
Episodio 5
En el Transiberiano
Sara Gutiérrez y Eva Orúe se conocieron en Moscú cuando era el gran foco informativo del mundo. Allí proyectaron un viaje transformador donde decidieron qué hacer con sus vidas
29 min.
Transcripción
FUERA DEL RADAR - EN EL TRANSIBERIANO
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: ¿Qué tal? Bienvenidos y bienvenidas a nuestras historias.
[SONIDO DE TREN LARGO, LEJANO, MISTERIOSO, FASCINANTE]
JAES: Nos vamos a ir de viaje. Lejos…
JAES: Muy lejos… Un viaje largo y dilatado. Pero antes, de momento, un par de cuestiones. Una, sobre todo.
JAES: La mayoría de nosotros tiene los ojos almendrados. La mayoría, de colores impuros, mezclados, matizados. Marrones, azules, verdes, avellana, grises los menos. Algunos juegan en primerísima división: intensidad, transparencia, profundidad de un azul imposible, de un negro como la noche, como el hollín. Melancólicos, penetrantes, misteriosos. Incluso, y en otra categoría: dos colores diferentes, heterocromía: Bowie, claro, pero también Nathy Peluso o Xavi Hernández, el futbolista. Miremos de cerca los ojos porque para esta historia hemos decidido comenzar con un ojo. Hay mucho escondido dentro de un ojo. Mucho para estudiar.
SARA GUTIÉRREZ: Oftalmología me parecía lo más porque lo tenía todo. Tenía vascular, tenía neurología…
JAES: El ojo, el órgano que percibe la luz y envía esas imágenes capturadas, esas señales eléctricas, cada una a un hemisferio, para permitir que el cerebro traduzca, interprete, vea. Toda una ciencia.
SG: Tiene todas las especialidades, tiene cirugía, tiene clínica, afecta a niños, afecta a mayores…
JAES: Y para Sara Gutiérrez, tiene algo más, algo especial, en los límites de la erudición y del saber…
SG: Y luego tiene el componente este místico de la visión, de ser un sentido además de un órgano.
EVA ORÚE: Un día vino a casa y me dijo «Te traigo un regalo». Y sacó del bolso o del bolsillo un frasquito de estos de mermelada que te dan en los hoteles pequeñitos, que tienen la tapa con cuadritos.
JAES: Ahora escuchamos a Eva. Sara acaba de entrar en su casa como hacen los mejores invitados, con algo para regalar.
EO: Y yo pensé que traía mermelada. Y lo que traía dentro era un ojo... humano.
JAES: Un regalo inesperado, no hay duda, pero sin ánimo macabro. Conociendo a Sara, lo que había en ese frasco era fascinación.
EVA: Claro. Lo primero que te preguntas es de dónde ha salido eso. Me dio explicaciones convincentes y luego se empeñó. Y ahí, sobre la mesa donde hacía mis crónicas, hizo una incisión y sacó el cristalino porque según ella, era una de las cosas más bonitas que se podían ver en el mundo.
JAES: El cristalino. Una lente biconvexa y flexible situada detrás de la pupila y del iris, capaz de cambiar de forma y enfocar. Una pequeña joya dentro de cada ojo del mundo. Una belleza. A ver, y nunca mejor dicho, no hemos comentado todavía dos cosas que son importantes. La primera, es que el ojo, este ojo del que estamos hablando, era un regalo de amor, un gesto con expresa, transparente intención de enamorar. La segunda es que esta escena tiene lugar en Moscú. En el Moscú de 1993.
[Sonido de época]
JAES: Los inicios de los años 90 no son un tiempo cualquiera en este punto del mundo. Por debajo del inmenso cambio geopolítico, del desmoronamiento de una forma de vida… estaba el día a día.
EO: Salir a hacer la compra era una aventura. Los sábados cogías la mochila, cogías un coche, parabas a alguien por la calle y decías «Necesito cuatro horas para recorrer todas las tiendas». E ibas llenando la mochila con lo que encontrabas.
JAES: En ese Moscú y en esa época de disolución, violencia y cambio, Eva es corresponsal de radio. Su trabajo es informar de lo que pasa, del terremoto político, de la metamorfosis, pero también en la calle. Son tiempos muy complicados, ásperos, pero sobre todo repletos de escasez.
EO: Tengo la sensación de que la gente allí había conseguido disociar completamente su vida cotidiana de la vida política. La política influye en todos y es una obviedad, pero es cierto también que llega un momento que piensas «Si estos señores no me van a solucionar la vida y esto es lo que hay, me tengo que apañar».
JAES: El paso de la Unión Soviética a la Federación Rusa, el golpe, los tanques, las conspiraciones, todo eso convirtió a Moscú en el centro del mundo, informativamente hablando. También acabó propiciando el encuentro entre Sara y Eva, y su historia de amor eslava plagada de grandes y pequeños conflictos internacionales. Y de un ojo.
SG: Fue el momento también político, el atractivo, esa apertura esa… vivir eso. Y llegar allí y ver que le odiaban. O sea que la gente, vamos, a Gorbachov lo veían lo peor de lo peor, porque les había abierto los ojos de algo que no podían creer que fuera verdad.
JAES: Conflictos que decidieron vivir a fondo, llegando incluso a entrevistar a Gorbachov, el hombre del momento. Y no le entrevistó Eva, la periodista, sino que le entrevistó Sara, la oftalmóloga.
FUERA DEL RADAR. HISTORIAS MÁS ALLÁ DE LA NOTICIA.
EN ESTE EPISODIO: 'EN EL TRANSIBERIANO'
JAES: Meses antes del episodio del ojo en el frasco de mermelada, hay otro momento clave en la vida de toda pareja. El de conocerse, o como le gustaría escuchar a Sara, el de atravesar la imagen de cada una el cristalino de los ojos de la otra. Porque esto también, además de un gran viaje, es una historia de amor.
EO: Habíamos quedado efectivamente para comprar esquís, esquís de fondo hay que decir. Y fuimos a la mejor tienda de deportes de Moscú.
SG: Eran todo chicos menos Eva. Y cuando la llamaron se dio la vuelta y pensé «Mira tú… qué chavala está aquí».
JAES: Era octubre de 1993. Dos mujeres que se ven por primera vez. Una tienda de esquís, donde casi todos los productos están fuera, en la calle. Eva va buscando unas botas, y hace un gesto inocente.
SG: Y cuando Eva fue a comprarse las botas fue a sacar unos calcetines de la mochila se le echó la policía encima, entonces ella estaba allí en en el barullo de la gente con sus calcetines y el policía armando la bronca.
EO: Yo estaba vendiendo algo cuando todos aquellos que sí que estaban vendiendo, eh, no, no los molestaron para nada.
JAES: El policía sobreactúa. Quiere sacar un pequeño soborno. Sara lo sabe perfectamente en cuanto ve lo que está pasando.
SG: La estaba acusando de vender. Y yo le dije al policía que… Además Pensé… «Mira, aquí tenemos una aventurilla a mano». Digo. «Pues nada, llévenos a comisaría y lo aclaramos allí. Pero luego... Si le acusan de haber provocado un conflicto internacional, que no le extrañe porque es una conocidísima, reputada periodista española».
JAES: Esa frase, la del conflicto internacional, se convierte en mano de santo para ellas
SG: Cuando nos fuimos a mirar, él ya no estaba.
EO: Algo que soltábamos con cierta frecuencia cuando había una posibilidad de bronca, pues va usted a provocar un 'Mezhdunarodnyy conflikt'.
JAES: Y ese rescate, esa amenaza de conflicto y esa picardía, sentaron unas bases que duran hasta hoy. La historia de Sara y Eva, y de cómo acabaron en Moscú y como el Transiberiano les acompañó en su viaje, la sigue contando Carlos García Fernández.
CGF: El camino de Sara comienza en Oviedo. Estudió medicina y, como ya sabemos, le apasionaba la oftalmología, pero las oposiciones de la época no le aseguraban que pudiera dedicarse a esa especialidad. Era prácticamente una lotería.
SG: No quería jugármelo a esto y empecé a buscar... Tengo que decir también que luego tenía la cosa esta de que me gustaba viajar y quería irme a algún lado, pero empecé a buscar dónde podía hacer una buena especialidad en oftalmología.
CGF: Y de todos los destinos posibles, el más insospechado era el que más le llamaba la atención
SG: Y uno de los sitios que se oía con mucho renombre era la Unión Soviética, pero era un sitio totalmente cerrado, oscuro. Nadie sabía muy bien qué era aquello.
CGF: Uno de los países más herméticos del mundo. Sara pidió una beca, y superando burocracias incomprensibles, se la concedieron.
SG: Luego las cosas se complicaron por la propia Unión Soviética, que bueno, por lo que sea descubrieron que no tenía ninguna relación con el Partido Comunista ni tenía ninguna intención política de nada. Lo único que me interesaba era esto, la oftalmología. Y se dieron arte y modo para que esa beca bueno... Se viniera atrás.
CGF: Aún con todo, ella no flaqueó, había algo en la URSS que la estaba llamando
SG: Pero la peleé con hasta con los abogados del Colegio de Médicos y al año siguiente me la concedieron otra vez. O sea, me dijeron que si quería ir, que bueno, pues que que fuera.
CGF: Y Sara cogió ese vuelo, con el espíritu abierto a la aventura, primero a Moscú y luego a Jarkov, su destino, en lo que hoy es Ucrania.
SG: Aquí en la embajada me habían dicho que alguien estaría esperándome en el aeropuerto en Jarkov.
CGF: La policía secreta soviética y sus supuestamente férreos sistemas de seguridad no se dejaron ver en esta ocasión. Una chica que conoció en el vuelo vio sola a Sara en el aeropuerto y se apiadó de ella. Le avisó de que era festivo y de que, desde luego, nadie iba a estar allí esperándola.
SG: Cuando me di cuenta estábamos en la calle y efectivamente no había nadie esperándome. Aquello se fue quedando vacío y esta chica amabilísima, cuando ya se iba a ir me dijo «vente conmigo, vamos a la residencia de mi hermana que son de medicina, algo sabrán, ...»
CGF: Y Sara pasó quince días en esa residencia de Medicina intentando averiguar qué podía hacer o con quién tenía que hablar.
SG: Hasta que un día llegó un nepalí. Dijo «Tengo un compatriota que está haciendo cirugía, pero es en el otro extremo de la ciudad». Bueno, pues cuando tú puedas me acompañas y vamos. Cogimos el metro y fuimos.
CGF: Finalmente, encontró el mostrador, la ventanilla en la que tenía que preguntar. El sitio donde podían tener alguna constancia de su existencia.
SG: Estamos hablando de la Unión Soviética, ¿eh? Un país hermético al que supuestamente no se podía entrar ni salir sin control, en el que todo el mundo te controlaba, bueno pues lo primero que me dijo fue «Ah, no, la esperábamos el año pasado. Este año no hay plaza para usted».
CGF: Pero una vez más peleó y lo consiguió. Y empezó a estudiar y a compartir vida con estudiantes de todas las repúblicas socialistas.
SG: La gente en general… muy resuelta. Con ganas de hablar, de conocer, de saber que había fuera, todo lo que había. Todo el mundo me preguntaba por el Mercedes de mi padre, por ejemplo, yo decía «Mi padre no tiene un Mercedes». «Entonces, si tu padre no tiene un Mercedes, tu padre no es rico. Entonces ¿cómo puedes ser médico?»
CGF: Esta vida libre, de intercambio, de descubrimiento, donde aprendió muy bien el idioma ruso, tuvo un final un poco abrupto. Nada menos que lo que luego se bautizó como el Fin de la Historia.
SG: De repente la Unión Soviética desapareció y el hospital en el que yo estaba ya no era un hospital soviético, era un hospital ucraniano...
CGF: Todo empezó a ponerse muy inestable. Ucranianos y rusos, por ejemplo, pronto empezaron a no llevarse tan bien.
SG: Y aunque lo lógico a lo mejor con ese miedo habría sido hacer la maleta y venirme a casa porque es que no tenía ninguna necesidad de estar allí…
CGF: Ya conocemos a Sara: no se iba a volver tan pronto, así como así.
SG: La aventura es la aventura. Y pensé, lo que tengo que hacer es estar más cerca de un aeropuerto internacional por si pasa algo pues bueno, que todo tenga un límite y poder salir corriendo.
CGF: Moscú era pues su nuevo destino. Y es que sabía que en Moscú podría buscar la suerte en un sitio único en el mundo. Mientras estaba de papeleos en la embajada, antes de mudarse, decidió parar un taxi.
SG: Me dio por preguntarle al taxista si conocía el centro Fiódorov.
CGF: Lo conocía, por supuesto que lo conocía. Fiódorov. Una de las clínicas oftalmológicas más punteras del mundo.
SG: En el hospital en Jarkov. También había oído hablar mucho de Fiódorovna y de sus técnicas y de su clínica en Moscú y su trabajo por todo el mundo.
CGF: El coche paró delante de un edificio deslumbrante.
SG: Me llevó, me dejó en la puerta de una clínica para el sitio asombrosa, maravillosa y entré y simplemente pregunté.
CGF: Y, como con casi todo lo que se propuso en esa época, Sara consiguió lo que quería: trasladarse, convalidar sus títulos, y poder trabajar allí.
SG: Era un sitio fantástico en el que después de la cirugía nos daban masaje, nos arreglaban las uñas, nos hacían la manicura… Era otro mundo.
CGF: Con ayuda de becas españolas y rusas, Sara se integró en la respetadísima clínica Fiódorov, en Moscú. Ahora toca que veamos el camino que hizo Eva para poder llegar a aparecer en aquella tienda de esquís. Un camino muy distinto que comienza en Zaragoza.
EO: No sé porque siempre me gustó el periodismo. Supongo que tenía que ver con el hecho de que nací en el 62 y llegué a la adolescencia en una época de efervescencia política y social. Y supongo también que pensaba que lo segundo, después de vivir las cosas, era poder contarlas, es decir, vivirlas de otra manera.
CGF: Le tocaron prácticas en Barcelona, y no precisamente en un pequeño programa de radio local. Trabajó en el sueño de cualquier estudiante de periodismo.
EO: Y allí empecé a trabajar muy pronto, en segundo de carrera con Luis del Olmo. Fue un golpe de suerte buscado, pero un golpe de suerte. Y al cabo de seis o siete años aprendiendo muchísimo allí me di cuenta de que no, de que no había más, de que en ese equipo había hecho todo lo que podía hacer y me fui por mi cuenta a Londres. Lo que luego descubrí que se llamaba Freelance.
CGF: Eva, como Sara, tenía un espíritu independiente y tendiente a la aventura. De Londres fue a París, a Estados Unidos, a América Central. A Madrid. Y de ahí, a Rusia. Primero solo unos días…
EO: Boris Yeltsin había convocado un referéndum a finales de abril. La radio me mandó para cubrirlo. Y me dijeron Mira a ver cuánto costaría abrir una corresponsalía, porque Onda Cero, que era mi radio, no tenía corresponsal en una Rusia en la que estaba pasando de todo.
CGF: Eva pasó un presupuesto e hizo el equipaje. Había vacantes en Italia y en Rusia, y tenía los papeles para ambos viajes junto a la maleta a la espera de la decisión de la cadena. En el último momento, a cara o cruz, tocó que fuera Moscú.
EO: Y fue como que te lanzaran en la piscina, como cuando los padres piensan que lanzando a la piscina a los hijos sin que sepan nadar, pues se van a poner a chapotear y sobrevivirán. Pues algo así.
CGF: Organizar una vida en aquella ciudad era dificilísimo. Tardó meses, por ejemplo, en encontrar una cama, durmiendo con el colchón en el suelo.
EO: El verbo de moda seguía siendo conseguir. No se compraban cosas, se conseguían. Y la gente daba muestras de una paciencia infinita.
CGF: Y en medio de ese clima, y simultáneamente, la historia con mayúsculas
EO: Volví a Moscú y estalló ahí el Cafarnaún. El presidente disolvió el Parlamento. Primero lo disolvió y luego lo bombardeó. Y quizá es el momento más intenso de mi vida, profesionalmente hablando.
CGF: Un momento de gran incertidumbre, que no quita que haya oportunidad de ir con amigos, de intentar conseguir unos esquís, de conocer más gente, gente importante que trabaja en clínicas oftalmológicas muy famosas. La vida cotidiana, algo que también contaba Eva a través de la radio.
EO: Aunque llevaba ya años de corresponsal venía del mundo del magazín, no de la información pura. Y Onda Cero en aquel momento tenía programas donde nos dejaban, me dejaban entrar para contar cosas de la vida cotidiana, que es quizá lo más bonito que hice estando en Moscú, creo yo.
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Tras la tienda de esquís y el conflicto internacional evitado en el último momento, tras el regalo del ojo y muchas más citas. Eva y Sara se van a vivir juntas. A nadie le parece extraño, nadie se mete en su vida.
EO: Yo creo que jugó a favor el desinterés general, el hecho de que no parecía raro que una médico española, que de hecho estaba viviendo en el hospital, ella no vivía en un piso, vivía en el propio hospital… Encontrara la oportunidad de trasladarse a un piso y vivir con españoles.
JAES: Ahí se conocen mucho mejor, con detalles que solo se aprenden con el tiempo y la convivencia.
EO: Porque cuando yo conocí a Sara. Sara soñaba en ruso. Entonces yo creo que necesitaba una inmersión en el español.
SG: Es algo que constaté a lo largo de toda la vida, incluido hoy, que es que tenía que trabajar y se quería ir. Todos queríamos ir a tomar un café, pero ella tenía que irse rápido.
JAES: Sara sueña en ruso, Eva siempre tiene que trabajar. Pero se complementan a la perfección, y viven felices en Moscú. Y entonces, proyectan un viaje.
EO: Sí, yo creo que es un viaje que difícilmente… no hemos repetido, creo. Nada parecido en el sentido de que…
SG: Tan a ciegas no.
EO: Íbamos muy a ciegas. Y eso es parte del encanto del viaje.
JAES: Un viaje al que le pusieron dos objetivos muy loables.
SG: Uno era conocernos más y decidir, porque yo ya me tenía que volver. A mí ya se me acababa el visado en diciembre y tenía que decidir qué hacía, si me quedaba o si me volvía. Y otra para que Eva, que estaba de corresponsal desde Moscú, conociera un poco más el país, el enorme país que es Rusia, y variado…
JAES: El único viaje que podría enseñarle toda la diversidad de Rusia, era, por supuesto, el Transiberiano.
SG: Lo que más nos atraía en aquel momento y creo que nos sigue atrayendo, que era la aventura de lo desconocido, porque no teníamos ni idea de qué nos íbamos a encontrar…
JAES: Un tren que atraviesa ocho husos horarios, ochenta y siete ciudades, y 9288 kilómetros. Para conocerse y conocer Rusia. Sin guía, sin reservas, pero también sin compromisos. Un viaje y un tren para decidir cómo iban a seguir sus vidas.
JAES: Enseguida volvemos.
[PAUSA]
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Eva y Sara van a subirse en el Transiberiano, del que han escrito Gógol y Chéjov, Tolstói, Dostoyevski, Gorki, Pasternak, Ajmátova o Turguéniev. Junto al Orient Express, probablemente el tren más famoso que ha habido en la historia. No por ello, un tren particularmente especial.
SARA GUTIÉRREZ: Son trenes que no son trenes turísticos. Son trenes para cumplir la función de desplazamiento de la población, que se usaba mucho, muchísimo.
JAES: Había cabinas de dos, de cuatro, y vagones placard, con más de cincuenta camas corridas. Se dan el lujo y consiguen una cabina de dos, para ellas solas.
SG: Y cada vagón lo dirige una persona que suelen ser mujeres en la mayoría de los casos, que es la que se encarga de que de recogerte los billetes, de traerte un té. La que se baja la primera en todas las estaciones, la que limpia los baños, la que por la mañana aspira la…
JAES: Y también, de alguna manera, la que cuida a todo el pasaje. Juntas, en su cabina, ven cómo arranca, cómo empieza todo.
EVA ORÚE: El viaje se puede hacer del tirón, subirte en Moscú o en Vladivostok, en nuestro caso en Moscú, y bajarte una semana después al otro lado del país. Nuestra intención era pararnos por lo menos en cuatro o cinco sitios.
JAES: Y el aquel primer objetivo que se habían marcado fue fácil de cumplir: descubrir la diversidad del país más grande del mundo.
EO: Porque una vez que salías de Moscú, que era la capital donde había cambios más llamativos, en realidad el país estaba destrozado en todas partes, en cada sitio, de una manera quizá ligeramente distinta.
JAES: El segundo, el de descubrir qué querían hacer con su vida, es más difícil. Carlos García Fernández se va de viaje con ellas…
CGF: Eva y Sara, juntas, atraviesan la geografía rusa, pero también la historia de Rusia. Por esas vías pasaron los zares, viajaron los revolucionarios, se movilizó la fuerza de trabajo, y se enviaron los presos a Siberia, muchas veces sin retorno. Por ella se expandían los productos, los ejércitos y las ideas.
EO: Queríamos bajar en. En Ekaterimburgo y la razón era bastante absurda. Y es que el presidente Yeltsin era de allí. Había sido el dirigente político que había acabado con todos los vestigios del asesinato de los zares y tenía un... Queríamos saber por qué lo habían dejado escapar para que hiciera lo que estaba haciendo con aquel país, ver cómo era la ciudad…
CGF: También Irkutsk, también el lago Baikal, que tan difícil fue de domesticar para que pasase el tren. Muchas paradas interesantes hasta el fin de línea, Vladivostok. Llevan dos relojes, el de la hora local, que van cambiando, y el de la hora de Moscú, por la que se rigen los trenes.
EO: Bajábamos en las estaciones para comprar comida y no bajábamos al restaurante de la estación, tal cosa en ese momento no existía. Los andenes estaban llenos de gente, sobre todo de mujeres mayores de babuschkas que bajaban con capachos en donde llevaban lo que tenían a mano. Todo lo que hacían en casa salían a venderlo.
CGF: Y siempre algo rondando en la cabeza, sobre todo en la de Sara: qué hacer con su vida. En un mar de dudas, decide marcarse prioridades.
SG: Y en este caso lo que quería era quedarme, seguir la aventura rusa, que era fantástica y seguirla con… con Eva.
CGF: No solo son sensaciones positivas. Sara siente que en el mundo de la medicina y los hospitales, si vuelven a España, su relación va a complicar las cosas.
SG: En el hospital iba a tener que hacer, bueno, una doble vida… Eran los años 90 y no creo que en la profesión fuera a estar muy bien vista. Vamos, no creo no. Creo que todos sabemos que iba a ser así.
CGF: Ese es uno de los motivos para que Sara acabe abandonando su profesión. Pero también juega un papel el hecho de que lleve tiempo descubriendo otra.
SG: Y sobre la marcha pensé que escribir es algo que está al alcance. Me creí que podía [risas]. Ya había empezado a hacer con Eva algunas entrevistas y algunas cosas, y a mí eso me divertía. Yo es verdad que lo veía como juego, como diversión y bueno, la idea de escribir un libro cuando pasas por Rusia no fue nueva ahí en el tren, yo ya había tenido en la cabeza hacer algo.
CGF: En esa cabina de madera del Transiberiano, con una ventana a los paisajes más inabarcables del planeta, comenzaron a darle forma a la idea de escribir un libro juntas, que sería el primero de muchos, 'Rusia en la encrucijada'.
EO: La portada que nos ofrecieron es una casa evidentemente rusa, con una percha en la que hay colgada una camiseta que es McLenin, un busto de Lenin con el MacDonalds. Y es verdad que la apertura de McDonalds en Moscú fue uno de los grandes acontecimientos de la vida contemporánea en aquel país.
CGF: Con nuevas ideas y tras muchos días de viaje, Eva y Sara llegan a Vladivostok. El segundo reloj está casi en un día diferente.
EO: Estábamos a nueve horas de diferencia. Nueve husos horarios desde Moscú, un montón de kilómetros. Vladivostok tiene a Japón, prácticamente lo pueden tocar con la mano, y Corea, y Moscú estaba muy lejos.
CGF: Ahí, tras otro par de pequeños conflictos internacionales con policías y recepcionistas de hotel, vuelven a Moscú en avión. El viaje, desde luego, ha sido transformador.
[TRANSICIÓN]
CGF: Pocas semanas después, están a pleno rendimiento. Se ponen a grabar entrevistas a activistas, teóricos, artistas e incluso mafiosos. No consiguen a Yeltsin, el protagonista absoluto, pero tras insistir mucho, les prometen que podrán entrevistar a Gorbachov, su predecesor. Será en un tren, y cierran una fecha.
SG: Ese día Yeltsin tuvo uno de sus achaques y lo ingresaron y no sé qué.
CGF: Un golpe del destino. Eva no puede ir a entrevistar a Gorbachov, en la radio quieren que esté pendiente de Yeltsin, así que tendrá que ir Sara por su cuenta.
SG: Y allá que me fui yo, porque no la íbamos a perder. Solo fue eso, fue por no perderla. Pues nada, pues me voy yo, con un radiocasette que no sabía como funcionaba [risas] y me fui en el tren con aquella comitiva.
CGF: Y entonces, la magia. Sara no se siente como una periodista, se ve más libre y habla con más confianza. Gorbachov es cercano y le responde a todo.
SG: Y después de esta conversación larga fue, no sé, casi una hora o algo así, que los guardaespaldas vinieron a decir que bueno, que ya estaba bien y tal y que tenían que ir a una comida. Me dijo que me viniera a comer con ellos, que luego a lo mejor podíamos seguir. Y seguimos. Después, seguimos por la tarde…
CGF: Incluso se le escapa alguna exclusiva, la primera primicia de la Sara periodista.
SG: …pero que todavía no había confirmado que era que se iba a presentar a las elecciones cuando iba a haber elecciones en breve y que sí, que sabía que no iba a sacar nada, pero que se iba a presentar, que sacó… no llegó ni al 1%, me parece.
CGF: Un día imposible de olvidar, aunque Sara tampoco lo siente como nada del otro mundo.
SG: Y cuando llegué con ella, con la cinta a casa Eva me dijo «Esto, a ver, esto lo tienes que publicar», digo, «No, si es para nuestro libro», «No, para nuestro libro, pero esto lo tienes que publicar ya».
CGF: Y solo es la primera de muchas entrevistas, impresionando, antes que a nadie, a la propia Eva.
EO: Cuando las intentaba yo, no me hacían mucho caso. Y sin embargo cuando Sara llamaba era como que llamaba tu prima. Tenía una habilidad… y de hecho algunos compañeros que llevaban tiempo trabajando ahí. «¿Pero cómo habéis conseguido entrevistar al patriarca de la Iglesia Ortodoxa? ¿Pero cómo habéis conseguido entrevistar al presidente de Ucrania?
[TRANSICIÓN]
CGF: El tiempo en Rusia de Eva y Sara se acaba. Con mucha tristeza, dejan el lugar donde se conocieron y donde habían vivido todo hasta entonces, preparándose para construir juntas la siguiente etapa.
EO: Tristeza porque se cerraba una etapa muy importante. Hablo ahora por mí tanto desde el punto de vista personal, puesto que conocí a la mujer de mi vida, pero también desde el punto de vista profesional.
SG: Para mí fue un cambio radical. No volví a ejercer la medicina más que por teléfono con amigos y con parientes.
EO: Y lo que vino después nunca fue tan bonito.
JAES: Esta historia soviética, post-soviética y transiberiana fijó un amor para siempre. Cambió, como hemos visto, vocaciones. Y tiene, además, un estupendo epílogo unos cuantos años después. El 30 de junio de 2005, el Congreso aprobaba la ley del matrimonio igualitario. España se adelantaba a muchos otros países, y era foco de interés internacional.
EO: Nosotras vivíamos en la calle Hortaleza desde hacía unos años y muy cerca estaba la librería Berkana, que es un referente madrileño, sí, pero yo creo que para toda España.
JAES: Y en esa librería, que ese día estaba de celebración, entraron unas cámaras, unas cámaras que venían de muy lejos.
EO: Apareció un equipo de televisión ruso y le dijo «¿Conoces a alguien que hable ruso?» Y Mili dijo «A diez números de aquí hay una pareja que habla ruso, sobre todo una de las dos».
JAES: Bajaron, desempolvaron el idioma y se pusieron delante de los focos.
EO: Y además Sara innovando lexicográficamente, porque en ruso casarse es ir hacia el hombre o ir hacia la mujer. ¿Es así, no? Tú lo hablas mejor que yo. Entonces que una mujer vaya hacia una mujer, eso no debía existir. Así que incluso se metió en este berenjenal, con la periodista que no salía de su asombro.
JAES: Ese día Sara cambió una vez más.
SG: Hablamos muchísimas veces de esto, de lo del activismo. Yo nunca le vi la necesidad. Siempre pensé pues oye, tú haces tu vida, yo hago la mía. Los que les parezca mal que existamos. Pues mira, con tal de que no nos fumiguen, pues ya bastante es…
JAES: Lo que vio alrededor, las aplicaciones de la ley a la hora, por ejemplo, de poder atender a tu esposa en el hospital en igualdad de condiciones, esa clase de cosas fueron las que le hicieron cambiar.
SG: Me di cuenta de que eso no había llegado solo. Había llegado porque había habido gente realmente dando la cara, luchando, peleándolo.
JAES: Hasta aquí. Este ha sido un episodio más de Fuera del Radar, el podcast de periodismo narrativo que va más allá de la noticia, ya en su séptima temporada. Muchas gracias a Eva Orúe, la periodista, y a Sara Gutiérrez, la oftalmóloga que se convirtió en periodista, por contarnos su historia, o al menos los inicios de una historia que continúa y que han puesto por escrito en otro de sus libros: 'En el Transiberiano: una historia personal del tren que forjó un imperio'. Gracias también a Carlos García Fernández por escribirla y narrarla, y al equipo de audio y podcast de Vocento. Soy José Ángel Esteban, gracias por escuchar.
Jueves, 19 de junio 2025, 00:27
Esta historia comienza hablando de un ojo —un ojo muy concreto— y termina hablando de periodismo, de escritura, de entrevistar a los líderes que cambiaron el rumbo de la historia. Sara, de Oviedo, y Eva, de Zaragoza, se conocieron comprando esquís, se fueron a vivir juntas, y para hacer el Transiberiano se marcaron como objetivo decidir qué hacían con su vida. A su alrededor, un país en transformación, donde reinaba la escasez y la picaresca, un lugar aparentemente inhóspito y hermético donde estaba pasando todo, donde estaba terminando la Historia, para empezar de nuevo inmediatamente.
Newsletter
Disponible en:
Créditos
-
Una historia de Carlos G. Fernández
-
Producción técnica Íñigo Martín Ciordia
-
Diseño sonoro y mezcla Rodrigo Ortiz de Zárate
-
Ilustraciones Felip Ariza
-
Edición y coordinación Carlos G. Fernández
-
Dirección y producción ejecutiva José Ángel Esteban
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.