, ya.
La maleta este año me ha costado un poquito hacerla, porque claro, ponte tú a sacar jerseys de lana, forros polares y camisetas térmicas de debajo de la cama, en Valencia, que estábamos a 40 grados. Es que te da un mal. Pero donde vamos lo necesitamos. Cuando hemos llegado al aeropuerto de Manises, con el plumas en la mano, la peña nos miraba como si estuviéramos locos. Es que da impresión eh. Pero te dan ganas de decirles: que me voy a la Patagonia…. que me voy a la nieve.
Yo haciendo la maleta soy un cuadro eh. Lo llevo todo milimetrado. Las semanas de antes me planifico la ropa. Me hago conjuntos que luego pueda ir combinando. Me hago un croquis con dibujos y todo eh, para luego no tener que pensar qué me pongo o si se me ha olvidado algo. Lo llevo todo pensadísimo, que si te dejas algo, allí te meten un sablazo. Por ejemplo, casi se me olvidan los guantes. Pues me hubiera tocado comprarme unos por mínimo 30 dólares. Pero como los dibujé en el croquis, he podido cogerlos.
Bueno, y luego está la ropa que elijo para el avión. Un buen chándal y unas medias de esas de compresión debajo. La camiseta me la pongo siempre de manga corta y que sea larga, para que me tape los riñones. Luego, una sudadera y super importante, un fular para ponérmelo al cuello cuando estoy ya volando, porque paso frío y me dan anginas. En los pies llevo deportivas y siempre me llevo calcetines que ya quiero tirar y me los pongo encima de los que llevo para poder descalzarme. Cuando vamos a aterrizar me los quito y los tiro a la basura. Y luego, me hago un neceser con algunas cosas clave. Una goma para recogerme el pelo, un spray de agua termal para irme vaporizando, que se me seca mucho la piel, una vaselina de labios y una crema hidratante de esas pringosas, para el vuelo. Ah, y un desodorante y un cepillo de dientes, por si se complica la cosa. Luego llevo un antifaz, unos tapones y una almohadilla de esas de dormirme que es de viscoelástica, como los colchones. Así que duermo bien.
En la mochila llevo la documentación, un cambio de ropa y un pijama, que si te pierden la maleta al menos tienes garantizado que te puedes duchar, cambiar y acostarte. Y un truco que usamos es que ponemos cada uno la mitad de ropa en la maleta del otro, por si una de las dos maletas no llega, tener al menos ropa los dos. Pero vamos, nunca ha pasado.
Gorka: Venga, cuelga ya, pesada, que aún perderemos el avión. Hay que embarcar ya.
Marta: Ay, qué prisas, pero si veo yo la cola. Nunca he entendido para qué hace cola la gente, si tenemos nuestro asiento cada uno. Cuanto más tiempo estés fuera, menos tienes que estar dentro, que los asientos son cada día más estrechos.
Te reconozco que me encanta sentarme en el aeropuerto e ir viendo a gente pasar. Si es fuera de España, mejor. Porque hay más diversidad. Los veo y me imagino sus vidas. Dónde irán, de dónde vendrán….
En fin, oye, antes de que se me olvide. Por favor, pasa por mi casa cada dos o tres días. Sube las persianas, bájalas, da la luz, apágala… que parezca que hay gente. Que los ladrones sepan que en esa casa no hay un macaulay culkin. Ah y por favor, riégame las plantas. Sólo una vez a la semana. Te lo dejé apuntado en un papel en la mesa del salón, pero por si acaso. Si llegas y las ves como muertas, no te preocupes, que es teatro, ya te lo dije. Tú ponles solo un poquito de agua en el plato y ya ellas resucitan solas. Y mira de vez en cuando que la nevera funcione bien y poco más. Ah, y al salir, por dios, echa la llave con doble vuelta. Y el buzón. En el buzón que no haya cartas, que eso también lo miran.
Bueno, ahora sí que sí, corto el rollo, que me voy de verdad de vacaciones.
Voy a estar desaparecida cuatro semanas. Y va en serio, que me quito las redes sociales y pongo el teléfono en modo avión. Así que si durante este mes quieres contarme algo tú a mí, me puedes dejar un mensaje en mi contestador. En mi caso, escrito.
Me ha encantado compartir estas cinco semanas de mensajes con vosotros y espero que os haya gustado el experimento veraniego de captura de pantalla. Lo dicho, si me quieres contar algo, déjame un mensaje en marta.hortelano@lasprovincias.es Os leo a la vuelta.
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