El contestador | Episodio 2
Las plantas son los nuevos tamagochis
Transcripción
Contestador: Hola, en estos momentos no estamos en casa. Pero si quieres dejarnos un mensaje, lo escucharemos al volver de vacaciones. No te enrolles mucho, que esto no es un podcast.
Marta: Espero que no te importe que te deje otro mensaje. No sé, yo quiero pensar que cuando vuelvas a casa, cuando se acaben las vacaciones, vas a tener estos audios y te va a hacer ilusión escucharlos. Yo por momentos me creo que estoy un poco loca, hablando sola por teléfono, sin nadie que me pueda contestar a este monólogo. Pero bueno, espero que os lo estéis pasando bien sin cobertura.
Yo tampoco tengo mucha, porque me he venido al chalet de una amiga, en las afueras, porque me pidió el favor de regarle las plantas mientras está de viaje. Y bueno, no me he podido negar, porque sé lo que es cuidarlas todo el año y luego en verano no saber qué hacer con ellas.
Las plantas son un poco el tamagotchi de los adultos. ¿no crees? Una especie de responsabilidad a la que no sabemos enfrentarnos demasiado bien porque como no hablan… Hay gente que tiene hasta aplicaciones de móvil para hacerles fotos a las plantas mustias y que te diga qué le pasa. Si le falta agua, si tiene demasiada, si le ha entrado una plaga…Hay mucha gente ahora metida en ese rollo. No sé, yo creo que tengo mano para tratarlas. En mi casa tengo tres o cuatro. Una de ellas, esa roja que regalan por navidad y que a todo el mundo se le muere. La flor de Pascua.
Pues yo la tengo desde antes de la pandemia. Aunque desde hace años es verde, ya no tiene hojas rojas. Pero la tengo en el salón, la riego sólo los domingos y es super agradecida. O que ya le he pillado el truco. Que también tendré algo que ver.
Tengo también otra que le pasa lo mismo. Un crotón, que se llama. Pero esta es un poco actriz. A veces llego a casa y está como desmayada. Lánguida. Es una farsanta de mucho cuidado, porque le echas un vaso de agua. Del grifo eh. Y a los cinco minutos se ha vuelto a poner tiesa. Tan pichi, la tía. Pero entiendo que si no la conociera ya, pensaría que la planta se ha mustiado. Vamos, que se ha muerto. Pero no, es teatro.
Si oyes ruido de agua es que estoy regando eh, que la casa de mi amiga es un chalet y tiene jardín. Ahora voy a conectar los aspersores, que hay césped. Espera un segundo, que necesito las dos manos.
Vale, ya está. Por poco no me ducho, porque uno de los grifos me estaba apuntando directamente. Pero lo he salvado.
La verdad es que he madrugado para venir, porque las plantas hay que regarlas cuando no hay mucho sol. Tengo yo la teoría de que si les echas agua a plena luz, se cuecen. Como si el agua hirviera. No sé, yo a mi abuela siempre la recuerdo regando por la mañana o por la noche.
Y bueno, además del césped, esto está chulo porque hay algunos árboles frutales, un par de jacarandas y un jazmín. No te imaginas cómo huele de bien. Les voy a echar un par de regaderas a cada una y creo que con eso sobrevivirán unos días.
Al fondo veo también lo que parecen unas tomateras. En mi casa esto sería un crimen. Lo de plantar huerto e irse de vacaciones. Pero los modernos son ahora así, quieren tener huerto, pero también viajar. Para eso estamos luego los amigos, para regar. Y como yo me apellido Hortelano, pues la gente cree que soy el jardinero de Bricomanía. Y oye, hago lo que puedo, pero algunas veces también fallo.
Buah, acabo de oler las tomateras y se me ha desbloqueado un recuerdo de pequeña. Mi abuelo Federico tenía huerto. Mi familia siempre ha tenido. Mi tío Julián igual. Y no sabes lo esclavo que era. Vamos, que ninguno de los dos quería ir a la playa en verano, porque si no regaban esos días clave, se podían quedar sin pepinos, sin pimientos, sin tomates.
Yo con mi abuelo solía ir bastante de pequeña y menudo trabajazo. Pero ahí se plantaba él sus botas de agua verdes, el sombrero de paja y a cavar surcos. Una especie de caminitos que les hacía a las plantas para que cuando abría el agua, corriera por esa especie de laberinto. A veces ponía una teja en la mitad y así cortaba el paso. Me parecía brujería.
Un año me plantó fresas. Salieron pocas. Pero es que fresas en Cuenca yo nunca había visto, la verdad. Pepinos y tomates sí. Los mejores. Gracias al huerto luego teníamos verdura todo el año, que mi abuela y mi tía Celia las hacían en conserva. Y bueno, no sabes lo que fardaban mi abuelo y mi tío de huerto. Porque eso llega un momento en que explota y en un día recoges 20 kilos de tomates, todos maduros a la vez.
No puedes hacer tanto gazpacho. Así que empiezas a regalar a los vecinos. Y luego todo el mundo quiere más tomates porque saben a tomate. Y ellos te empiezan a regalar cosas a cambio. Rollo una botella de vino, unos pasteles… Muy guay, la verdad.
Me ha dado nostalgia. Entre esto y que es mi cumpleaños me estoy poniendo ñoña. Pfff, 39 me caen. Y otro año más con todo el mundo de vacaciones. Me vuelvo a quedar sin celebrarlo. Pero al menos no me toca trabajar, que ya es algo.
Ay, mierda, me acaba de picar un mosquito. Ves, eso es lo único que no soporto del campo. Los mosquitos. Es que me fríen. Pero claro, están en su casa. La intrusa soy yo. Ahora cuando llegue a casa me daré unas descargas con la varita que tengo para las picaduras y arreglado. Eso no te lo he contado? Yo creo que sí, porque se lo he contado a todo dios. Me dan mucha reacción las picaduras de insecto. Se me ponen que da miedo. Alguna vez he tenido que ir a urgencias y todo a que me pincharan un urbason. Pero el año pasado descubrí un chisme que es como un boli, te lo acercas a la picadura, le das a un botón y te da 3 segundos de mucho calor. Vamos, que es como si quemara. Pero no quema. Y te deja de picar. Por eso lo llamo la varita, porque es como mágico.
Vale para medusas y avispas. Una fantasía. Aunque a mí si me pica una abeja o una avispa me tengo que ir a urgencias, que me dan alergia. Una movida. Mira, la primera vez que recuerdo que me picara una abeja fue en la terraza de mi tía Celia y mi tío Julián. Tendría 3 o 4 años. Metí la mano en un tiesto enorme de perejil que tenían y salí trasquilada. Menudos lloros. Y a partir de ahí ya, pinchazos el resto de veces, porque me daba reacción. Así que ahora les tengo pánico. Menos mal que no he visto ninguna ahora.
Espera un segundo, dejo un momento de hablar, que voy a apagar el riego, que me voy a volver a casa y no tengo manos para todo.
Vale, ya estaría.